Vicente no soportaba la vergüenza de perder la carrera. ¿Cómo podía perder contra una mujer con tantas personas mirando?
—Solo es dinero. Tengo más de lo que necesito —murmuró Vicente y Raquel resopló—. Recuerda muy bien esto: tarde o temprano, será mío —declaró.
—Sigue soñando —espetó la mujer.
Vicente se alejó enfadado. Raquel estaba de muy buen humor y tomó la mano de Elisa.
—Vamos, querida.
Elisa la siguió sin decir una palabra y ambas se subieron al auto.
—¿Vamos a comer? ¿Tienes que prepararle la cena a tu esposo? —le preguntó Raquel con las manos en el volante.
Elisa vaciló antes de responder:
—Salgamos a comer.
La otra mujer estaba a punto de poner en marcha el auto cuando se paralizó de la sorpresa.
—¿En serio? —La miró fijo. Elisa asintió y Raquel la miró con los ojos abiertos de par en par—. ¿Hablas en serio? No estás bromeando, ¿verdad? Cada vez que te invitaba a cenar, no podías porque tenías que prepararle la cena a tu esposo. Me decías lo mucho que querías estar en casa y ser una buena esposa. No podías quedarte afuera hasta tarde ni podías quedarte a dormir en mi casa. ¿A qué se debe este cambio repentino?
Elisa frunció los labios molesta, dado que se detestaba por haber perdido tanto tiempo con Gabriel.
—¿No te trata bien? —le preguntó Raquel preocupada al percibir que algo andaba mal.
Su amiga negó con la cabeza.
—¿Vamos a tu casa a cenar?
Al notar que Elisa intentaba cambiar el tema de conversación, Raquel la tomó de la mano.
—Dime la verdad, ¿qué sucedió? ¿Discutieron? ¿Cómo pudo tratarte así?
Elisa se rio entre dientes.
—Habrías dado tu vida por él; lo amabas demasiado. ¿En verdad se divorciaron? —La miró incrédula.
Elisa estaba callada, pero su silencio era una respuesta y Raquel le creyó; casi se estremece de la felicidad.
—¡Excelente! De acuerdo, esta noche vamos a celebrar tu reciente libertad.
Elisa esbozó una pequeña sonrisa.
—¿No deberías consolarme?
—Déjame decirte algo, ese hombre nunca te mereció. Intenté hacerte entrar en razón para que te divorciaras de él hace años. Debe ser el soltero más codiciado de la ciudad, pero eso no significa que todas estén enamoradas de él. Debiste haberlo dejado cuando te diste cuenta de que no sentía nada por ti, en lugar de prolongar la relación —le espetó Raquel.
La otra muchacha parpadeó sorprendida. «Es cierto… Raqui intentó convencerme para que me divorciara hace mucho tiempo».
—Tienes razón. Por fortuna, eso ya es parte del pasado. —Se rio por lo bajo.
—Vamos, date prisa. Decide a dónde vamos. Llamaré a algunos de nuestros amigos. Esta noche iremos a celebrar.
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