Un extraño en mi cama romance Capítulo 66

No escuché ninguna respuesta y no sabía por qué, así que seguí gritando.

-Hola, ¿cómo estás?

Quería que alguien del otro lado me respondiera y me dijera «¡Estoy bien!»

Me sentí bien gritando de semejante manera así que lo seguí haciendo.

—Papá, ¿cómo estás?

—Mamá, ¿cómo estás?

-Andrés, ¿cómo estás?

No recordaba cuántos nombres había recorrido cuando, de repente, apareció un rostro frente a mí, tenía un aspecto enfadado y horrible.

—Realmente eres atrevida por beber tantas copas, una tras

otra.

Era Roberto, de nuevo se estaba burlando de mí. Él había sido quien me hizo beber. ¿Por qué otra razón me habría embriagado? Estaba realmente ebria. Roberto se balanceaba ante mis ojos, como una marioneta que baila, tuve que agarrarme a su brazo para mantenerme en pie.

—¿Sabes el significado de ver a una persona a través de una copa de vino?

Arrugó el ceño y me miró fijamente.

-Es cuando un hombre está tan ebrio que todas las mujeres que lo rodean empiezan a parecerle extremadamente atractivas.

Solté una carcajada, satisfecha por el sentido que tenía. Empecé a tambalearme sobre mis pies mientras me reía, me sujeté con fuerza de su brazo.

-Roberto, ¿has probado embriagarte alguna vez? Es genial, me dan ganas de reír. Tenía muchas ganas de reír y lo hice, no podía dejar de hacerlo. Sabía que algunas mujeres lloraban cuando se embriagaban, pero yo pensaba que una debía reírse, se vería mejor. No sabía lo ebria que estaba. De hecho, dejé de tener ¡dea de lo que estaba haciendo después de un tiempo, no sabía en absoluto lo que estaba pasando. Estaba tan mal que no sabía dónde estaba cuando me desperté por la mañana. Me senté en la cama y me quedé sentado durante mucho tiempo, alguien llamó a la puerta y le dije que entrara, era la señora Rosa con algo para la resaca.

—Señora, por favor, tome un poco de té. Le ayudará con la resaca.

El té sabía a ciruela y a espino, era un sabor acidulado. Me bebí el té de forma ruidosa y luego suspiré y dije:

—Esta no parece mi habitación.

-Es la habitación del joven amo —dijo la señora Rosa.

Tenía razón, era la habitación de Roberto. Por lo regular dormíamos en habitaciones separadas ¿ayer había pasado la noche con él? No recordaba nada en lo absoluto. Me levanté de la cama y me dirigí al baño para lavarme los dientes, en el espejo vi a una mujer con los ojos hinchados y el pelo enmarañado, tenía un aspecto terrible. Un momento, ¿qué era eso que tenía en el cuello? Me acerqué al espejo. Había pequeños moratones rojos esparcidos por todo mi cuello y mi pecho, Roberto me había vuelto a hacer chupetones. Qué canalla, qué depravado sexual y qué imbécil, aprovechándose así de otra persona. No estaba acostumbrada a insultar a la gente, acababa de recorrer todo mi vocabulario de nombres denigrantes. Debía ser por eso que había intentado embriagarme ¿Había llegado a un punto en el que ahora estaba tan desesperado por hacerlo? Podía conseguir a cualquier mujer que quisiera. ¿Por qué no me dejaba en paz? Me sentí sumamente molesta. Me senté en la silla junto a la ventana y me quedé mirando tontamente por la ventana. Abril me llamó, dudé en contarle lo que Roberto me había hecho, se puso a hablar sin parar antes de que pudiera decir algo.

—¿Estás bien, Isabela?

—¿No debería estarlo? —pregunté confundida. Todavía no le había dicho nada.

-Llamaste ayer y dijiste que estabas en una burbuja. No sabía lo que estabas diciendo. ¿Qué pasó?

-¿Burbuja? -Yo también estaba confundida-. ¿Te llamé anoche?

-Sí, estuvimos hablando por teléfono durante media hora. Me dijiste que estabas atrapada en una burbuja y que no podías encontrar la salida. Luego me dijiste que llamara a Andrés para que te salvara. Te pregunté en dónde estabas, Roberto estaba junto a ti. Dijo que estabas ebria.

—Oh —dije.

Me dolía la cabeza, algunos fragmentos de mi memoria estaban volviendo a mí.

-Supongo que eso fue lo que pasó. Bebí demasiado.

—¿Por qué estabas bebiendo en todo caso?

-Todo fue culpa de Roberto, me llevó a una fiesta de cumpleaños.

Mi cabeza estaba a punto de explotar.

-¿Pero de qué se trata eso de la burbuja? Me la pasé toda la noche pensando en ello, pero no tengo ni ¡dea.

Mi cara se puso roja al instante. ¿De verdad había dicho eso? Miré el espejo del tocador y contemplé mi reflejo, mi cara tenía el color de un tomate maduro, nunca había declarado tan abiertamente mi amor por alguien de esa manera. Puede que ayer por la noche estuviera ebria pero ahora estaba sobria. Mis mejillas se sonrojaron al pensar en lo que había dicho, pronuncié una larga sarta de sonidos ininteligibles durante los siguientes minutos antes de por fin preguntar:

-¿Qué dijiste después de eso?

—¿No lo recuerdas?

-No.

-Bueno, me reservaré mis comentarios. Podemos hablar de esto cuando te acuerdes.

Andrés no me dijo lo que había respondido anoche. Estaba a punto de presionarlo para que respondiera cuando la puerta se abrió con fuerza e interrumpió nuestra conversación. Me di la vuelta y me quedé mirando la puerta, era Roberto, miré mi reloj. Eran las once de la mañana. ¿Por qué había vuelto? Se acercó a mí, podía sentir la tormenta rodeándolo.

-¿Hablando con tu amor a primera hora de la mañana?

Hoy parecía estar de muy mal humor. Me despedí apresuradamente de Andrés y colgué de inmediato. No podía creerlo, el canalla estaba intentando acusarme de una fechoría, Deberíamos de hablar de cómo se había aprovechado de mí la noche anterior. Me levanté de la silla.

-Roberto, aprovecharse de la gente es algo que sólo la gente horrible se rebaja a hacer. Puede que estemos legalmente casados y que yo haya estado ebria anoche, pero no deberías usar eso como excusa para hacer lo que

me hiciste.

-¿Qué te hice?

Escupió esas palabras con una mirada feroz, estaba furioso. Tal vez todavía estaba un poco ebria de la noche anterior porque no le tenía tanto miedo como de costumbre. Me quité el pañuelo del cuello y le mostré lo que había hecho.

-Si quieres divertirte con una mujer, hay muchas por ahí dispuestas a caer a tus pies. ¿Por qué siempre me utilizas a mí en su lugar? Tu contrato no decía que fuera a ser tu esclava sexual. Yo...

Se quitó la corbata sin avisar y empezó a desabrocharse la camisa, casi me mordía la lengua, di un paso atrás.

—¿Qué haces a plena luz del día? Roberto...

Estaba muy asustada, parecía capaz de cualquier cosa. Me dolía mucho la cabeza y me sentía como si me hubiera atropellado un camión, no sería capaz de sobrevivir a otra prueba física.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un extraño en mi cama