El apellido White ha sido una carga durante mucho tiempo. Encontrar amigos que sean leales es una tarea difícil, todo el que se acerca a mí desea mi dinero y no mi amistad. Lo mismo pasó con Lily, la mujer que yo amaba.
Lily demostró ser una mujer amable, amorosa y atenta al principio de nuestra relación. Estaba más que dispuesto a cumplir con sus deseos, darle todo lo que se merecía y, sobre todo, darle el título de señora White una vez que heredará todo, pero ella... Me traicionó al irse con un hombre que tenía más de treinta años de diferencia y no solo eso, también se tiró a uno de mis supuestos amigos.
La encontré teniendo relaciones con otro hombre que no era yo después de decirme que estaba embarazada. Yo estaba emocionado por la idea de formar una familia con ella, mi abuelo tenía que aceptarla una vez que le contará la verdad de su embarazo, pero se fue con otro hombre llevando un bebé en su vientre. Hice lo que estaba a mi alcance para encontrarla y descubrir si ese bebé era realmente mío o de su amante. Supo esconderse perfectamente, porque me fue difícil encontrarla. Mi personalidad se hizo más oscura y más violenta desde que ella me traicionó y huyó.
—¿La encontraste?
—No.
—¡¿Cómo es posible que consiguiera esconderse de nosotros?! ¡De nosotros!
—Te lo advierto Jason, controla tu tono de voz conmigo. Yo soy tu abuelo y no cualquier persona a la que puedes simplemente hablarle como se te plazca.
Camino de un lado a otro sin parar. La ira me consumía lentamente y consigue que yo cambie por completo y encierre en un baúl mi lado más gentil. Ya no existía, no podía dejarlo salir a flote como lo hacía cuando estaba Lily.
Con el tiempo descubrí el nombre del sujeto con el que ella escapó y hago mis movidas para hacerlo declarar en bancarrota. Antes de que pudiera ir tras ella, volvió a escaparse y eso me enfurece más de lo que ya estaba.
Había tenido que asistir a una de esas ridículas cenas para los líderes de cada familia. Tener que llevar traje era incómodo y lo odiaba a cada segundo. Intenté por todos los cielos resistirme de no golpear a más de uno.
En uno de los momentos en que pude escapar de la vista de mi abuelo, decido ir hasta el balcón para fumar un cigarro y despejar la mente. Me apoyé en la baranda con el cigarro entre mis dedos y observo a la mujer que parecía estar feliz, puesto a que se iba dando saltos como si fuera una niña de cinco años. Sonrío al ver eso y cuando me doy cuenta de que estaba sonriendo de una manera tonta, borro la sonrisa de mi rostro inmediatamente y vuelvo a mi cara de mala leche.
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