CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 28

Tarah Kontos

Vi a Alexis emocionado, y sentí lástima por él, porque conocía a mi hijo, y sabía que Paul estaba llamando papá, pero no precisamente a él.

Alexis repitió la pregunta y nuestro pequeño hijo se cubrió la boca con la mano, y como pocas veces hacía, se carcajeó, como si estuviera burlándose de su padre.

—¡No! Tú eles home gande, este es mi papá —dijo agitando mi teléfono en su mano mostrándole la pantalla donde se veía claramente el rostro de Paul.

—¡Papá! —repitió con entusiasmo.

Mi corazón se aceleró en ese momento, y sentí una mezcla de emociones en mi interior. Por un lado, la alegría de ver a mi hijo reconociendo a Paul como su padre, quien nos había dado tanto y a mi parecer merecía ese título en su memoria, y por la otra, me dio tristeza, al ver el rostro desencajado de Alexis al darse cuenta de la verdad.

Alexis miró a nuestro hijo con una expresión seria, se acercó y tomó mi teléfono, donde por unos segundos se quedó mirando la imagen durante un momento, y luego miró a Paul.

—¡Yo soy tu papá! —exclamó con firmeza y con el ceño fruncido.

Paul frunció el ceño e hizo un gesto de fastidio, se paró en el sofá, se acercó más a Alexis extendiendo su mano hacia él.

—Es mi Papá —insistió, señalando la imagen en la pantalla con su dedo índice.

La atmósfera en la habitación se volvió tensa. Me levanté rápidamente y tomé a Paul en mis brazos, tratando de explicar la situación, para justificar a mi hijo.

—Alexis, debes entender que Paul, es el único padre que ha conocido, y si no te gusta eso, culpa al responsable, ve al espejo y lo miras fijamente —pronuncié molesta.

—Si no tuvieras fotos en tú… —comenzó a decir, pero Thalía intervino interrumpiéndolo.

—No discutan… van a asustar a Paul… y Tarah, mi papá… no es culpable… yo también soy culpable de eso —declaró con tristeza.

—¡Claro que no! —exclamé y ella negó acercándose a mí.

—Yo… me llevo a Paul… mientras ustedes hablan —dijo Thalía tomando en brazos a mi hijo y subiendo las escaleras con él.

Vi a Alexis tomar mi teléfono, mientras observaba la pantalla con una expresión mezcla de celos y rabia, de pronto vi que estaba tocando teclas, a punto de eliminar las fotos de mi difunto esposo.

Era un gesto impulsivo de su parte, probablemente alimentado por la tensión y los celos que sentía en ese momento. Pero no estaba dispuesta a permitirlo.

—¡Detente! —exclamé molesta—, si llegas a eliminar esas fotografías no respondo de mí… no eres nadie para que agarres mis cosas y quieras decidir en ellas.

Alexis se detuvo en seco y me miró con incredulidad, la tensión en la habitación era palpable, y podía ver la lucha de emociones en el rostro de Alexis. Finalmente, soltó el teléfono y se alejó de mí, lo vi pasarse la mano por el cabello, claramente frustrado, comenzó a caminar hacia su despacho sin decir una sola palabra.

Respiré profundamente, tratando de calmar mis propias emociones, tomé el teléfono y subí a la habitación que me había asignado el ama de llaves cuando llegué.

Me senté en la cama, mientras veía la imagen de Paul, pasaba suavemente mis dedos por su rostro, mientras las lágrimas se acumulaban en mi rostro, jamás permitiría que Alexis borrara los recuerdos del hombre qué amaba, si él pensaba, que podía hacerlo, estaba muy mal, él no era nada en mi vida, en cambio, Paul, lo era todo, él había sido y seguía siendo el amor de mi vida.

Me acosté en la cama, con el teléfono en mi pecho, llorando por su pérdida, por su ausencia, aún dolía mucho, tanto como el día que se fue, sin darme cuenta me quedé dormida.

Mi mente se llenó de negación. No estaba dispuesto a aceptar que mi relación con Tarah podría estar tomando un giro diferente. Me casé con ella porque me ayudaría con la aerolínea, no había otras razones y aunque agradecía todo su apoyo en los momentos difíciles con Thaís, no había espacio para el amor en esta ecuación, ni en mi vida.

—Deja de decir tonterías, Gregory. Mi único interés es estar cerca de mi hijo, recuperar el tiempo perdido, mantener a salvo a mi hija, y asegurarme de que tengan una vida lo más normal posible. Pero eso no significa que sienta algo más profundo por Tarah. Además, no tengo tiempo para pensar en esas tonterías, lo que más me preocupa en este momento es el bienestar de Paul y la salud mental de Thalía.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que Gregory respondiera.

“Lo que sea que esté pasando en tu vida, amigo, espero que lo resuelvas de la mejor manera posible. Si necesitas hablar o desahogarte, aquí estoy. Mantenme informado de la situación de Thalía, de Paul, y, de tus sentimientos por Tarah, porque estoy seguro de que tengo razón y algo se está cociendo en tu interior, quién sabe, tal vez uno de estos días, estés listo para enfrentar tus propios sentimientos.

Corté la llamada con un suspiro de frustración. Mis pensamientos estaban en un caos, y la idea de estar desarrollando sentimientos por Tarah no encajaba en mi visión de la vida.

Me levanté de mi escritorio y me dirigí a la habitación que compartiría con Tara, al entrar la vi recostada en la cama, durmiendo, con el teléfono en su pecho, y con las lágrimas secándose en su rostro. Suspiré con impotencia, me acerqué con sigilo, me senté a un lado, y le quité el celular y lo puse en la mesa de noche.

—Tarah, lamento lo que pasó antes… no debería haber intentado borrar las fotos de tu teléfono. Tienes derecho a conservar los recuerdos de tu difunto esposo, y no es asunto mío interferir en eso, de hecho no me importa —susurré en voz baja, palabras que ella no escucharía porque dormía—, aunque no entiendo ¿Qué tanto fue de inolvidable el tal Paul para que te aferres a sus recuerdos?

Me levanté de allí, caminé al baño, me quité la ropa, la lancé al cesto de ropa sucia, y me metí a duchar, mientras lo hacía, el recuerdo de los besos que le había dado y la noche que pasamos juntos me abrumaron, me pasaba las manos por la cabeza enjuagándola de manera desesperada, como si ese gesto fuera capaz de borrar esas imágenes reiterativas de mi mente.

Cuando terminé de ducharme, abrí la puerta corrediza, al momento que iba a tomar la toalla, la puerta se abrió y apareció Tarah, se quedó viéndome con los ojos abiertos de par en par, pero fue tan descarada que ni siquiera simuló que estaba centrada en mi cuerpo.

—¡¿Qué… carajos haces… en mi baño?! —exclamó molesta, aunque con voz entrecortada.

—¿Tu baño? ¡No querida! Este es el mío y tú estás entrando sin tocar, quien entra de esa manera no sabe que se encontrará —dije parándome erguido sin siquiera intentar cubrirme, mientras el rostro de ella se teñía cada vez más de carmesí.

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