Nuestra vida ahora era diferente, muy diferente a como fue desde que nos conocimos.
Zoe era feliz al tener a Mía como su hija, comenzamos a pasar más tiempo juntos. Me hice cargo de la empresa y todo iba bien. Estábamos muy felices, incluso cuando supimos que tendríamos a nuestro segundo hijo lo éramos más. Siendo sinceros, este bebé que venía en camino era el primero que tendríamos ella y yo, me refiero a que lleve nuestras sangres. Ella ha sido una madre estupenda para Mía y sabía que también lo sería para el nuevo bebé.
Yo ansiaba que fuera un niño, quería jugar al fútbol con él y hablar de cosas de hombres. Pero desafortunadamente, Dios ha ordenado que sean solo mujeres en nuestra familia. Admito que estaba un poco triste por no tener un varón, pero estaba feliz por ser padre de nuevo sin importar que era una niña la que vendría a este mundo.
—Puedes enseñarle a jugar fútbol a una de nuestras hijas, no te desanimes.
—Tienes razón, pero podemos intentar tener más hijos.
—Estás demente. Ya tenemos dos.
—Tenemos suficiente dinero para mantener a un batallón.
—No pienso dar a luz a un batallón, estás muy mal de esa cabezota que tienes.
—¿Cinco?
—No.
—¿Tres?
—No.
—¿Uno?
—Olvídalo. Tendremos más precaución de ahora en adelante.
—No está mal que tengamos más hijos. Somos esposos.
Le enseño el anillo que había en nuestras manos y ella me sonríe.
—Ya lo sé, pero es muy pronto para pensar en tener más hijos. Ya tenemos dos niñas muy hermosas.
—Y soy feliz por eso, pero...
—Pero quieres un niño, lo sé y lo entiendo, pero debemos ser pacientes. Llegará cuando deba llegar y no será por ahora, no llevo mucho tiempo de haber dado a luz y ya me quieres hacer dar a luz otro hijo.
—¿Un año está bien para ti?
—Jason no sigas insistiendo, no lo conseguirás. Ya te lo dije, llegará cuando tenga que llegar. No lo decidimos nosotros y aunque queramos, espero que nos sorprenda como pasó con nuestra hija.
—Está bien, tú ganas. Esperaremos... Un año.
Ella se ríe para no discutir conmigo, pero sabía que sería pronto porque me iba a encargar de que pasará.
El tiempo siguió pasando. Fui testigo de cómo Zoe se supera a sí misma y eso me enorgullece.
Cuando tuvimos nuestra tercera hija, su abuela falleció. La única familia que le quedaba eran nuestros hijos, mi abuelo y yo. La acompañé en su duelo y poco a poco lo fue superando hasta que ya no era tan doloroso para ella el haberla perdido.
—Sabes... Mi abuela solía decirme «Zoe, la sangre no los une, pero el amor sí» La extraño.
—Lo sé, cariño.
—Pero ella tiene razón. La sangre no nos une a las personas, el amor sí. No necesitas llevar la misma sangre de alguien en tus venas para que te aprecien por quién eres realmente, no la necesitas para formar una familia. El amor te ayuda a superar muchas cosas y que mejor que la sangre.
Sus palabras me dejan pensando un poco y al final le encuentro el sentido. Nuestras vidas continúan y nada va a cambiar, al menos por ahora.
El tiempo transcurre demasiado rápido, nuestras hijas estaban creciendo. Lisa ya tiene dos años y es la menor, Nelly tiene casi cuatro años y Mía tiene casi siete años. Pronto sería el cumpleaños de Zoe y quería lucirme. Sin embargo, lo he estropeado todo. Quería que ella fuera feliz siempre, quería recompensarlas por todo el daño que he causado, pero he sido un completo idiota.
—Te irás de casa, no regreses.
—Zoe, por favor, déjame explicarte...
—¡No! Quiero te vayas y no vuelvas.
—Zoe...
—¿Sabes qué es lo que más duele cuando te lastimas a la persona que más amas? Las promesas jamás cumplidas y las palabras jamás dichas. Prometiste cuidar de tu familia. Prometiste estar para nosotras. Prometiste amarme. ¡Tú hiciste promesas que rompiste! Y no tuviste el valor de decirme la verdad... Tienes que irte Jason, porque verte me duele... Duele tanto que solo tu presencia me lastima más de lo que te imaginas.
Sus ojos y sus lágrimas reflejaban dolor. Mucho dolor. Y yo he sido el causante de esto.
No tuve más remedio que empacar mis cosas e irme de casa por una temporada. Me hospedé en una de las casas que estaba a nombre de nuestra familia mientras encontraba la manera de que Zoe me perdonará. Llevaba dos días bebiendo sin parar y Kevin vino a verme.
—¿Qué hiciste, Jason?
Pregunta Kevin, mi único amigo y mi abogado, mirando el desorden que había causado en la sala.
—Fui un imbécil.
Respondí muy despacio por la borrachera que tenía.
—Exactamente, ¿qué hiciste?
—Tirarme... a la secretaria y... Me arrepiento.
—Creí... Creí que amabas a Zoe.
—Y la amo.
—Entonces, ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué serle infiel cuando su relación era perfecta?
—Me dejé llevar por mi lado oscuro.
Él no parecía entender por qué lo hice y de todas maneras no le he contado qué me llevó a hacerlo.
Kevin toma asiento y se sirve una copa para él y una para mí.
—¿Vas a contarme por qué tomaste la decisión de hacerle eso a Zoe?
—Fui un imbécil.
—Eso ya lo sabía, pero no responde a mi pregunta.
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