CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 30

Alexis Kontos

La mujer se deslizó en el asiento frente a mí y comenzó a conversar conmigo, yo a este punto había bebido lo suficiente. La recorrí de pies a cabeza, y me parecía haberla visto, me concentré en su aspecto, pero con las luces de la discoteca no podía identificarla bien, sobre todo, porque cargaba accesorios faciales en el rostro, que brillaban con el reflejo de la luz.

Mientras conversábamos, la sensualidad en su voz y sus movimientos me intrigaron. Parecía conocerme mejor de lo que cualquier desconocida debería. En un momento, me tentó a pedirle un trago, y su sonrisa enigmática avivó mi curiosidad. ¿Quién era esta mujer que parecía haberme elegido como su presa en esta noche?

—Eres un enigma, hermosa —declaré de manera seductora, sintiendo que la química entre nosotros aumentaba.

Ella rio con picardía, ocultando una parte de su rostro detrás de su cabello, y su reacción no hizo más que intrigarme aún más.

—¿Vienes aquí a menudo? —me preguntó con un tono de curiosidad.

—Vengo lo suficiente —respondí con una pizca de misterio en el aire, sin dejar de verla, mientras ella sonreía de manera misteriosa.

—Al parecer no tienes muchas intenciones de hablar conmigo —dijo ella, aunque más que una pregunta fue una afirmación.

La miré fijamente, tratando de grabar bien sus facciones, pero ella era evasiva.

—A decir verdad, no estoy de muy buen ánimo… aunque contigo, puedo hacer una excepción. ¿Te gustaría tomar un trago? —le pregunté ofreciendo mi copa y ella asintió.

Tomó mi copa y se la tomó de un trago, para luego pasar su lengua de manera provocativa por sus labios.

Nuestra conversación continuó, y la atracción entre nosotros creció. La noche avanzó, y no pude evitar notar cómo se acercaba más a mí, sus palabras y gestos cargados de insinuación.

La situación se volvía cada vez más tentadora, pero algo no encajaba del todo. Había un destello en ella que me resultaba familiar, un destello que me hizo fruncir el ceño.

—Me tienes intrigado —afirmé y ella solo sonrió.

Continuamos conversando, nuestras miradas y gestos se volvían cada vez más intensos, y la atracción que sentía era innegable. Sin embargo, en el fondo de mi mente, una pregunta seguía rondándome: ¿quién era realmente ella?

Entonces, en un instante fugaz, en que la luz se posó en su rostro, la vi claramente. Sus ojos, su sonrisa, su expresión seductora, eran inconfundibles.

La conversación continuó, la química entre nosotros ardía, y aunque disfrutaba de su compañía, no podía evitar sentir una tensión cómica en la situación.

Finalmente, decidí dar un paso más allá, porque desde que la vi entrar donde estaba, sospeché que era una trampa, pero decidí jugar el juego, mantener la farsa y ver hasta dónde nos llevaría esa situación.

—¿Estás casada, hermosa? —pregunté en tono neutro.

Ella se rio y, con una sonrisa traviesa, respondió:

—Oh, no... estoy soltera y sin compromiso ¿Y tú estás casado?

—Sí, estoy casada con una bruja de lo peor, tiene hasta una verruga en la cara, tiene mal aliento, y las carnes le cuelgan como esperpento —pronuncié con una carcajada producto de mi ebriedad.

Por breves segundos, ella abrió la boca sorprendida.

Una expresión de enfado que en un instante se convirtió en una sonrisa, pero antes de que pudiera decir algo, la interrumpí.

—En cambio, tú eres muy hermosa, seductora, sexy, con un cuerpo de infarto… eres cálida, mientras ella es un palo, tiesa y de paso fría como un glaciar… es que ella no se calentaría ni que le ponga una antorcha… pero mejor no hablemos de ella, en este momento me muero por bailar contigo

No pude evitar reír dentro de mí ante mi respuesta ingeniosa. La atmósfera se volvió extraña, y aunque la atracción seguía siendo palpable, estaba decidido a seguirle la corriente a esta seducción surrealista.

La noche prometía ser inolvidable, desempeñando estos roles en un juego tan insólito como apasionante.

La música de la discoteca pulsaba en mis oídos, y la pista de baile me invitaba a liberar la tensión acumulada.

—Vamos, hermosa, bailemos —dije con entusiasmo, extendiendo mi mano hacia ella.

La mujer aceptó mi invitación, y mientras nos dirigíamos a la pista de baile, la química seguía elevándose.

La forma en que se movía, sus sensuales movimientos, no hacían más que confirmar su atractivo y su encanto.

En medio de la multitud, comenzamos a bailar, nuestros cuerpos acercándose y separándose en un juego de seducción. Cada movimiento, cada roce, era una provocación que aumentaba la tensión entre nosotros. El mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse mientras me sumergía en esas sensaciones.

Continuamos bailando, y yo no podía evitar sonreír. Había algo hilarante en esta situación, sabía que solo estaba buscando tentarme, pero decidí seguir el juego. La vida podía ser sorprendente en sus giros, y en ese momento, me sentía atrapado en un enredo de deseo, que no quería evitar.

La noche avanzó, y nuestra conversación se volvió más íntima. Ella continuó tocándome, rozando mi cuerpo con el suyo y mirándome con ojos llenos de promesas.

Mientras nuestras risas y coqueteos aumentaban, sentía que la tensión y la frustración dentro de mí se desvanecían.

La noche fue avanzando, y yo ya había perdido la cuenta de los tragos que había consumido.

Mientras bailábamos otra pieza, ella se acercó aún más, su aliento caliente rozando mi oído, y su voz en un tono provocador.

Cada segundo, me iba deslizando cada vez más abajo, hasta llegar a su ombligo. Mi lengua se resbaló por su piel mientras mis manos la acariciaban lentamente. Le besé la cadera y después bajé suavemente recorriendo cada centímetro. Ella jadeó mientras yo la mordisqueé y besé suavemente.

Mis manos juguetearon con su piel, haciéndola estremecer. Mi deseo aumentó cada vez más, besé sus rodillas, sus piernas, y cuando llegué a su sexo, ella gimió de placer. Yo la besé y saboreé con mis labios y mi lengua.

Ella se retorció entre mis brazos, mi corazón latía cada vez más rápido. Sus dedos entraron en mi pelo, sujetándolo con fuerza, mientras ella no dejaba de jadear.

Yo le acaricié el interior de sus muslos con mi lengua, al mismo tiempo que ella emitía suaves susurros.

Su cuerpo se estremeció al sentir mi lengua en su centro. Mi deseo se tornó incontenible mientras ella cerraba los ojos, gritaba, lloraba, todo era tan irreal que parecía que estaba soñando.

Yo la besé y succioné con mucha intensidad, sus jadeos eran cada vez más fuertes. Ella se aferró a mí como un náufrago a un salvavidas en medio del océano.

Cada beso era más profundo y cada beso evocaba más deseo. Mi lengua recorrió su parte íntima como una pequeña y delicada pluma.

Finalmente, abrí sus piernas, y me acomodé en la entrada de su femineidad, y me introduje lentamente en su interior, comencé a entrar y a salir de su cuerpo, las palabras se convirtieron en suspiros y gemidos, y la pasión que compartimos pareció infinita.

Para mi el tiempo perdió su significado mientras nos entregábamos el uno al otro, desatando todos nuestros deseos reprimidos. Era un encuentro apasionado y salvaje, un viaje al centro de la lujuria y el placer.

Finalmente, exhaustos y saciados, nos acurrucamos juntos en la cama. La respiración agitada y los latidos de nuestros corazones eran la única banda sonora de la habitación.

Me quedé dormido en su abrazo, sintiendo una extraña mezcla de satisfacción y confusión. La noche había sido intensa y apasionada, ella había logrado llevarme a un lugar inesperado.

Sin embargo, mi sueño se vio interrumpido por un rayo de luz que se coló por la ventana. Abrí los ojos y me encontré solo en la cama. El recuerdo de la noche anterior se desvaneció en la neblina de la mañana.

Me incorporé y miré alrededor de la habitación, buscándola. Pero había desaparecido, dejando solo un rastro de pasión en su lugar.

Confundido, me levanté de la cama y busqué en el baño, pero no había rastro de ella en ninguna parte. ¿Dónde había ido? ¿Había sido solo un sueño?

El sonido de las notificaciones llegando a mi celular llamaron mi atención, lo tomé y enseguida comencé a ver en las redes sociales imágenes mías con la pelirroja, en diferentes momentos de la noche anterior.

Mientras miraba las imágenes en mi teléfono, sonreí sabiendo lo que se avecinaba, enseguida, mi teléfono comenzó a sonar y al otro lado de la línea, se escuchó la voz de Jonathan, el abogado de Tarah.

“Señor Kontos, le llamo de parte de la señora Tarah, para convocarlo a una reunión a las dos de la tarde para tratar un asunto relacionado con su contrato prematrimonial y la demanda de divorcio”.

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