La Sociedad había progresado y también la tecnología. Ahora, los tiempos de espera eran menores. Una prueba de ADN, por ejemplo, solía tomar días. Hoy, tomaba sólo dos horas.
Le entregué las muestras del cabello de mi padre y del mío al doctor. Luego, esperé, con Abril a mi lado. Ella me siguió consolando.
-Los resultados no importan, pero tienes que saberlo, ¿verdad?
—Roberto dijo lo mismo esta mañana.
-¿Eh? -Se volvió para mirarme-, ¿Se hablan tan temprano en la mañana?
Parecía que no entendió a lo que me refería.
-Sí, pasamos la noche juntos -le confesé.
No había necesidad de andarse por las ramas con Abril.
Se frotó la barbilla mientras me miraba.
-Con razón te ves tan radiante hoy.
-No inventes.
No estaba de humor para bromas. Encajé la barbilla entre las palmas de mis manos y miré a la distancia.
—¿Qué está pasando contigo y Roberto? ¿Está disfrutando tener sexo contigo?
—Lo hace cuando está enojado.
—¿Por qué se enojó?
—Porque usó champú para perro anoche.
—¿Por qué usaría eso?
-Porque me conseguí un perro ayer.
—¿Qué? -Se despertó su interés—. ¿De verdad? ¿Cómo conseguiste un perro?
-Lo encontré.
-¿No habías dicho que tener mascotas va en contra de las reglas de la familia Lafuente?
-Todo es culpa de Emanuel.
-¿Quién es Emanuel? -Me jaló del brazo y me miró sin parpadear—. ¿Por qué de repente siento que no estoy enterada de las cosas? Nunca había escuchado ese nombre.
-Es el hermano de Roberto. Acaba de volver del extranjero.
-¿Ah, sí? Entonces, Roberto tiene hermano menor. ¿Y él qué tiene que ver?
—Él fue quien me insistió que nos quedáramos el perro, así que nos lo quedamos. Luego Roberto llegó a mi cuarto en la noche para bañarse y usó champú para perro por error.
—¿Por qué fue a bañarse a tu cuarto?
Abril tenía la habilidad de llegar al meollo de lo que yo decía. Lo pensé un momento, luego respondí:
-No sé.
Se mordió el labio y se quedó pensando un buen rato.
-Isabela, si continúas tu relación con Roberto, va a convertirse en algo realmente extraño. ¿Has pensado qué vas a hacer sobre Andrés?
—Yo... -Me mordí los labios—. No quiero verlo más. Tú me ayudarás a pasarle los mensajes que tenga para él.
-¿Por qué?
-No he logrado entender qué está pasando entre Roberto y yo. ¿Cómo podría ver a Andrés a la cara?
Encajó la barbilla entre las palmas de mis manos y dijo con frustración:
—¿Ya no te gusta?
—No es eso.
Abril se arrodilló frente a mí y recargó la barbilla en mi rodilla.
-Si de verdad te gusta Andrés, sólo divorcíate de Roberto.
-Sólo dime y ya. -No podía evitar gritarle-. Deja de andarte por las ramas.
Sin embargo, yo sabía que no estaba haciendo eso. Sólo que no sabía cómo darme la noticia. De repente, extendió los brazos y me abrazó.
-Isabela, aún me tienes a mí y a Adonis.
Entonces, lo supe. Supe el resultado de la prueba. El reporte se resbaló de sus manos y cayó al suelo. Quedó en la última página. Mi vista era excelente, así que pude leer a la perfección los resultados impresos en la última línea del reporte. Decía que el ADN de la solicitante, Isabela Ferreiro, y de la otra parte, Ramiro Ferreiro, tenían un 99.99% de diferencia. La conclusión era que ambas partes no compartían una relación de padre e hija biológicos. Lo sabía, no era la verdadera hija de mi padre.
Yo había llegado a la misma conclusión, pero en el momento sentí como si alguien me hubiera apuñalado con una enorme esquirla de hielo que me congeló de afuera hacia adentro. Mi cuerpo se quedó tieso en los brazos de Abril. Me dio unas vigorosas palmadas en la espalda mientras me abrazaba.
-Isabela, tienes que creerle a tu papá. Debes creer que él lo supo todo el tiempo pero aun así te amó por igual y te dejó tanto de su herencia en su testamento.
La miré con una expresión perdida en el rostro.
—¿Crees que mi papá lo supo todo el tiempo?
—Claro —respondió, rascándose la cabeza-. Recuerdo que cuando era niña escuché a mi mamá y a mi abuela hablar sobre tu padre. Tu papá estaba sentado junto a ellas pero no parecía que estuvieran hablando sobre él.
-¿Cuándo pasó eso?
—Fue hace mucho. Ahora que lo pienso, parece un tanto sospechoso.
Abril y yo nos miramos y luego nos levantamos juntas.
-Mi mamá debe saber sobre esto -dijo ella-. ¡Vamos a buscarla!
Me arrastró fuera de la oficina apresuradamente antes de que pudiera agradecerle al doctor. Nuestras madres habían sido buenas amigas. Entonces, la madre de Abril debía saber sobre esto. Abril condujo su auto como si fuera un cohete.
-Mi mamá es toda una obra de arte. Guardó ese secreto por tanto tiempo y nunca nos contó.
Cuando llegamos a la casa de Abril, su madre estaba a punto de irse a cenar temprano con sus amigas de sociedad. Abril extendió los brazos para detenerla. Ella estaba encantada de verme.
—Isabela, qué sorpresa. Señora María, prepare esos bocadillos que le gustan a la señorita Ferreiro. Ponte cómoda, Isabela. Voy a salir a cenar.
-Mamá. -Abril le hizo un gesto a la señora María para que se fuera mientras continuaba bloqueando la puerta—. Tengo algo que preguntarte. No irás a ningún lado hasta que nos respondas.
—¿Qué le pasa a esta muchacha? —Su madre frunció el ceño-. Fuera. No me estorbes, que voy a presumir mi juguete más nuevo. Mira, tu papá me compró este reloj. Es de edición limitada —dijo mientras levantaba el brazo para que viéramos de cerca—. La parte de atrás está decorada con rubí.
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