BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 33

¿En qué momento había pasado eso? La verdad era que no tenía ni la menor idea. No había visto ninguna de esas marcas en la semana después del accidente. Entonces, ¿quién la había agarra tan fuerte como para provocarle aquello?

Cinco manchas oscuras y solo le llegó a la cabeza un momento cuatro días atrás, cuando ella no quería hacerle aquella pregunta y él la había detenido antes de que se fuera.

—¿Fui yo, Blair? ¡No me digas que fui yo, por Dios! ¿En serio te agarré tan fuerte?

La muchacha pasó salida porque sabía que no, y que aquellas marcas tampoco eran normales, que se le quedaban hematomas en la piel con facilidad como otra de las consecuencias de su enfermedad.

—¡No, claro que no! ¡No me agarraste fuerte!

—Entonces, ¿por qué se puso así?

—Es por... por lo mismo que te dije de la nariz, ¿no recuerdas que el doctor te lo dijo también cuando estábamos en el hospital?

—La nariz? Sí...

—Sí, recuerda el doctor te dijo —enfatizó ella—. A veces me sangra la nariz y a veces me salen algunos hematomas. Solo es la piel sensible, no tienes que asustarte por eso.

Lo último que quería era que a aquella hora Nate se pusiera a buscar a un médico o a preguntar por eso.

—Bueno...

—Ya, vamos a elegir el vestido, no te distraigas —le dijo precisamente con la intención de distraerlo y Nate asintió, pensando que quizás no era nada, pero cuando se trataba de ella últimamente estaba nervioso por cualquier cosa.

Juntos eligieron un hermoso vestido, absolutamente tapado, y nada, nada coqueto, porque con las curvas de aquella mujer ya bastaba para suficiente coquetería.

—Solo me falta la cofia y seré una monja.

—Pues sí, pero serás una monja muy elegante y muy fina.

A la noche siguiente, apenas llegó la señora Margo, los dos salieron con rumbo al hotel donde se iba a realizar el evento. Nate sabía que a veces solían extenderse más allá de lo necesario, y sacó una habitación porque prefería tener un lugar donde quedarse a dormir, ¡porque si a algo no estaba dispuesto era a correr el riesgo de otro accidente!

La suite tenía dos habitaciones, y cada uno fue arreglarse por separado, pero cuando finalmente se reunieron en la sala, Blair tuvo que pasar saliva y disimular porque él realmente se veía demasiado guapo.

A sus treinta años, Nate era uno de los magnates más jóvenes del país, y era guapo para él y para regalar.

Nate carraspeó cuando la vio de nuevo en aquel vestido, porque se suponían que no emocionara ni a sus pantuflas de conejo, pero la verdad era que ese desaliño natural de aquella mujer cambiaba mucho cuando se arreglaba, y estaba más hermosa de lo que Nate la había visto jamás.

Por supuesto que su llegada al evento causó sensación. Era la primera vez que el CEO Vanderwood llegaba a cualquier el evento social en Nueva York con una mujer. Cada una de las cámaras estaba enfocada en ellos, y nadie se molestó en averiguar si eran pareja, simplemente lo dieron por sentado, al menos de parte de la prensa, porque una de las cosas que le hizo hervir la sangre a Nate fue que nada menos que su competencia la invitara a una copa.

—La mejor champaña del país. ¡Yo invito! —Se acercó a aquel hombre en el breve momento en que Nate tuvo que ausentarse para hablar con uno de los socios—. Charles Gardiner a su servicio —dijo entregándole la champaña a Blair y Nate se mordió el labio porque, aunque quería arrancarle la cabeza, la respuesta de la muchacha lo descolocó.

—El servicio ya lo tengo y muy bien hecho, señor Gardiner, y en cuanto a la champaña, es gratis. Así que daré por hecho que me la invita mi pareja, que fue quien me trajo aquí.

“¡Y así, damas y caballeros, es como se pone en su sitio a un playboy arrogante en cinco segundos!”, pensó Nate con satisfacción, sin embargo, no estaba preparado para la insistencia de Charles.

—Pues yo no veo a su pareja por ningún lado —sonrió el tipo con sorna.

—Pues sus problemas de la vista son asuntos suyos, señor Gardiner. Basta con que yo lo vea y está ahí, justo detrás de usted. Posiblemente preguntándose por qué demonios está usted tan impertinente con su cita de hoy, ¿no es así, cariño?

Nate se dio la vuelta y le dirigió una mirada de satisfacción porque los dos sabían que, sin importar donde él tuviera los ojos, que ese oído atento estaba puesto en ella en todo momento.

—Exactamente, cariño. Yo tampoco entiendo cuál es la insistencia. ¿Estás aburrido, Charles? ¿Ya te dejo tu cita?

El hombre le sonrió con satisfacción, era obvia la rivalidad entre ellos, pero hasta aquel momento siempre había sido en cuestión de negocios y solo en ese aspecto.

—Soy insistente porque estoy viendo sola a la damisela, no deberías dejarla...

—La damisela no necesita escolta, créeme, sabe valerse muy bien por sí misma y no está sola, yo estoy justo aquí. ¿Algo más que necesites?

—Más amabilidad —replicó Charles con sarcasmo—. No me culpes a mí. Tú sabes tan bien como yo que las mujeres son como las reses, si no están marcadas, entonces no tienen dueño —sentenció besando la mano de Blair antes de que ella pudiera retirarla y le tocó el dedo anular como una muestra de que no llevaba ningún anillo de compromiso.

—¡¿Serás idiota?! —gruñó Nate como molestia, pero antes de que pudiera hacer el primer gesto, Blair se puso frente a él y lo detuvo.

—Va a ser que tiene razón, cariño. Eso lo resolvemos mañana en Tiffany's, ¿verdad? —le dijo con un guiño haciéndolo sonreír.

—Por supuesto que sí —aseguró él pasando un brazo alrededor de su cintura y llevándosela de allí.

—Muy bien controlado, estoy orgullosa de ti —aseguró Blair y Nate le puso los ojos en blanco.

—Yo soy una dama distinguida.

—Pues distínguete en otro lugar —le sonrió Blair mientras su mano iba directamente a la bragueta de Nate, haciéndolo dar un respingo—. Porque resulta que en esta zona las distinciones están cubiertas. ¡Chu, chu!

La mujer frente a ellos estaba a punto de ponerse histérica, y Nate tuvo que ahogar la risa tomando a Blair de la mano y llevándosela de allí.

Se escabulleron corriendo hasta el ascensor porque realmente ya ninguno de los dos quería permanecer en la fiesta, y la escuchó rezongar durante todo el camino a la suite.

—¡Es que es una fresca! —exclamó, lanzando el pequeño bolso sobre el sofá.

—Lo mismo que el cabrón de Charles. ¿Ves? ¡aquí todo el mundo hace su escena!

—¡No es cierto, es muy diferente...! ¡Yo no estoy celosa! —lo increpó Blair apuntándole con un dedo acusador.

—¡Pues yo tampoco estoy celoso, es que no sé de dónde sacas eso!

—¡Pues ya, perfecto, nadie está celoso entonces! —aclaró Blair.

—¡Claro que no, esto es... instinto de conservación reproductiva!

—¿Eh?!

—¡Que no estamos celosos, esto es pura biología! Ya sabes… como dice mi padre: ¡hembra y macho, Bam Bam Bam, y ya toca tu ciclo, así que esto no tiene nada que ver con...! —la miró a los ojos y el aire se le fue en un segundo—. Esto no...

—No…

—Nada...

—Seguro que nad...

Y un instante después, aquellos dos cuerpos estaban chocando mientras sus bocas se unían en un beso tórrido y feroz, precisamente porque no pasaba nada de nada.

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