"Señora Sánchez, todavía no se ha quedado embarazada".
El destello de esperanza en los ojos de Mariana Sánchez se disipó al instante, y mordiéndose el labio, murmuró con resignación: "...Está bien".
El doctor le devolvió los resultados de los exámenes con una mirada compasiva: "Señora Sánchez, ¿por qué no lo deja ya? Su cuerpo realmente no puede seguir soportando tanto castigo, y aún si se queda embarazada, no hay garantía de que pueda llevar el embarazo a término...".
Mariana se mordió el labio, se quedó callada y sintió un frío glacial en todo su ser.
El doctor estaba preocupado por ella y la llamó un par de veces: "¿Señora Sánchez? ¿Está bien?".
"Estoy bien, te estoy escuchando". Su voz temblaba, y sus labios habían perdido todo color, quedando pálidos.
Al verla así, el médico suspiró profundamente: "Si se va a quimioterapia ahora, todavía hay una posibilidad de que pueda prolongar su vida un poco más".
"No es necesario, necesito quedar embarazada", se levantó y dijo: "Doctor, por favor, recéteme otra inyección para estimular la ovulación, quiero intentarlo una vez más".
El doctor seguía en desacuerdo: "Lleva medio año con esas inyecciones, son hormonas, ¡pueden acelerar el crecimiento de sus células cancerígenas!".
"No importa, hazlo".
"Señora Sánchez, ¿para qué se tortura así?".
"Le agradezco su preocupación".
"Ay...". El doctor no tuvo otra opción que extenderle la receta: "Segundo piso, a la izquierda, ve a ponerse la inyección. Las siguientes 24 horas son el mejor momento para concebir, así que aproveche la oportunidad".
Mariana tomó la receta y agradeció: "Gracias".
...
Eran las nueve de la noche y, aparte de ella, en la casa no había nadie más.
Mariana ya se había acostumbrado a la soledad y el vacío, y ya no tenía tiempo para la nostalgia y el pesar, su vida estaba en cuenta regresiva, no podía darse el lujo de darse un respiro.
Tenía que aprovechar las 24 horas doradas.
Marcó ese número familiar y esperó.
Tut,tut,tut...
Nadie respondió.
Insistió y marcó de nuevo. Iba a intentarlo hasta que él contestara.
La noche estaba clara y la luna estaba tan redonda como un gran plato, esparciendo un brillo plateado en el suelo. Al lado de la luna estaban las brillantes estrellas.
Miguel, si algún día ya no estoy, cuando levantes la vista y veas a las estrellas en el cielo, ¿habrá un segundo en que te acuerdes de mí?
Tuvimos un hijo, era muy dulce y se parecía mucho a ti.
Pero ahora está en la UCI, no se puede mover, con tubos por todo su cuerpo, esperando que yo salve su vida.
Necesito quedar embarazada para tener un segundo hijo y obtener su sangre del cordón umbilical para salvarlo, y mi tiempo... se está acabando...
Tic, tic, tic...
Era el sonido de la cerradura con huella dactilar, ¿había vuelto él?
Mariana se apresuró a aplicarse un poco de lápiz labial frente al espejo, intentando mejorar un poco su aspecto.
"Miguel...". Ella se acercó para recibirlo.
Al siguiente segundo, una fuerza poderosa la agarró y la arrojó con fuerza sobre la cama.
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