Un extraño en mi cama romance Capítulo 29

-¿A quién le importa? -Abril se frotó la nariz-. ¿Qué tiene que ver la empresa de mi padre conmigo?

-No tienes corazón. Todo ese dinero que gastas en comida, en bebidas y en ropa. ¿No es el dinero que tu padre se ha ganado con tanto esfuerzo?

-Soy su hija, por supuesto que debería gastar su dinero. ¿Acaso debería gastar el dinero de mi padrino en su lugar? —Abril se aferró de mi hombro y se rio, de repente sus ojos se fijaron en un punto atrás de mí-. Roberto acaba de bajar. Vaya, Isabela ¿Que tan grande lo tiene? ¿Qué tan bueno es?

No podía tomarme la molestia de decirle algo más a esa rufiana, la aparté con un empujón.

—Deja de ser tan vulgar. A este paso nunca te casarás.

—Sólo dímelo, Roberto, el hombre que siempre está en el foco de atención, ¿Cómo es en la cama?

—Aléjate de mí.

Roberto se dirigía hacia nosotras y entré en pánico, las palabras de Abril me recordaron lo que había pasado hace poco en la cama. Había olvidado tantas cosas en ese momento de pasión, como de Andrés. ¿Cómo lo podría ver a los ojos si seguía con esta farsa?

Roberto dijo simplemente mientras pasaba a mi lado:

-Estaré presente para el funeral de tu padre mañana. No llegaré tarde.

Salió por la puerta, me quedé mirando su espalda hasta que Abril me dio un ligero empujón.

-¿Qué pasa? ¿Acaso llegaste al punto en el que no puedes quitarle los ojos de encima?

—La ropa que le compré a mi padre le queda tan bien. Es como si la hubiera comprado especialmente para él — murmuré para mí.

—Isabela, Roberto no está para nada enfadado. Es evidente que está satisfecho contigo, conseguiste un arma invencible. Deberías usarla sabiamente y mantener a Roberto de tu lado.

—Me estás dando dolor de cabeza —dije. La cabeza me dolía por sus incesantes consejos—. Vete, puedes volver mañana para el funeral.

—De ninguna manera, yo me quedo a tu lado y te hago compañía. Me preocupa que te intimiden.

A veces, Abril me protegía como una gallina mamá protege a sus polluelos, ella sabía que yo no tenía la capacidad de protegerme a mí misma, no era buena en los asuntos domésticos y era por eso por lo que Laura y mi madrastra a menudo me intimidaban, incluso cuando mi padre estaba cerca. Laura me había acosado abiertamente y había sufrido la reprimenda de mi padre a causa de ello. Mi madrastra había sido más hábil en sus tormentos, un simple espectador no lo hubiese notado. En comparación con el resto de la familia, Silvia siempre me había tratado con frialdad y distante, nunca me había intimidado, por eso me había sentido mal por lo que Abril había provocado hoy. No me atreví a mirar a Silvia para

nada y evité su mirada a toda costa.

El cielo se oscureció y logré que Abril se fuera a casa. Me dijo que durmiera un poco por la noche y que dejara que Laura se encargara del rol de la vigilia. Después de que se marchara, el flujo de visitantes que venían a mostrarle sus respetos a mi padre también comenzó a retirarse. Pronto sólo quedamos mi madrastra, mis hermanastras y yo en la sala de estar. Encendí unas varillas de incienso para mi padre. Ayer no había dormido en toda la noche, mi cuerpo había llegado al límite, me puse de pie con lentitud y me acerqué a mi madrastra.

—Señora, hermanas, por esta noche les dejo el resto. Me retiro a mi habitación a descansar.

Laura habló con voz estridente justo cuando di un paso para alejarme de ellas.

-¿Así que finalmente te cansaste después de tener relaciones toda la tarde?

Laura siempre había sido burda con sus palabras, puede que Silvia la hubiese reprendido por ello en el pasado, pero esta noche estaba callada, con la mirada gacha y mirando su teléfono móvil. Retorcí los dedos alrededor de los bordes de mi blusa, no quería discutir con ella.

—Subiré de una vez.

-Espera un momento -mi madrastra dijo con tono gélido -. Isabela, el altar de tu padre estaba justo aquí cuando tú no hacías nada bueno allá arriba. ¿Es esa la forma de tratar a tu difunto padre?

- Señora, lo siento mucho.

Podía morir de la vergüenza que sentía en ese momento, agaché la mirada. Vi a Silvia a través de mi flequillo, sus ojos estaban fijos en la pantalla de su teléfono móvil, pero su pulgar se deslizaba por ella con rapidez, sin pausa. No había forma de que pudiera leer nada con la rapidez con la que movía la pantalla. Sabía que en realidad no estaba mirando el teléfono. Seguía enamorada de Roberto, lo que no sabía era por qué había dejado al hombre al que había amado tanto.

-Isabela, recuerda mis palabras, -mi madrastra alzó la voz-. No importa qué tan zorra seas. A los ojos de los hombres, sólo eres una ramera que se lanza a sus brazos. Una zorra es una zorra y nada va a cambiar eso. Eres igual que tu madre, usando sus encantos de ramera para seducir a los hombres, las dos son unas zorras mantenidas.

—Mi madre no era una zorra mantenida. -Rara vez le respondía a mi madrastra cuando empezaba a proferir insultos, pero había cuestionado el buen nombre de mi madre así que tenía que decir algo—. Mis padres estaban juntos antes de que papá se casara con usted.

—Pero ella siguió seduciéndolo después de casarnos. Es una zorra mantenida.

Mi madrastra estalló en furia, tomó una taza de té de la mesa de centro y la arrojó a mis pies. La taza se estrelló contra la pata de la mesa y se hizo añicos, al salir volando, uno de los fragmentos me atravesó la parte superior del pie. Miré hacia abajo, me había roto la media y la sangre comenzó a brotar, me dolía.

-Isabela, es por tu padre que te permití despedirlo, pero cuando salgan los resultados de la prueba de ADN puedes olvidarte de volver a entrar a nuestra casa.

La voz de mi madrastra se quebró mientras gritaba de forma agitada. Ella siempre había sido el perfecto ejemplar de la esposa de hombre rico, rara vez perdía así la compostura por lo que me tomó por sorpresa. Abril las conocía mucho mejor que yo, sabía lo que se tenía que hacer para llevarlas al límite y cambiar la forma en que la que me veían. Me sentí un poco molesta, no deseaba ver a mi madrastra en ese estado. Silvia por fin levantó la vista y me miró con frialdad.

—¿No ibas a ir arriba?

Me alejé cojeando a toda prisa y me aparté de su vista, escuché la aguda voz de Laura.

-Esa pequeña descarada. Esperaremos a que Roberto se canse de su cuerpo, entonces veremos qué otros trucos tiene bajo la manga.

-Laura. -Silvia intervino-, ¿Puedes parar de una vez?

—Sé que te sientes terrible, pero ¿En qué estabas pensando en ese momento? Renunciar a Roberto de semejante manera, ¿Ahora te arrepientes?

Subí corriendo las escaleras, me metí en mi habitación y cerré la puerta y me apoyé en ella. La habitación tenía paredes resistentes así que con la puerta cerrada no podía oír nada de lo que hablaban abajo. Solté el aire que estaba conteniendo, y después vi el desorden en mi cama. Los recuerdos de la ferocidad de Roberto inundaron mi mente.

Un sentimiento de vergüenza surgió del fondo de mis entrañas, corrí al baño y me dejé caer sobre la taza del retrete y vomité en cuanto abrí la boca. No había comido mucho en todo el día, sólo un plato de sopa que Abril le había hecho preparar a su cocinero y que me había forzado a engullir, ahora todo subía por mi garganta, tenía que vomitarlo todo para también poder vomitar toda mi vergüenza, cuando terminé sentí la cabeza pesada y las piernas como gelatina, Me acerqué a la ventana y me senté. Cuando miré hacia arriba, pude ver el invernadero del jardín y vi la silla del invernadero y la manta hecha bola que estaba sobre ella. Me cubrí el rostro con las manos, por Dios, ¿Qué hice? Roberto estaba drogado, Sus acciones podían explicarse, pero ¿por qué no había yo luchado con más fuerza? Así es, No me había defendido lo suficiente. Incluso cuando me defendí, no había resistido por mucho tiempo. ¿Qué estaba pasando conmigo?

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