Era mi primera vez en el tribunal, sin embargo, no estaba nervioso en absoluto pues tenía a Andrés y a Abril a mi lado. Además, no tenía ningún interés por lo que estábamos luchando, así que tampoco me preocupaba perderlo. En cambio, Laura y mi madrastra parecían muy nerviosas. Laura no dejaba de mirarme, mientras mi madrastra seguía dando sorbos a su agua, había ido al baño varias veces incluso antes de que empezara la sesión. Silvia era la única que me miraba con amabilidad, la hostilidad que sentía Abril hacia ella era demasiado extrema ya que Silvia no era como Laura o mi madrastra.
La sesión comenzó, no esperaba que el normalmente gentil y apacible Andrés fuera tan agresivo en el tribunal, sus palabras eran certeras, dieron en el blanco en todo momento. Era implacable, lanzó una lluvia de argumentos a su oponente, haciendo prevalecer sus argumentos y despojando a la parte contraria de los suyos, dejándola totalmente indefensa y desamparada. Tenía razón, el otro abogado intentó argumentar que yo no era la hija biológica de mi padre. Entonces, el abogado de mi padre, el Señor Serrano, fue llamado a declarar. Dijo que mi padre no había especificado la asignación de sus bienes a mí como herencia. En cambio, había declarado en su testamento que todo lo que se me había concedido era una donación.
Estudié detenidamente la fotocopia del testamento y finalmente me di cuenta de lo que era tan extraño en ese documento. No había escuchado con atención cuando el señor Serrano había leído el testamento por primera vez, y después de eso tampoco lo había estudiado en detalle. Ahora, por fin veía cómo mi padre había considerado la posibilidad de que algo así sucediera tras su fallecimiento. Por eso había escrito muy claramente en su testamento que los bienes que me había asignado debían considerarse una donación, de haberlos especificado como mi herencia, podría haber perdido el derecho a reclamarlos porque no éramos parientes biológicos. Pero él no lo había especificado como una herencia, sólo había dicho que me los donaba.
Laura Ferreiro y mi madrastra se quedaron perplejas, mi madrastra empezó a gritar en el tribunal.
-Alguien debe haber falsificado el testamento, eso es, mi marido fue engañado. Ese abogado suyo e Isabela deben haber conspirado para robar los bienes de la familia Ferreiro de nuestras manos.
Se estaban comportando como gallinas sin cabeza. Su abogado pronto admitió su derrota, al final, gané la demanda. El juez rechazó su petición de apelación. Abril gritó mi nombre con alegría y me dirigió una seña de aprobación, sin embargo, yo no me sentía nada feliz, mi madrastra me odiaba aún más. Después de la sesión, me pregunté si debía hablar con mi madrastra, después de todo éramos la familia más cercana que había tenido mi padre. Pero en cuanto me acerqué a ellos, Laura se abalanzó sobre mí y me dio un par de bofetadas en la cara y después me propinó un cabezazo. Cuando Abril y Andrés se dieron cuenta de lo sucedido, yo ya me había caído al suelo.
Laura estaba furiosa.
-Isabela, maldita. Ferreiro no es tu apellido, Ingrata, lo sabía. Viniste a nuestra familia sólo para poder robarnos la herencia, bastarda. ¿Por qué deberías tener el treinta por ciento de las acciones de la Organización Ferreiro? ¿Por qué debes tener los activos en efectivo y los valores de
papá?
Abril me levantó.
-Laura, te lo advierto. Deja de actuar como una loca o te juro que te aplastaré la cabeza con mi puño.
Andrés se acercó a toda prisa y comprobó que estaba bien, pude ver la ira en su rostro.
-Llama a la policía. Agrediste a alguien delante de los tribunales, queremos un informe médico sobre las lesiones sufridas. En caso de que haya alguna lesión leve, deberás estar preparado para ir a la cárcel durante al menos seis meses, me aseguraré de ello.
-Isabela, ¿Desde cuándo te conseguiste un abogado que te ayude a librar tus batallas? Tienes agallas, haciendo de Roberto un cornudo -dijo Laura mientras colocaba las manos en las caderas. Parecía una tetera en ebullición, gorda y enrojecida a causa de la ira.
Isabela se acercó con una mirada sombría, tiró del brazo de Laura.
—Basta. ¿Ya terminaste?
—Silvia, ¿por qué todavía estás tan tranquila? Nosotras dos sólo tenemos el diez por ciento y esa bastarda tiene el treinta por ciento. Y ahí estás, aceptándolo todo con tranquilidad. Eres una idiota.
Silvia arrastró a Laura lejos. Se giró y me dirigió una mirada antes de que se fueran. No entendí la mirada en sus ojos, no era resentimiento, pero tampoco era otra cosa y sin embargo, parecía estar llena de significado. Andrés se inclinó un poco e inspeccionó mi cara.
—Parece hinchada. Vamos a llevarte al hospital.
—No hace falta -dije y negué con la cabeza—. No me gusta ir al hospital por pequeños cortes y arañazos como ése.
-Te traeré un aerosol para la hinchazón.
—La hinchazón bajará en un rato -dije.
Abril parecía a punto de estallar.
-Cómo me gustaría haberla golpeado en su estúpido rostro, le meteré esa cabeza de cerdo que tiene por el trasero.
—Qué violenta.
Andrés. Yo devoraba la comida a toda prisa y Abril me dio una palmada en la espalda. Casi me tragué un langostino entero con todo y cáscara.
—¿Por qué comes tan rápido? ¿Tienes prisa?
-No. -Levanté la vista-. Tengo algo atascado en la garganta.
—Te traeré un poco de agua.
Andrés se levantó de inmediato. Abril me miró mientras masticaba su salmón.
—¿Por qué tienes la cara roja?
—¿Lo está?
—¿Has estado bebiendo en secreto?
-No.
-Isabela, ¿me estás ocultando algo?
—No me atrevería -le dije y esbocé una sonrisa.
Fue entonces cuando sonó mi teléfono, era Roberto. En verdad que su sincronía era impecable.
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