Amor obstinado romance Capítulo 23

El hombre se preguntaba quién sería el increíble piloto de carreras que Raquel llevaría, pero ¿se trataba de otra mujer? «Qué aburrido».

Raquel se rio con disimulo. «Maldito i*bécil. ¿En verdad cree que Elisa es una corredora aficionada? Que espere y verá; lo destruirá por completo».

—La llamé a ella para que me ayude. Será mejor que tengas cuidado.

—¡Oye! No nací ayer. No seas mala perdedora, Raquel. Te di una segunda oportunidad y la desaprovechaste al traer otra mujer.

Elisa se dio la vuelta para ver a quien hablaba; era un hombre atractivo que tenía un cigarrillo en la comisura de la boca. Ella frunció el ceño, ya que se trataba de Vicente Saldivar. Era uno de los amigos cercanos de Gabriel y un abogado prometedor que algunos llamaban la versión mejorada de Iris. Sin embargo, ese día, ella había cambiado la forma de vestirse y de maquillarse, así que Vicente pensó que tenía algo que le resultaba familiar, pero no la reconoció.

—¿Qué tiene de malo que sea una mujer? ¿Acaso no puede conducir? Deja de ser tan machista —replicó Raquel.

—Está bien. Dense prisa; no tengo tiempo para estar aquí todo el día —comentó él, luego, apagó el cigarrillo y se subió al auto.

Raquel se volvió hacia Elisa y elevó las manos en el aire para alentarla.

—¡Vamos, Elisa! No puedo esperar a que les demuestres quién manda.

La mujer sonrió con suficiencia y se subió al auto. El iniciador de la carrera los había estado esperando y les indicó que fueran a sus lugares cuando vio que estaban en sus autos. Ambos vehículos salieron a toda velocidad en el instante que bajó los brazos. Sin embargo, Vicente no se lo tomaba en serio o, mejor dicho, no se tomaba a Elisa en serio. «Puede que sea una carrera, pero será un juego de niños».

El auto de Elisa salió como un relámpago y, en un abrir y cerrar de ojos, había desaparecido.

—¡Sabía que podía contar contigo! —exclamó Raquel.

Los espectadores se quedaron atónitos.

—¿Ese era el señor Saldivar?

El hombre estaba deprimido.

—¡Maldita sea! Fui demasiado descuidado. Perdí, así que le daré a Raquel lo que le prometí, pero quiero revancha —le rogó a Elisa con seriedad.

—Ella no es alguien a quien le puedas pedir simplemente una revancha —se burló Raquel.

—Lo siento, pero tengo que irme —dijo Elisa con calma.

Raquel tiró de la mano de su amiga y le sonrió a Vicente de forma provocativa.

—¡Transfiéreme el dinero! Créeme cuando te digo que no deberías jugar conmigo. Si piensas hablar con ella, me aseguraré de que ni siquiera tu madre pueda reconocerte.

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