San Antonio recibió la llegada de la noche como una madre recibe a su hijo después de clases. Las temperaturas bajaron drásticamente, pasando de un intenso y abrazante calor a una oleada refrescante un tanto fría. Cosa que no caía nada mal, ya que el día había sido infernal, los vaqueros solo esperaban con ansias el tiempo de lluvia para refrescar la tierra.
Una brisa fuerte refresco el rostro de Megan que se encontraba sentada en el porche de su casa. Su pequeño hijo yacía dormido en su habitación. Así que ella se había tomado un descanso de todo un día de estrés, nunca se imaginó que llevar las riendas de un rancho iba a ser tan fuerte.
El calor era abrazador, y las labores eran pesadas… entre ella y su abuela ya no daban basto para los quehaceres de la casa. Y menos cuando hace dos días Melisa se había ido con su esposo a su nueva casa.
Estaba feliz por ella, porque sabía lo que quería vivir con su esposo. Bueno, Megan comprendió que estar sin tener sexo con un vaquero sexy era muy difícil. Y más cuando este se trataba de tu esposo. La chica sonrió. Lo entendía, porque Jack era igual. Muy calentón. Hasta se llegó a preguntar si todos los vaqueros eran iguales.
Y pensando en Jack, se dijo la chica. Su esposo aun no había llegado a casa, tenía que hacer un viaje al pueblo y aun no había llegado. Entonces en ese momento una luz blanca la cegó, eran los faros de la camioneta de Jack. Ella sonrió. Al fin estaba en casa.
Este se bajó del jeep, atraviado con sus vaqueos ajustados y aquella camisa oscura que tanto le gustaba. Lo hacía ver sensual. Se quitó el sombrero tirándolo dentro del coche. Al verla el vaquero le sonríe.
- ¿Qué estás haciendo aquí afuera? Pregunta caminando hacia ella.
- Tomando un poco de aire fresco.
- ¿Y el niño?
- Dormido.
- ¿Y tu abuela?
- Dormida.
Este alza una ceja y medio sonríe… sus ojos brillaban más de lo normal, y a pesar de verse cansado y con ganas de acostarse. Se le notaba que sus intenciones eran otras.
- Así que… ¿la noche es de nosotros dos?
- Puede ser.
Este se sienta a su lado dejando un beso en sus labios que rápidamente se transforma en algo más. Un simple saludo puede llegar a ser más a una invitación. Jack no perdió el tiempo, rápidamente llevo sus manos hasta la cintura de su esposa. Recostándola un poco sobre aquel columpio.
- Estamos afuera, deberíamos subir hasta…
- Shhh… aquí y ahora mujer.
- Alguien puede vernos.
- Nadie nos vera. Todos están dormidos.
- ¡Jack! Esto es una locura.
Pero el vaquero calla sus palabras con otro beso, mientras adapta su cuerpo sobre el de su esposa. Luego acomoda su cadera entre las piernas de su chica, quien a pesar de protestar abre las piernas para él.
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