Amor inesperado romance Capítulo 4

Clarisa había querido rechazarlo, pero su voz la abandonó cuando sus ojos se encontraron con la afilada mirada de Matías. Elida, en cambio, aplaudía de alegría.

—Qué bien, Tío Mati. Está decidido entonces.-

El instinto le indicaba a Clarisa que había algo peligroso en su mirada cuando él torcía los labios. Se armó de valor, quiso rechazar su oferta de nuevo, cuando sonó su móvil.

Matías se levantó y se fue a trabajar después de contestar la llamada. Una vez terminada la conversación, Clarisa languideció por completo y se desplomó contra Elida en el sofá.

-¿Por qué has dicho eso? ¿Tanto me odias?

Elida se rio a carcajadas.

-Mírate, te has puesto tímida. Mi tío es tu tío. No hay nada de qué avergonzarse. Ya le daremos algo a cambio cuando te encuentres un hombre.

Clarisa se levantó; sus ojos se desorbitaron.

—¿Acaso se trata de eso?

-¿O entonces cuál es el punto?

«La cuestión es que, ¿cómo podría conseguir que me presentara a un hombre después de haberme visto sólo con una toalla de baño y de lo que le hice cuando estaba drogada?».

Sin embargo, Clarisa mantuvo esos pensamientos para sí misma. No era algo para sentirse orgullosa.

Esa noche se quedó con los Tamayo por insistencia de Elida. Los padres de ésta conocían a Clarisa porque era la única amiga decente de Elida en la universidad, y les caía muy bien. Debido a que Matías no regresó esa noche, y a la habilidad natural de Clarisa para llevarse bien con la gente mayor, su estancia con los Tamayo resultó cómoda.

Sin embargo, Clarisa no pudo conciliar el sueño. Se levantó de la cama en plena noche y bajó a la sala de estar, mientras pensaba en su madre y en los González.

Nunca fue una persona inquieta. Si los González la trataban como una tonta, se dejaría llevar por la corriente y los ignoraría.

Mientras estaba sumida en sus pensamientos, una oleada de sueño la invadió. Estaba a punto de dirigirse a las escaleras cuando una figura alta y oscura casi la hizo gritar.

—¿Quién es? —El corazón de Clarisa se desplomó cuando vio a Matías, vestido con ropa informal, salir de entre las sombras.

«¿Cuánto tiempo llevaba ahí parado?».

—Siento molestarlo, Tío Matías. —Clarisa se dirigió así a él a propósito, pues quería alejarse cuanto antes de aquella incómoda situación-. Sólo he bajado a tomar algo y ahora voy a la cama. Buenas noches.

Él ignoró la sorpresa en su rostro, se acercó al sofá y se sentó como si estuviera acostumbrado a ser atendido. Impotente e incapaz de negarse, Clarisa fue a la cocina y le sirvió un vaso de agua antes de volver al salón. Iba a dejar el vaso, pero Matías ya había alargado la mano para tomarlo. Sus dedos se tocaron. Clarisa retiró la mano de golpe. No se atrevió a mirarlo.

-Bueno... Volveré a la cama entonces.

Clarisa estaba aún más ansiosa. Al darse la vuelta, la profunda voz de Matías sonó detrás de ella.

-Sólo tiene que decir la palabra si alguna vez necesita ayuda, Señorita Quiroz. Puedo echarle una mano.

«¿Qué se supone que significa eso?».

-Gracias, Señor Tamayo, pero estoy bien. Que descanse bien y buenas noches. —Subió las escaleras y regresó a su habitación, con el corazón palpitando de forma frenética.

Mientras tanto, Matías seguía en la sala de estar; pensaba en todo lo sucedido.

Clarisa es una joven atractiva. ¿No es demasiada casualidad que haya aparecido ante mí y que sea la mejor amiga de Elida? ¿Acaso intenta acercarse a mí o a los Tamayo?

Ja, sus verdaderas intenciones se revelarán muy pronto.

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