Una humana para el rey romance Capítulo 11

Su respiración era calmada, su cuerpo era cubierto por una suave manta y sus labios rosados yacían entreabiertos.

El rey observaba delicadamente a Minesa, había curado su brazo de un raspón que tenía y tocado su piel con delicadeza temiendo asustarla entre sueños o ir más allá de sus principios.

Sus ojos se posaron en los labios de Minesa, aquellos rojos y dulces que lo invitaban a probarlo.

Se percató del aroma en su ropa, toda olía a Minesa y aquello era satisfactorio como relajante.

Su bestia rugió ferozmente, deseaba tomarla en ese instante, sentir su suave piel y besar cada parte de su piel, sentir como su aroma se mezclaba con la de su dulce ángel, pero aún no era tiempo. Ya llegaría aquel momento que ambos unan sus cuerpos en una noche donde sus toques los lleven al cielo.

Sus oídos se percataron de voces pertenecientes del primer piso de la casa, sus labios formaron una línea perfecta decidido a saber qué ocurría.

Se acercó silenciosamente a Minesa, la tomó entre sus brazos delicadamente y salió de la alcoba con su pequeño ángel entre sus manos.

En el primer piso Josek y Erthe miraban como el rey bajaba con sumo cuidado las escaleras, entre sus brazos traía a Minesa, Erthe intentó acercase, pero retrocedió ante el toque de Josek buscando frenar sus pasos.

-Me la llevaré – informo Aleckey con calma

-Pero… - fue cortado por el rey

-Le daré una vida cómoda Erthe, puedes permanecer junto a ella en el palacio – sin previo aviso paso de largo y salió dejando a aquellos hombres confundidos

Josek miró como Erthe intentaba acercarse al rey, lo tomó del brazo impidiendo su ataque.

-Déjame - amenazó Erthe

-Haces mal, si lo contradices será peor - Erthe tembló, por sus mejillas bajaron lágrimas y su impotencia lo carcomía – Erthe ella estará bien

-Pronto estará junto a ella, se lo juro señor Erthe - Josek hizo una reverencia y salió de ahí dejando a un Erthe desolado.

Ahora la bestia tenía a su reina, quien calmaría sus tristes y solitarias noches.

(…)

La mañana ya había llegado, el rey descansaba calmadamente mientras abrazaba a su ángel fuertemente, se sentía completo, bien y feliz.

Todos en la casa murmuraban sobre la llegada de la joven Minesa, habían quedados sorprendidos al ver al rey entrar en el atardecer con la joven entre sus manos y dirigirse a su alcoba, después no volvió a salir de ahí.

Muchas cosas pasaban por sus mentes, pero de algo si estaban seguros y era que ella era su reina.

Había salido un sol hermoso, los bosques deslumbraban y el viento cantaba alegremente. Aves sobrevolaban por los cielos felices ante aquella bella mañana.

La pequeña se removió suavemente en la cama, abrió sus ojos y miró a su alrededor, ahogo un jadeo al ver aquella habitación. Pulcra, elegante y perfecta. Con el sol alumbrando el lugar, intentó moverse, pero un brazo la sostenía de la cintura fuertemente.

Sus ojos se toparon con el rostro dormido del rey, lágrimas bajaban por sus mejillas, ella tenía miedo cuando recordó aquellos ojos rojos que la observaron con un desconocido sentimiento.

El rey se removió de la cama, abrió sus ojos y se topó con la mirada miedosa de Minesa.

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