Yo nací para quererte romance Capítulo 18

-Señora Amelia vivirá aquí en el futuro -preguntó Raúl con calma, ocultando la decepción en su corazón.

Amelia no esperaba que Raúl preguntara de repente esto. Fue imposible que ella viviera allí. Porque tuvo dos hijos. Si ella viviera allí, ¿quién cuidaría a sus hijos?

Sin embargo, cuando se dio cuenta de la mirada ansiosa de Raúl, no pudo rechazarle. Pensaba, "Este niño debería sentirse muy solo. No tiene madre, su padre no lo amaba, y le faltaba amor."

-Puedo quedarme contigo hasta que te duermas -dijo ella sonriendo. Pensaba, "Debería ser un niño que siempre se siente inseguridad." Al recordar lo mucho que anhelaba el amor maternal después de que su madre y su padre se divorciaran pero su madre nunca regresó, podía entender la soledad que sentía un niño quien carecía del amor maternal.

No pudo evitar pensar en su otro hijo que se había llevado por alguien. Su hijo debería tener la misma edad que Raúl. Sin su mamá al lado, debería sentirse muy solo.

-¿De verdad? Señora debe cumplir su promesa -Los ojos de Raúl brillaban, lo cual demostró que estaba emocionado y feliz en este momento.

Daniel frunció un poco el ceño. Nunca había esperado que su hijo sonriera tan felizmente. La expresión en su carita preciosa era de pura felicidad. Sonreía como un angelito, haciendo todas las cosas alrededor mucho mejor.

Amelia miró a Raúl. Se sorprendió al descubrir que Raúl en realidad tenía un par de dientes caninos salientes, exactamente igual que los de Nicolás. Además, sonreía tal cual como él.

Por un momento, Amelia estaba absorta en la sonrisa de Raúl. Su delicado rostro estaba lleno de satisfacción, y su sonrisa era una de las cosas más bellas en el mundo.

Daniel había estado trabajando en la sala de estar para ratificar unos documentos. Cuando vio a Amelia salir, sus miradas se volvieron un poco complicadas. Pensaba, "Ella realmente sabe llevarse con los niños. Logró que mi hijo escuchara sus palabras."

-¡Adiós, Sr. Daniel! -Amelia llevó su bolso y se fue rápidamente. Ya eran las diez y media. Tuvo que subir al autobús rápidamente. No habría autobús más tarde. Tuvo que tomar otra línea de autobús más tarde. Ella no sabía si podía tomarla.

Daniel miró a Amelia y no dijo nada. Pensó que ella preguntaría si podía quedarse aquí una noche ya que era tan tarde. Si ella lo hubiera dicho, le habría dado el permiso. Sin embargo, ella no dudó en irse.

Cuando Daniel condujo para alcanzar a Amelia, ella ya había subido al autobús. Originalmente, quería regresar, pero estaba un poco preocupado y decidió seguirle. Después de todo, a su hijo le gustaba mucho.

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