Era el día de San Valentín, un día para el amor, pero, de manera irónica, Sofía y Leonardo estaban a punto de divorciarse. Las parejas se agolpaban ante el mostrador de registro de matrimonios, que contrastaba con el del divorcio. Sofía miró un rato el mostrador y sonrió con amargura.
«Bueno, al menos no tenemos que hacer cola. Es un buen día para divorciarse, en cierto modo».
Leonardo tardó en llegar y Sofía lo vio justo al entrar. Sofía se sintió engreída, pues, aunque no fue ella la que propuso el divorcio, al menos no se aferró a él. Por el contrario, incluso estaba contenta de cooperar en este momento. Lo mirara como lo mirara, al menos su dignidad seguía intacta.
Leonardo se acercó a ella y frunció el ceño.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-Bastante tiempo. No esperaba que llegaras tarde. -Sofía sonrió.
Leonardo gruñó.
-Surgió una reunión de emergencia, así que me retrasé.
-Vamos entonces. Aquí no hay cola. -Sofía asintió.
Habían firmado el acuerdo de divorcio, y Leonardo había sido lo suficientemente generoso como para proporcionarle una pensión alimenticia suficiente, así como algunas acciones de la empresa. También le había dado algunas de sus propiedades. Como no tenían hijos, no hubo discusiones en este sentido, así que el proceso se desarrolló sin problemas.
Cuando les quitaron el certificado de matrimonio y lo sustituyeron por el de divorcio, Sofía lo miró durante un rato y se quedó en trance.
«Esto es todo, ¿eh? Tan rápido como el día que estuvimos aquí por nuestro certificado de matrimonio».
El matrimonio y los divorcios eran fáciles, pero el amor no lo era. Sofía sabía que Leonardo nunca la había amado, así que cuando le propuso el divorcio, sólo tardó un momento en aceptar. No tiene sentido tratar de aferrarse a alguien que no te ama. Ella no era ese tipo de mujer.
Leonardo se quedó mirando el certificado de divorcio durante un largo rato, luego se levantó y la miró.
-Es hora de comer, así que vamos a comer algo.
Sofía hizo una pausa y le dedicó una sonrisa.
-Claro, vamos a comer nuestra comida de ruptura. —Leonardo la miró de reojo antes de salir, mientras que Sofía soltó un suspiro antes de seguirlo.
Fueron a un restaurante de cinco estrellas, y Sofía tuvo que admitir que esta comida de ruptura fue fastuosa. Sofía estaba inquieta por el divorcio, pero no quería demostrarlo de manera explícita. Por supuesto, había otra forma de hacerlo, así que después de tomar el menú, se quedó mirando los precios y luego dijo:
—Tú invitas, ¿no?
La camarera se sorprendió.
-¿Está segura? Hay bastantes.
Leonardo estaba encendiendo su cigarrillo y ni siquiera miró lo que Sofía había pedido.
-Sí, y ya puedes retirarte.
La camarera sonrió con torpeza.
—Por supuesto. Por favor, denos algo de tiempo para tenerlo listo.
Leonardo fumó de manera profunda y luego dio una calada. Miró a Sofía durante un rato en
silencio antes de preguntar:
—No me has preguntado porque propuse este divorcio.
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