CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 77

Emma Leyton

Paseaba de un lado a otro de la habitación, con impaciencia, necesitaba hacer varias cosas, quería ir a ver a mi padre, regresar a la oficina para seguir investigando, porque mientras yo estaba de brazos cruzados sin hacer nada, la gente que estaba detrás de todo eso seguía haciendo de las suyas.

Además, no se me daba bien el encierro, había pasado todo el día sin hacer nada, y estaba a punto de subirme por las paredes producto del aburrimiento.

Salí de la habitación mirando todo con curiosidad, fui a la cocina, mientras veía donde estaban las cosas, revisé en cada cajón hasta que conseguí lo que buscaba, saqué platos, sartenes, cucharas, y los ingredientes necesarios para hacerme una tortilla con unas tostadas.

En poco más de media hora me senté a comer, cuando sentí unos toques en la puerta de entrada, caminé hasta allí y encontré a la misma mujer con la que había visto a Maxwell en el baño de la discoteca, quien al parecer lo estaba esperando y por eso solo vestía una gabardina que desabotonó cuando sintió que la puerta se abrió, quedando desnuda frente a mí.

—Lamento decirte que perdiste tu numerito de seducción —dije con una expresión de burla, mientras miraba a la mujer con desdén.

La mujer hizo una mueca, pero mi presencia no la detuvo, y entró a la casa como si fuera dueña y señora del lugar, dejándome a mi parada en la puerta, me giré hacia para quedarme frente a ella, y nos miramos como si estuviéramos en una disputa silenciosa.

Su mirada era de molestia y entrecerró los ojos como si tuviera escudriñándome.

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso todo tu show en la discoteca era producto de los celos porque te lo estabas tirando? ¿Eres otra de las amantes de Maxwell? —la mujer no me dejó hablar y siguió hablando—, porque si es así, déjame decirte que ese hombre no le es fiel a nadie, solo a sí mismo y si lo estás celando estás perdiendo tu tiempo, actualmente está conmigo, soy la que más le ha durado.

—Ay, mamita, no me voy a pelear por hombre, ni mucho menos por ese, por mí te puedes quedar con él, no me interesa un hombre que seguro, está más pendiente de complacerse a sí mismo que a su pareja, no me gustan los tipos como él, y para que no te sientas amenazada, déjame decirte que no me acostaría con Maxwell ni aunque fuera el último hombre que quedara sobre la faz de la tierra y la raza humana dependiera de nosotros para no extinguirse, si quieres te lo envuelvo en papel celofán y te lo regalo —pronuncié, rodando los ojos.

Mientras hablaba no esperaba la voz que respondió detrás de mí.

—Pues, el sentimiento es mutuo, porque tú no me inspiras ni un mal pensamiento, no me gustan tampoco las tipas como tú, y no me acostaría contigo ni que se extinguieran las mujeres, y solo quedaras tú, y por último no puedes envolverme en papel y regalarme porque no soy tuyo.

Cuando me giré hacia él vi la expresión de molestia en su rostro, yo mantuve el mío sereno.

—Me alegra que tengamos tan buena impresión uno del otro —dije—, con permiso.

Con esas palabras me retiré, pero a decir verdad si me sentí ofendida ante su ataque, aunque debo reconocer que yo lo hice primero, pero fue por la rabia de lo que me dijo esa mujer ¡Maldit0 bruto! Pero no me importaba lo que ese idiota pensara.

Me fui a la habitación, decidí ducharme y sin pensarlo, terminé frente al espejo, observando mi desnudez de pies a cabeza, debía reconocer que sus palabras me habían ofendido mucho más de lo que me gustaría admitir.

Así que allí estaba comparándome con la mujer que había llegado, hasta que fui consciente de lo que hacía.

—¡Soy una idiota! —exclamé y me metí a la ducha, mientras trataba de luchar contra mis propias emociones.

Cerré los ojos mientras me dejaba llevar por el agua caliente que caía sobre mí, intentando lavar la molestia que había crecido dentro de mí.

Y allí estaba Ligia, a la mano, desnuda, dispuesta a levantarme el ego que Emma había arrojado por el suelo, y sin pensarlo ni un segundo más me abandoné en ella.

La halé y la llevé a mi habitación, me desnudé en tiempo récord, y comencé a besarla por el cuello y descender hacia sus pechos, pero cada beso, cada caricia que le daba, tenía como único objetivo que Emma escuchara, ¿Había dicho que yo no podía complacer ninguna mujer? Pues le demostraría cuando escuchara los gritos de Ligia que sí podía.

No faltó mucho tiempo cuando me coloqué un preservativo y empecé a entrar y a salir de la mujer con certeras y fuertes estocadas hasta que la tenía desesperada, gritando, jadeando y gimiendo mi nombre, solo empeñado en que Emma se diera cuenta de que sí complacía a mis amantes.

Y al final, aunque pude darle placer a Ligia, por primera vez me sentí insatisfecho, salí de ella, directo al baño a ducharme, ella entró también y la detuve.

—Lo siento Ligia, pero quiero ducharme solo.

—¿Es por ella? ¿Te gusta? —preguntó la mujer con un tono de recelo.

—Para nada, ¿Acaso no nos escuchaste hablar? —dije, aunque más que para convencerla a ella, era para convencerme a mí mismo.

Ligia me miró con escepticismo, salió y yo me terminé de duchar, me vestí y salí agradecido de haberlo hecho porque justo en ese momento, Emma estaba abriendo la puerta.

—¿Dónde carajos crees que vas? —pronuncié mientras ella saltaba de la sorpresa al verme, porque al parecer no me esperaba.

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