Gabriel se sobresaltó, entonces, Elisa aprovechó la situación, se soltó y levantó la pierna para darle una patada; sin embargo, él la esquivó y comenzó a palpitarle la vena de la frente.
—¡Elisa Benedetti! —gritó. Nunca pensó que llegaría el día en que le enseñaría los colmillos.
—Siento haberte hecho esperar, pero no hay nada que hacer —dijo mientras sonreía con satisfacción, luego, se dirigió a la puerta.
La venas comenzaron a palpitarle con más fuerza, pero, esa vez, no la detuvo. Esa Elisa era muy diferente a la que él conocía, de hecho, la mujer con la que había estado casado los últimos tres años era una fachada. ¿Acaso había decidido dejar de lado todo tipo de cordialidad dado que no había ningún beneficio para ella? Seguro tramaba algo y él no cambiaría de opinión solo por eso.
La observó mientras ella colocaba la mano sobre el picaporte, pero no abrió la puerta, en su lugar, posó la mano con suavidad sobre este y se volvió lentamente hacia el hombre. Gabriel sonrió satisfecho, ya que sabía que estaba jugando. «¡Qué mujer tan astuta!».
Sin embargo, Elisa lo miró con indiferencia y dijo:
—Si el señor Weller de verdad pensaba en los intereses de la familia, entonces date prisa y concreta el divorcio. No me contactes a menos que sea por el acta. Separémonos en buenos términos. —Luego, salió sin mirar atrás.
Mientras se marchaba, vio de reojo una figura que se acercaba y, aunque esta se movía con bastante rapidez, se dio cuenta de que era Linda por el color de su vestido. Sonrió con satisfacción y volvió a su habitación.
Guillermo vio el rostro despreocupado de Elisa y sonrió.
—¿Por qué tardó tanto?
Ella apartó una silla y se sentó.
—Vi una mosca y estuve algo de tiempo intentando deshacerme de ella.
Gabriel pasó por delante de su puerta justo cuando ella decía eso y, al oírla, su rostro se ensombreció aún más.
¿Acaso el llevarla allí era una prueba? Una prueba para averiguar sobre su relación con Gabriel y ver si él la había enviado como espía.
Esa era la primera vez que le sucedía algo así; nunca había pensado que pudiera tener un papel tan importante y que alguien la valorara tanto.
Guillermo negó con la cabeza con exasperación.
—De verdad es muy lista.
Elisa le devolvió la mirada sin decir nada. Era como ella pensaba, no era casualidad que se encontraran allí con Gabriel y Linda. Él lo había preparado para ver cuál era su reacción ante esa situación.
—Usted se acercó a mí por esta demanda. Yo no he iniciado este proceso y, si no fuera por mí, no tendría ninguna posibilidad de ganar este caso. Lo sabía desde el principio —le dijo ella con despreocupación.
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