Alexis Kontos.
Al escuchar mis palabras, Maxwell asintió y comenzó a hacer las llamadas a los socios de la empresa, para adquirir las acciones de Leyton Tecnología. Ya todo estaba organizado.
Pasamos las siguientes tres horas haciendo llamadas y en verdad no nos costó mucho convencerlos de vender las acciones, en algunos casos las había comprado al doble de su valor real.
—Carajos Alexis, ¿No te parece demasiado dinero para perder? Después de todo, como que un disparo habría salido más barato —interrogó Gregory con preocupación—, no quisiste usar tu fortuna personal para salvar a la aerolínea, pero si la estás usando para adquirir Leyton ¿No es contradictorio? —preguntó mi amigo.
—No, no es contradictorio. La aerolínea es un negocio donde todos los miembros de la familia Leyton tienen participación, además, cuando fui a presentar el proyecto que supe que Tarah estaba detrás de las empresas más importantes de la aeronáutica, entendí que cualquier cosa que hiciera por mi cuenta, ella me iba a neutralizar, porque es insistente, obstinada, implacable y vengativa… —antes de terminar de hablar mi amigo me interrumpió.
—¿Por qué tengo la impresión de que te estás describiendo a ti mismo? —me dijo en tono de burla.
—¡idiota! Pero es cierto, creo que tenemos caracteres similares. Y en cuanto a Anthony, verlo arruinado es el cobro por la afrenta que le hizo a mi hija, y si debo invertir todo mi dinero para dedicarlo a hacerle pagar, eso no me importa, pero quiero que Thalía sea feliz, cuando seas padre allí hablamos y estoy seguro de que me terminarás dándome la razón.
Maxwell continuó llamando a los socios, y después de cada conversación, una sonrisa de satisfacción se formaba en su rostro. Estábamos a punto de lograr nuestro objetivo: la adquisición de las acciones y la caída del precio de las acciones de Leyton Tecnología, era la mejor manera para afectar a Anthony Whitman, porque es a él a quien queríamos joder.
Finalmente, después de una larga y agotadora jornada de llamadas y negociaciones, Maxwell colgó el teléfono y se volvió hacia mí con una expresión triunfante.
—¡Lo logramos, Alexis! —dijo en tono triunfal—. Hemos adquirido la mayoría de las acciones. Los antiguos socios harán correr el rumor de que Leyton Tecnología informará pérdidas mañana y que el precio de las acciones caerá.
Una sensación de victoria y alivio me invadió. Estábamos un paso más cerca de desarmar a Anthony y castigarlo por todo el daño que le había causado a Thalía. Era un golpe financiero que lo haría pagar por reprochable comportamiento.
—Excelente trabajo, Maxwell. Estoy agradecido por tu ayuda en esto. Ahora, hagamos que se filtre alguna información donde parezca que Leyton Tecnología informará sobre pérdidas y que sus accionistas se están deshaciendo de sus acciones, y pasado mañana informaré que fueron adquiridas por el conglomerado Thalex, pero ya para ese momento Anthony se habrá deshecho de sus acciones.
Maxwell asintió y procedió a coordinar los detalles con su equipo. La maquinaria estaba en movimiento, y Anthony Whitman no tenía idea de lo que se le venía encima.
Después de finalizar la llamada, miré el reloj. Ya era tarde y necesitaba regresar a casa.
—Bueno, yo tengo que irme, ver cómo está Thalía, dormir a mi hijo, y ver cómo logró calmar a la fierecilla de mi esposa —declaré mientras tomaba mis llaves y la cartera que la había dejado en uno de los cajones del escritorio.
—¿Hablas de tu exesposa? —inquirió Gregory, mientras yo lo miraba con cara de pocos amigos.
—¡¡Es mi esposa!! —declaré con firmeza.
—Pero Max me dijo que si no es porque lo mandaste a arrojar café en los documentos, ya serías un hombre con el estado civil divorciado —pronunció Gregory burlesco.
—Mi intención no es divorciarme… ¿Por qué lo haría? —pregunté con aparente indiferencia.
—Reconoce de una vez por todas que te enamoraste de Tarah y dile de una vez que quieres ese matrimonio duradero, para toda la vida, porque la amas —, me aconsejó mi amigo.
Por un momento permanecí en silencio ¿Estaba enamorado de Tarah? Me pregunté, pero no quise dar respuesta a esa interrogante, o peor aún estaba negado a reconocer esa realidad.
—Alexis Nickolai Kontos, nunca se enamora —pronuncié.
Me despedí de Maxwell y Gregory, agradeciéndoles una vez más por su ayuda, y salí de la oficina. Conduje de vuelta a la casa. Apenas llegué, me estaba esperando el ama de llaves con Paul en sus brazos.
—Señor Alexis, que bueno que llegó, Paul está ansioso por verlo, se levantó triste al no ver a su madre y luego lo estaba llamando a usted, por eso salí para que él lo viera llegar —me dijo con una expresión de preocupación.
Apenas mi hijo me vio, extendió los brazos hacia mí.
—Home gande —me dijo abrazándose de mi cuello.
—¿Qué sucede? ¿Dónde está Tarah? —pregunté con curiosidad.
—La señora salió, vino a buscarla alguien y dejó a Paul, para que usted lo durmiera y lo atendiera hasta que ella llegue.
La confusión se mezcló con mi preocupación. ¿Dónde carajos se había ido Tarah? Tomé a mi hijo y agradecí al ama de llaves, me fui a la habitación de mi hija, estaba leyendo un libro.
Al verme, lo dejó a un lado y yo corrí a abrazarla.
—Estoy saliendo. Si Tarah regresa, por favor, avíseme. Solo dígale que salí a buscarla.
—Está bien, señor Alexis. —respondió el ama de llaves con preocupación.
Salí de la casa y subí a mi automóvil. Mi mente estaba llena de pensamientos y preocupaciones. Tarah había ido a ese club, un lugar conocido porque tanto hombres como mujeres iban a buscar pareja. No podía dejar de preguntarme ¿Con quién estaba allí? ¿Quién era ese amigo?
Conduje hacia el club con prisa, tratando de mantener la calma y al mismo tiempo preocupado por Tarah. Mis manos apretaron el volante con fuerza mientras aceleraba por las calles.
Finalmente, llegué al club. Estacioné mi automóvil cerca de la entrada y entré. El lugar estaba lleno de luces parpadeantes, música alta y gente bailando. Observé a mi alrededor, buscando a Tarah.
Después de unos minutos, la vi en la pista bailando con un hombre con movimientos que a mí me parecieron sensuales, era inevitable verla tan radiante y atractiva. Mi corazón latió con fuerza al observarla, y al mismo tiempo, una sensación de celos y preocupación me invadió.
No sabía quién era ese hombre ni cuál era la naturaleza de su relación con Tarah, pero iba a apartarlo de ella.
Decidí acercarme, aunque traté de no interrumpir su baile. Tarah no me había visto aún, y mientras me acercaba, observé a su acompañante. Ambos sonreían disfrutando del momento y la rabia bulló dentro de mí.
El hombre la tomó por la cintura y le dio un giro, yo terminé explotando de la rabia, recorrí los pocos pasos que me separaban.
—¡Quítale las manos de encima a mi mujer! —gruñí mientras el hombre se giraba hacia mí con una expresión divertida en su rostro.
—Alexis, ¿qué haces aquí? —preguntó Tarah, su voz cargada de sorpresa y quizás un poco de incomodidad.
—Vine a buscarte —gruñí.
—No es necesario, estoy pasando un rato agradable con… un amigo —pronunció mirándome con recelo.
—¡Me importa una mierd4 tu amigo! Te vienes conmigo por las buenas o yo te llevo por las malas —espeté ardiendo de la rabia producto de los celos
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