Un extraño en mi cama romance Capítulo 67

Dio un paso hacia mí, otro, se me acercaba más. Para entonces se había desabrochado completamente la camisa, dejando al descubierto su pecho firme y musculoso. Un ambiente extraño y pornográfico se apoderó de la habitación, quería llamar a gritos a la señora Rosa para que arrastrara a este demonio pervertido sexual lejos de mí, pero era él quien daba las órdenes en la casa. Di un paso atrás, luego otro, hasta que no pude, mi espalda estaba presionada contra la fría y helada pared. Me juré a mí misma que si intentaba hacer algo indebido, le iba a dar una fuerte bofetada en la cara. Mi brazo ya estaba en el aire y listo para golpearlo, pero antes de que pudiera hacerlo me sujetó por la muñeca y tiró de mi mano hacia su pecho. Emití un chillido.

-Roberto, no me obligues. Puedes tener a la mujer que quieras.

-¡Cállate! -dijo frustrado-. ¡Abre los ojos y mira bien!

¿Me estaba ordenando que abriera los ojos y viera cómo me forzaba? ¿Acaso era un pervertido? Ah, sí que lo era, le gustaban tanto las mujeres como los hombres y le gustaba hacer más emocionante el acto haciéndolo en diferentes lugares. ¿Qué otra cosa podría ser, si no un desviado sexual? Sus dedos eran como una pinza de metal alrededor de mi muñeca.

—Abre los ojos y mira bien, luego dime quién fue el loco anoche. Sólo te dije que bebieras una copa, pero fuiste tú quien siguió bebiendo, copa tras copa. Ni siquiera pude arrastrarte. Entonces, empezaste a gritar en el balcón, llamando a tu madre y a tu padre, llamando a ese abogado tuyo, recorriendo toda una lista y repasando toda tu ascendencia, gritando nombres.

Abrí los ojos de par en par y vi el pecho de Roberto que estaba frente a mí. Tenía un montón de marcas de mordiscos, rojas y circulares. Parpadeé, estábamos demasiado cerca. Las marcas de los mordiscos estaban justo delante de mis ojos.

-Luego, llamaste a Abril y a ese abogado, y te pusiste a reír y a llorar por teléfono. Tuve que arrastrarte a casa y hacer que la sirvienta te diera un baño. Saliste de la bañera desnuda, como un espíritu femenino demoníaco de la

película The Ring.

-Salió del televisor y estaba vestida cuando lo hizo -lo corregí sin energía.

Sin embargo, Roberto parecía haber perdido toda la razón por su furia.

-Puse a tres sirvientas a vigilarte, pero de alguna manera, aún te las arreglaste para meterte en mi cama en medio de la noche y atacarme con tus dientes.

Oh, me dolía mucho la cabeza ahora mismo, necesitaba un descanso. Miré hacia abajo e intenté marcharme, pero me sujetó de los hombros.

-¿Por qué? ¿Te sientes culpable y tratas de huir? ¿No eras tú la que me acusaba de aprovecharme de ti?

Esa había sido la razón por la que me había despertado en su habitación. Por muy cretino que fuera Roberto, no creía que recurriera a mentir sobre cosas como ésa. Me froté la nariz tímidamente.

-¿Por qué tengo chupetones en el cuello entonces?

-Soy un hombre -dijo mientras me dirigía una mirada acalorada—. Y me estabas abrazando y gritando el nombre de Andrés.

Una sonrisa peligrosa apareció en sus labios, el miedo hizo que mi corazón se acelerara.

—Yo... estaba ebria.

—Ya lo sé. No me habrías confundido con Andrés de no ser así -dijo mientras sus dedos se clavaban en mis hombros-. ¿Has tenido sexo con ese abogado? Definitivamente yo soy mejor en la cama.

Roberto tenía una enorme actitud competitiva y también veía el sexo como una competencia. Giré la cabeza hacia un lado e intenté no mirar las marcas de su pecho, también tenía algunas en su cuello.

-Para ser sincera, anoche me desmayé y no recuerdo nada.

-Podemos recrear lo que pasó anoche -sonrió-. Eso definitivamente te hará recordar todo, recordarás cada detalle.

Abril no dejó de animarme durante el trayecto al tribunal.

-No te preocupes, seguro que ganaremos el caso. Debes tener confianza en Adonis.

—Sí -dije mientras miraba los árboles de afuera que pasábamos a toda prisa.

No me atreví a decirle a Abril que no me importaba en lo absoluto si ganábamos o perdíamos el caso, el dinero y las acciones no significaban nada para mí, pero Andrés tenía razón, puede que no los quisiera, pero tenía que respetar los deseos de mi padre. Esa había sido la razón por la que había decidido librar esa batalla, podría haber renunciado a todo con facilidad.

Nos encontramos con mi madrastra y mis hermanas afuera de los tribunales, tarde o temprano nuestros caminos estaban destinados a cruzarse. Laura me señaló la nariz con el dedo

—Isabela, bastarda. Serás expulsada de nuestra familia sin un solo centavo a tu nombre.

-Laura. -Silvia frunció el ceño-. ¿En dónde están tus modales?

Laura fingió quitarse polvo de los hombros y luego resopló, sujetó el brazo de su madre y la llevó lejos.

—Vaya mujer tan pretenciosa. —Abril sacó las uñas—. Laura y tu madrastra no son las personas más desagradables de la familia Ferreiro, ese título es para Silvia. Recuerda, los perros nunca ladran son los que muerden.

-Deja de ser tan susceptible hacia ella. Silvia no es tan mala, nunca ha hecho nada para complicarme la vida.

-No deberías dejarte engañar por las apariencias. ¿Cómo puedes serían crédula? —dijo Abril mientras enganchaba su brazo alrededor del mío-. Vamos, entremos. Se sentirán muy miserables después de que hayamos terminado con ellas.

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