Un extraño en mi cama romance Capítulo 31

Cuando llegamos a la residencia de los Ferreiro, noté que el altar había sido desmontado y la sala de estar había vuelto a su estado normal. Mi padre bien podía estar en ese momento en su estudio, trabajando o leyendo o bien podía salir de su estudio con una taza de té en las manos. Me quedé mirando el estudio de arriba, no me di cuenta del momento en que Roberto se había sentado frente a mí, no tenía sentido que estuviera cerca cuando se le diera lectura del testamento a mi familia, pero no me interesaba saber por qué había aparecido. No me había dirigido ni una sola mirada desde lo ocurrido el día de ayer y yo tampoco había considerado mirarlo a él.

Todos tomaron asiento, Laura habló antes de que el abogado pudiera decir algo.

-Esto es extraño. ¿Cómo sabía papá que iba a morir? ¿Por qué hizo su testamento?

Silvia levantó la mirada y la vio con molestia.

-Laura, ¿puedes por favor mantener la boca cerrada?

— ¿Dije algo malo? ¿Quién mandaría escribir su testamento cuando todo va bien?

-Laura -mi madrastra dijo con frialdad, fue entonces cuando por fin se calló.

Agaché la cabeza y empecé a morderme las uñas sin darme cuenta. Cuando por fin noté que el señor Serrano me llamaba por mi nombre, miré hacia abajo y vi que casi me había mordido una uña entera. Siempre me había gustado morderme las uñas, era un mal hábito del que no podía deshacerme, mi padre me había regañado varias veces por ello, decía que tenía la costumbre de hacerme daño cuando algo me preocupaba.

El recuerdo de mi padre despertó un agudo dolor en mi pecho, levanté la vista y respondí

—¿Sí, señor Serrano?

-Señorita Ferreiro, ¿Escuchó lo que acabo de decir?

-Mmm, no, no lo hice. No tenía ni idea de en qué parte del testamento estaba.

Agitó el trozo de papel en su mano.

- ya leí el pasaje introductorio. Ahora, leeré la parte más importante del testamento. Se podía sentir una repentina tensión en la sala de estar, Laura se sentó con la espalda recta. Siempre había pensado que la forma en que Laura se sentaba se asemejaba a un pulpo porque parecía no tener ni un solo hueso, siempre estaba encorvada en su asiento. Hoy su postura estaba rígida, era un espectáculo poco común.

Asentí con la cabeza para mostrar que estaba escuchando, el señor Serrano me escrutaba con la mirada antes de continuar con su lectura.

-La residencia Ferreiro está a nombre mío y de mi actual esposa, Victoria. Después de mi fallecimiento, la totalidad de la propiedad se transferirá a mi esposa y ella será la propietaria de los derechos de venta y de residencia de la finca. Mis tres hijas también tendrán los derechos de residencia en la finca. En caso de que la finca se venda, todas las ganancias serán para Victoria.

La actual residencia de los Ferreiro tiene un tamaño considerable, tiene cuatro pisos y un enorme jardín, así como un lago artificial. Su venta supondría una fuerte suma, cifra que incluiría la ganancia de la venta del terreno, el cual fue propiedad de mi padre.

Miré a mi madrastra, parecía fría y tranquila, pero la sutil inclinación de sus labios hacia arriba revelaba que estaba satisfecha y no se sorprendía por la decisión de mi padre.

El señor Serrano continuó:

-He dirigido los asuntos de la Organización Ferreiro todo este tiempo, tras mi fallecimiento, los ejecutivos más experimentados de la empresa se encargarán de mis tareas de administración. Mi hija, Isabela Ferreiro, tiene un título universitario en finanzas por lo que se le permite ocupar un puesto en la empresa y también que su esposo la apoye en su cargo.

Agaché la cabeza, Roberto, quien se sentó frente a mí, estaba inmóvil como una estatua.

-¿Por qué se le permite a Isabela trabajar en la empresa?

Papá no me dejó trabajar allí cuando se lo pedí. Yo también tengo una formación relacionada con las finanzas —espetó Laura.

-Señorita Ferreiro, por favor, cálmese y permítame terminar de leer el testamento. Enseguida anunciaré la distribución de las acciones de la empresa —dijo el señor Serrano—. Tengo el cien por ciento de las acciones de la empresa. Voy a asignar el veinte por ciento de mis acciones a mi mujer, Victoria, el diez por ciento a mi hija mayor, Laura, el diez por ciento a mi segunda hija mayor, Silvia y el treinta por ciento a mi hija menor, Isabela. El treinta por ciento restantes se quedará en la empresa.

Después de que el señor Serrano hiciera una pausa en su lectura, un alboroto invadió la sala. Me sorprendió lo que había oído, mi madrastra no parecía tan tranquila como antes.

—Señor Serrano, ¿me engañan mis oídos? ¿Qué acaba de decir?

—Repetiré la parte de la distribución de las acciones si alguien no lo entendió la primera vez. Señora Ferreiro, a usted se le asignó el veinte por ciento de las acciones de la empresa, a la señorita Laura y a la señorita Silvia Ferreiro se les asignó el diez por ciento por cada una y a la señorita Silvia el treinta por ciento de las acciones. El treinta por ciento restantes se queda en la empresa.

-¿Qué demonios? ¿Qué estás diciendo? -Laura se puso en pie de un salto—, ¿Mi madre sólo tiene el veinte por ciento, yo sólo el diez por ciento, pero esa hija bastarda se queda con el treinta por ciento? Señor Serrano, ¿Acaso hubo algún tipo de error?

-Señorita Ferreiro, cuide sus palabras por favor. La señorita Isabela es su hermana.

—¡Todavía no estamos seguros de eso! —Laura chilló-. Este testamento debe haber sido falsificado. Mi padre no distribuiría las acciones de la compañía así. ¿Sólo el diez por ciento? Soy la hija mayor de la familia.

-¡Laura, siéntate! -mi madrastra le gritó-. ¡Deja que el abogado termine!

-Mamá, ¿escuchaste lo que acaba de decir? Isabela tiene permitido trabajar en la Organización Ferreiro y le da el treinta por ciento de las acciones de la empresa. Eso es lo que las dos tenemos si sumamos nuestras acciones.

-¡Silencio!

Mi cabeza zumbaba por los gritos, levanté la vista hacia ellos, queriendo explicarme, pero no sabía qué decir. Moré por accidente a Roberto, parecía estar sonriendo, sus ojos se posaron en mí por un momento y luego volvieron a apartarse, no entendí por qué sonreía. Sin saber qué decir, volví a mirar mis pies.

El abogado esperó pacientemente a que todos se calmaran antes de continuar.

-Hay dos propiedades a cargo del señor Ferreiro. Una de ellas debe ser transferida a la empresa y la otra a mi hija menor, Isabela. La segunda transferencia tendrá efecto inmediato tras la lectura de este testamento. Todos los activos en efectivo y los valores de mi cuenta personal deben ser transferidos a mi hija menor, Isabela Ferreiro.

El señor Serrano nos entregó a cada uno una fotocopia del testamento cuando terminó.

-Ese es el testamento en su totalidad, por favor, léanlo de nuevo con detenimiento. La firma del señor Ramiro Ferreiro aparece al final y el testamento ha sido autentificado y es legalmente legítimo.

Tomé mi copia del testamento del señor Serrano, no me preocupé por el contenido, sólo por la firma de mi padre al final de la página. El nombre de mi padre se dibujaba en el papel como una pintura de tinta china. Me había esforzado mucho por tratar de copiarlo en el pasado, pero había fracasado en mis intentos. Le había dicho a mi padre que debería obtener algún tipo de derecho creativo sobre su firma, no había forma de que nadie pudiera crear un arte similar a ese.

Era la firma de mi padre, la toqué con el pulgar y presioné con suavidad contra las huellas irregulares que su letra había dejado en el papel. Me rozaron la piel con aspereza.

-Esto no puede ser cierto, Ramiro Ferreiro no puede hacernos esto. —Mi madrastra arrojó la copia de su testamento al suelo—. ¿Cómo puede mi marido dejarle todo a esa hija bastarda?

-Señora Ferreiro —el señor Serrano dijo con calma—. Lo que acabo de decir fueron palabras que salieron directamente de la boca del señor Ferreiro. Palabras que anoté en un papel y tengo una grabación de audio de su declaración.

—Quiero escuchar esa grabación.

—La cinta se guarda en una caja fuerte. No se sacará de allí a menos que lo requieran circunstancias especiales.

-No aprobaré nada de esto hasta que escuche esa grabación.

-Señora Ferreiro, el testamento ya está en vigor, sin importar su opinión —dijo el señor Serrano mientras guardaba los documentos originales—. Seguiré guardando el testamento original en la caja fuerte. No tengo ningún problema en que se queden con las fotocopias.

—Señor Serrano, quédese en donde está. —Mi madrastra se puso de pie, me di cuenta de que estaba muy sensible en ese momento—. Es imposible que Ramiro Ferreiro nos haga esto, no tiene ninguna razón para hacerlo. Durante siete años toleré que la hija de esa mujer viviera bajo mi techo. ¿Cómo puede hacerme esto a mí?

-El veinte por ciento es una parte considerable -el señor Serrano dijo con suavidad y a la vez con firmeza-. Señora Ferreiro, por favor, respete la decisión del señor Ferreiro.

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