Amor obstinado romance Capítulo 34

—Cuando llegue el momento, lo sabrán.

—¡Qué demonios! ¿Todavía me consideras un amiga íntima?

—¡Claro que sí! Por eso, voy a cocinarte esta noche.

—¿En serio?

Raquel era una apasionada de la comida y Elisa una cocinera brillante, así que esta consiguió desviar la atención de su amiga cuando se ofreció a cocinar la cena.

—¡Sí!

—¿Puedo pedir panceta de cerdo estofada, pescado agridulce, albóndigas fritas...? —Raquel siguió y pidió ocho platos.

—¿Eres capaz de comer tantos platos? —preguntó Elisa sonriendo.

—¡Claro que sí! Soy una persona que come mucho.

—Claro, claro.

Siguieron charlando mientras caminaban de vuelta a casa. Mientras preparaban los ingredientes en la cocina, sonó el timbre.

—¿Quién es? ¿Le diste a alguien más esta dirección? —preguntó Raquel confundida.

Elisa frunció el ceño porque además de Gabriel y Linda, solo Raquel conocía ese lugar. Aunque Guillermo conocía el barrio en el que vivía, no sabía el número exacto de su casa, así que supuso que no era posible que fueran Gabriel ni Linda. Dejó las verduras que tenía en la mano y se secó las manos con una servilleta.

—Iré a ver quién es.

Raquel también fue, perpleja, y, cuando vio a la persona a través de la cámara, se quedó boquiabierta.

—¡Dios mío, es Guillermo Domínguez!

Elisa se quedó sin palabras. Pudo verlo con dos bolsas de regalos en la mano. Dado que había encontrado su casa, debía ir preparado, así que Elisa no tuvo más remedio que abrir la puerta.

—¿Está cocinando? —Guillermo se sorprendió al verla con un delantal.

Elisa asintió y lo miró confundida.

—Ha estado con innumerables mujeres y seguro tiene buen gusto para los detalles —respondió Elisa con calma luego de fruncir los labios.

Él levantó las cejas y no le molestó en absoluto el sarcasmo de Elisa; en su lugar, preguntó con una sonrisa amable:

—¿Puedo quedarme a comer?

Raquel se quedó boquiabierta y miró con desconfianza a Guillermo, cuya mirada estaba fija en Elisa. «Parecen estar muy familiarizados entre sí». Luego, volvió a mirar a Elisa porque, aunque no podía saber qué ocurría con exactitud, sabía que había algo extraño entre ellos. Así que decidió observarlos desde un costado. «Elisa al fin se liberó de ese imbécil y ahora no sale con nadie. Salir con un hombre atractivo como el señor Domínguez podría ayudarla a aliviar su angustia».

—Claro, seguiré cocinando. Por favor, tome asiento —dijo Elisa en voz baja sin rechazar la petición.

—Permítame que la ayude. —Se desabrochó los puños y se arremangó.

Raquel se quedó boquiabierta mirando su interacción. «¿Por qué tengo la sensación de que lo siguiente que van a hacer es quitarse la ropa?».

Guillermo se puso a lavar las verduras que Elisa lavaba hacía un momento.

—Avíseme si puedo hacer algo más —dijo él con una sonrisa y un aspecto amable.

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