Asher tuvo que moverse rápido para mantener a Blair sentada en aquella cama o para al menos asegurarse de que si se iba a desmayaba no se lastimara aún más.
Al otro lado del teléfono solo se escuchaba un silencio roto por los gritos y las órdenes lejanas de la policía, murmullos ahogados y la respiración pesada de Sebastián, que tenía el corazón acelerado.
Mientras, la puerta del cuarto de hospital se abría y entraba Adaline con el rostro desencajado. No podía participar en las búsquedas, así que el único lugar que le quedaba para esperar era aquel hospital, esperar y rezar a Dios porque llevaran allí a su hijo.
—¡¿Qué está pasando, Asher!? ¡Dime qué es lo que está pasando! ¿Por qué tu padre no quiere hablarme?
—Mamá...
—¡Habla, te digo!
—Están esperando... —murmuró el muchacho con los ojos húmedos—. Encontraron un cuerpo en el recodo del cedro, lo están sacando ahora para ver si es él.
Adaline ahogó un grito llevándose las manos a la cabeza y de inmediato se giró hacia Blair, apuntándola con aquel índice acusador.
—¡Todo esto es tu culpa! ¡Todo es tu culpa! ¡Mi hijo estaba contigo! ¡¿Por qué demonios mi hijo estaba contigo?! —le gritó desquiciada mientras Asher intentaba contenerla—. ¡Se suponía que ibas a ir sola..!. ¡Dijiste que ibas a ir sola!
—¡Mamá, basta! ¡Fue un accidente, nada de esto es culpa de Blair! —exclamó su hijo y quizás en cualquier otra situación todos habrían puesto más atención a las palabras de Adaline, pero en ese instante los tres estaban demasiado obcecados con la posibilidad de perder a Nate.
" Asher, Asher!" escucharon gritar a Sebastián por el teléfono y Blair lo tomó con manos temblorosas.
—Estamos aquí... —susurró con voz entrecortada—. Estamos aquí, Sebastián...
"¡No es él!” avisó el muchacho y Blair ahogó un sollozo de alivio. “¡No es él, no es él! ¿Dónde está mi hermano?
—¡Aquí, Sebas, dime...!
—Fue el señor Brosquetti, el que estaba del otro lado de la cerca, ¿te acuerdas?
Y claro que lo conocían, porque era un señor que vivía en uno de los lindes con su hacienda.
—Dios, es una tragedia —murmuró Asher, pero al menos aquella tragedia no tenía nada que ver con Nate.
La búsqueda siguió y a medida que las horas pasaban, todos se desesperaban aún más. La noche cayó sobre ellos, Adaline daba vueltas desesperada por las salas externas del hospital y Asher no se separaba de Blair y de la niña ni un segundo.
—Vete con ellos —le suplicó Blair cuando llegó la medianoche y no había ni una sola noticia—. Otro par de ojos, un par de ojos frescos pueden hacer la diferencia. ¡Por favor, Asher, ve con ellos...!
—No voy a dejarte aquí sola...
—¡Pero es tu hermano!
—¡Y tú eres su mujer y Nathalie es su hija! Si Nate está bien, me arrancará la cabeza cuando le diga que las deje solas.
—¡Pero alguien tiene que hacer algo! ¡Por favor, Asher, tienen que hacer algo, tienen que encontrarlo!
Blair ni siquiera sabía cómo expresar toda aquella desesperación, solo quería que lo encontraran, solo quería que se lo devolvieran, porque sí, era un poco animal... ¡bueno, bastante!, pero ese animal había hecho algo que ninguna otra persona había hecho jamás: poner su vida y la de su hija por encima de la suya.
—¡Por favor...! —sollozó y como si fuera una respuesta a sus súplicas, el teléfono del muchacho comenzó a sonar.
—¿Tienen algo? —preguntó angustiado y le contestó Elijah.
—Tenemos a alguien. Y acaba de llegar. Es Ranger.
—¿Ranger? ¿Cómo se enteró?
—Al parecer ya estaba en camino, está preparando una de las todoterreno para salir también.
—¿Qué está pasando? —lo increpó Blair.
—Ranger llegó. Es el mejor amigo de Nate.
—¡Sí, lo sé, lo sé!
—Por supuesto, este... sabes que Ranger estuvo en el ejército, es un buen rastreador, si alguien puede encontrarlo, es él.
Y aunque Blair no lo supiera, la familia conocía a Ranger Wallis lo suficiente como para poner sus esperanzas en él.
—Dos reflectores sobre la todoterreno. ¡Vamos, muévanse! —les ordenó a los peones, que de inmediato se pusieron a trabajar.
Se había bajado de aquel avión renegando porque Nate no le contestaba el teléfono, pero apenas había pasado por aquel puente, había visto a las patrullas de policía y enseguida le habían informado del accidente.
No había pasado ni un minuto antes de que se sumara a la búsqueda y lo llevaran hasta el recodo del cedro, donde se habían concentrado por última vez las partidas de hombres.
—La zona baja de la sabana —murmuró Matt.
—Así es. Por eso nadie más que nosotros puede entrar ahí, una zona baja anegada en agua y decenas de todoterrenos metidas ahí en la oscuridad, es una garantía de que alguien pueda atropellarlo incluso sin querer.
Matt asintió en silencio y bajo las instrucciones de Ranger se ocupó de enfocar aquellos reflectores en la dirección que él le pedía. Jamás había tenido idea de cuán difícil era seguir un rastro en medio de la noche, y menos había creído que podía seguirse dentro del agua, lo único que esperaba, por lo único que rezaba, era porque su hermano estuviera bien, porque estuviera a salvo.
La oscuridad solo estaba rota por aquellos reflectores. Los corazones palpitaban desbocados en el pecho de cada hombre, y la vista de Ranger era aguda mientras la pasaba metódicamente sobre la sabana llena de agua.
Una milla, dos, a medida que las llantas se enterraban más en el lodo, los dos sabían que menos esperanzas quedaban.
De repente, Matt se agarró de uno de los tubos de los costados cuando aquel giro con frenazo incluido lo estampó contra el asiento, y solo vio a Ranger lanzarse de la camioneta.
Lo siguió aterrorizado y de repente se dio cuenta de lo que había enfocado el reflector.
Un cuerpo, el cuerpo quieto de Nate, con esa chaqueta que a pesar de la suciedad perfectamente reconocible. Estaba de lado en un charco bajo de agua y la posición de su brazo izquierdo era completamente antinatural.
Pero Ranger ni siquiera titubeó al darle la vuelta y alumbrarlo con la linterna.
Sus dos dedos fueron a buscarle el pulso en el cuello y suspiró aliviado cuando se dio cuenta de que respiraba.
—¡Está vivo, está vivo! —le gritó a Matt—. ¡Llama a tu padre! ¡Que tengan la ambulancia lista! ¡Tenemos que trasladarlo ya, vamos!
Golpeó la cara de Nate lo más levemente que pudo y lo vio abrir los ojos casi sin poder.
—¡Joder…! ¿Ya me morí?... —susurró con agotamiento y Ranger sonrió.
—Todavía no, princeso. Ya sé que yo sería tu paraíso, pero estás bien vivito, ¡y procura quedarte así! ¡Matt, ayúdame!
Su hermano llegó corriendo, guardando el teléfono por el que acababa de avisar, y la única mano de Nate que en aquel momento servía lo agarró de la camisa con fuerza con un gesto de súplica.
—¿Nathalie? ¿Nathalie y Blair? ¿Dónde... cómo...? ¡Por Dios, dime que están….!
—¡Nate!
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