Un extraño en mi cama romance Capítulo 235

No había palabras para describir lo dominante y dictatorial que podía ser Roberto. De hecho, incluso podrías llamarlo irracional. Sin embargo, estaba de acuerdo con él. ¿Por qué debería intentar tanto excusarme? Yo era la directora. Si yo decía que no quería usar la foto, entonces no la usarían.

―No quiero usarla para la publicidad. No me gusta. Eso es todo ―dije sencilla y honestamente.

Todos estaban sorprendidos. Igual Silvia. Probablemente no esperaba que yo hablara tan directamente.

―¿Por qué no te gusta la foto, Isabela? ―preguntó con suavidad.

Insistí a pesar de la timidez que comenzaba a apoderarse de mí.

―Simplemente no me gusta. Fue así en cuanto la vi ―dije, luego sonreí―. Los modelos pueden parecer una relación íntima, pero quién sabe si realmente son pareja, como todos parecemos imaginar. Además, la disposición de la foto es demasiado simplista. Nos traerá problemas durante el proceso de posedición.

Por lo menos eso era algo de lo que conocía y podía hablar con confianza. Después de todo, yo era una artista bastante habilidosa. Me pasaba los ratos libres con la nariz metida en libros de arte. Silvia parecía ofendida por el comentario.

―¿De verdad? Yo creo que debemos buscar la mayor autenticidad si queremos calidad.

―Pues, simplemente no me gusta ―sonreí amablemente―. Yo soy la directora. ¿Acaso no me corresponde tomar una decisión tan nimia como esta? ―Junté las manos―. No retengamos a los demás. El departamento de mercadotecnia y el de planeación volverán a trabajar y le entregarán tres propuestas a mi secretaria esta semana. Eso es todo.

Debía ser la primera vez que hablaba tanto en una junta. Ahora que había dicho lo mío, no parecía tan aterrador como antes. No obstante, eso no significaba que no tuviera las palmas de la mano empapadas de sudor frío. Todos comenzaron a mirarse entre sí. Silvia se quedó callada un momento, luego sonrió y asintió.

―De acuerdo. Entonces, aquí termina la junta.

Todos se fueron, excepto Abril, mi secretaria y yo. Me hundí en la silla. Podía sentir que me sudaban las plantas de los pies. Dos dedos pulgares aparecieron justo frente a mi nariz. Sentía el cuerpo como gelatina.

―Eso fue espantoso.

―Sólo fueron unas cuantas palabras. ¿Qué tiene de espantoso? ―Abril me dio un empujón y dijo―: ¿Tienes que ser tan dramática?

―Eso fue increíble. El primer paso siempre es el más difícil ―dijo la secretaria―. Nadie volverá a llamarle «directonta» a la directora.

Debió creer que había hablado de más y se había pasado de la raya porque juntó las manos sobre la boca de inmediato después de decir eso. Sin embargo, yo lo sabía. Le sonreí con impotencia.

―Ya sé. Nadie en la compañía me respeta.

―Pero lo hizo bien hoy. Por lo menos, tomó la palabra.

―Silvia fue demasiado lejos. No puedo creer que intentara usar una foto de ella y Roberto como publicidad para Isla Solar. ¿Qué intentaba hacer? ¿Creyó que era una especie de sesión fotográfica de bodas? ¿Una pareja hecha en el cielo? ¡Mi pie! ―gritó Abril.

De verdad era ruidosa. Como medida preventiva, hice que la secretaria cerrara la puerta del salón de juntas. Me quedé sentada un largo rato antes de por fin apoyar las palmas sobre la mesa y levantarme.

―¿Necesitas que te cargue a caballito? ―bromeó Abril.

―No deberías decir eso. Le costó mucho a la directora dar el primer paso. Ya mejorará.

―Oye, Isabela, ¿qué te motivó a dar ese difícil paso? ¿Fueron los celos?

Abril me dio un codazo en el costado mientras preguntaba. La fuerza me lastimó.

―Nada más no me gustaba la foto. Es así de simple.

―Claro que es así de simple.

Abril estaba dándole demasiadas vueltas. Honestamente, sólo no me gustaba la foto. Volví a la oficina. Creí que Roberto estaría ahí. Sin embargo, la secretaria me dijo que se había ido. ¿Él me había alentado para expresar mi opinión? ¿Iba a permitir que usaran una foto de él y Silvia para la publicidad de Isla Solar si yo no hubiera expresado mi desacuerdo? ¿Entonces las calles estarían llenas de su foto?

Fue un día ajetreado. Había muchas cosas que tenía que atender en el trabajo. Durante los descansos, tenía que trabajar en la estatuilla de jade que planeaba darle a Roberto por su cumpleaños.

Abril me preguntó qué estaba tallando. Le conté. Se acercó y miró el jade en mis manos.

―¿Por qué gastas tanto tiempo en esto? Puedes comprarle un par de mancuernillas o un pisacorbatas.

―Esos no son regalos sinceros.

―¿Cuándo ha sido la sinceridad parte de tu relación con él? ―preguntó Abril.

Estaba de rodillas, con la cabeza ligeramente inclinada mientras me miraba. La empujé.

―Estoy trabajando. Ten cuidado. Podrías cortarte con la navaja.

Llegó la hora del almuerzo. Abril tomó su recipiente, se sentó frente a mí y comenzó a devorar su comida. Levanté la mirada y la encontré observándome con atención.

―¿No sueles ver series de drama mientras almuerzas? ¿Por qué no estás haciendo eso?

―Porque tú eres más interesante que mis series.

―¿De qué hablas?

―Isabela, ¿no sientes que estás invirtiendo mucho tiempo en Roberto? Parece que le has tomado gusto.

―Estás loca ―dije mientras limaba con fuerza los bordes del dije.

―Bueno, entonces ¿qué te importa a ti su cumpleaños?

―Le di a su madre una estatua de Buda que esculpí por su cumpleaños. Roberto también quería algo así. De hecho, él quería algo más grande. No comencé a trabajar en eso, así que estoy esculpiendo algo pequeño para él.

―¿Lo estás haciendo solo porque lo pidió? No debe ser la primera escultura de jade que ha visto en su vida. ¿Por qué se empeña tanto en conseguir una? Roberto parece una persona completamente diferente cuando está contigo. ¿No te parece extraño?

―¿A qué te refieres? ¿Se porta muy raro?

Abril dejó su almuerzo y se sentó frente a mí.

―Roberto se comporta como un niño cuando está contigo.

―Apenas tiene veintiséis años.

―No hablo de su edad. Hablo de la forma en que se porta.

―No tengo idea de lo que estás diciendo.

Abril tomó la lima de mi mano y me la quitó de un tirón. Casi me dio un ataque. Pudo haberse lastimado.

―¿Qué crees que estás haciendo? ―dije.

No tenía mucho tiempo. Aún tenía trabajo después de almorzar.

―¿Roberto y tú están saliendo en secreto?

―¿Estás loca? ―pregunté.

Con timidez, evité sus ojos. Ella me obligó a mirarla.

―¿Te enamoraste de él?

―¡Estás demente!

―No tiene nada de malo enamorarse de él. Puede que sea un imbécil, pero de todos modos le gusta a muchas chicas.

―Estás paranoica.

―Muy bien, no lo admitirás. Está bien. Son marido y mujer ahora, así que pueden hacer lo que quieran. Pero tengo que advertirte: no te involucres demasiado a menos de que estés absolutamente segura de que él va en serio con esta relación.

Se veía extremadamente seria. Era extraño verla así. Me estaba poniendo de nervios.

―¿De qué hablas? ¿Involucrarme demasiado? No me interesa Roberto. No es mi tipo.

―No vayas a terminar comiéndote tus palabras.

―Qué rara eres. ―Le lancé una mirada y dije―: ¿No fuiste tú quien quería que me quedara con él?

―Así es. Quería que te llevaras bien con él. Quería que él te tomara cariño. Pero las cosas no están resultando según lo planeado. No esperaba que te enamoraras de él. En cuanto te dediques emocionalmente, perderás el juego.

―¿Cuál juego? ¿Quién está perdiendo?

―¿Qué clase de hombre crees que es Roberto? ¿Crees que va a enamorarse así de fácil? Probablemente nada más esté jugando ―dijo Abril con paciencia y honestidad mientras intentaba hacerme ver la realidad. Su discurso apasionado casi la tenía echando espuma por la boca―. Tú, por otro lado, eres una tonta. Te lanzas en cuanto comienzas a sentir algo. ¿Ves a Roberto? ¿Hay alguien que pueda resistir sus encantos? ¿De verdad crees que estaba enamorado de Silvia? Yo no. Sólo se ama a sí mismo.

Después de su discurso, perdí las ganas de seguir esculpiendo. Sujeté mi diminuta lima en la mano y la miré con cara de tonta.

―¿Te estás preocupando por cosas que no lo valen?

―Sólo intento aconsejarte. Roberto sólo sabe usar a la gente. No puedes darte el lujo de enamorarte de él. Claro, a menos que estés segura de que él está enamorado de ti. ¿Crees que sí?

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