Amor obstinado romance Capítulo 18

En ese momento, Guillermo se rio por lo bajo.

—Si no fuera por usted, ni se me ocurriría seguir con este proceso. —Pero no se refería a eso en particular.

Por supuesto, ella comprendió de inmediato a que se refería, así que dejó el vaso y evitó mirarlo.

—No se preocupe, señor Domínguez. Si no fuera por la demanda y el banquete, no trabajaríamos juntos.

Sorprendido, el hombre abrió los ojos de par en par, ya que ella no diría eso con tanta firmeza si no estuviera segura de ello. Era evidente que no quería hacerlo y, si él no la hubiera buscado, su plan con Gabriel sería en vano.

—Puedo decirle sin rodeos que no seguiremos trabajando juntos cuando terminemos con esto. —Elisa ignoró a Guillermo, tomó los cubiertos y continuó comiendo.

Él la observó mientras esperaba que hubiera algún fallo en su actuación y se rio entre dientes.

—Tal y como lo esperaba de la enigmática, señorita Iris. Nunca supe quién era Elisa Benedetti. La persona que conocí y con la que espero trabajar juntos es nada menos que Iris.

Elisa arqueó una ceja y se quedó callada. Él podía decir lo que quisiera y a ella no le importaría porque no sentía nada por él. Además, durante los últimos tres años ya había sentido toda la tristeza que una persona podía sentir por un hombre. Lo había dado todo y nunca volvería a sentirse así; viviría su mejor vida.

En cuanto Gabriel volvió a la habitación, prendió un cigarrillo tras otro. Antes, por respeto a Linda, se esforzaba por no fumar cerca de ella, pero, ese día, eso era lo que menos le importaba.

Linda se consideraba una persona bastante tranquila, pero ya empezaba a inquietarse, dado que podía darse cuenta de que Gabriel estaba preocupado por Elisa. La joven respiró hondo, pero, de algún modo, se ahogó y tosió. Tras lo cual, Gabriel la miró y apagó el cigarrillo sin decir una palabra.

—Estoy bien, Gabriel. Solo me ahogue un poco, pero no fue por el cigarrillo. Continúa, no me hagas caso.

Él recordó de pronto una voz que decía: «¡Fumar es malo para ti! Cariño, deberías dejarlo ahora antes de que te vuelvas adicto». De repente, se sintió irritado.

—Solo fue por mi torpeza. Vete si tienes que ir a algún lugar. No te preocupes por mí.

—Te llevaré al hospital.

Cuando él se acercó para ayudarla a levantarse, Linda le tomó la mano.

—Gabriel, de verdad. Estoy bien...

—¡No! No lo estás. Tienen que hacerte un chequeo. —La tomó en brazos y se marchó mientras ignoraba lo que ella quería decir.

Linda sonrió para sus adentros; sin embargo, cuando salían se encontraron con Guillermo y Elisa.

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