Alexis Kontos
Rosmary pareció sorprendida por mi acusación, sin embargo, sabía que estaba fingiendo, porque sus ojos mostraban un dejo de incomodidad, como si estuviera intentando mantener una fachada de serenidad al dar su respuesta.
—No sé de qué estás hablando, Alexis. No tengo motivos para hacerle daño a esa niña, para mí es como si no existiera, no tengo el mínimo interés en ella ni en causarle problemas, ahora si tú te equivocaste permitiéndole involucrarse con cualquiera, ese es tu problema por no haberla sabido criar y mucho menos proteger a la hija que dices tanto amar —respondió con aparente calma, aunque su voz era tensa, y su mirada traicionaba cierta ansiedad.
Su negativa no me convenció. Conocía su capacidad para tejer intrigas y manipular situaciones a su favor.
—No intentes negarlo, tengo información que me indica lo contrario. Tú eres manipuladora, mentirosa e intrigante. Si has decidido jugar este juego, voy a llegar hasta el final para descubrir la verdad y proteger a mi familia. No permitiré que le hagas daño a mi hija.
Rosmary mantuvo su semblante imperturbable, pero pude notar una chispa de preocupación en sus ojos.
—No sé de qué hablas, Alexis, ni quién te metió esas cosas en la cabeza, no puedes estar más equivocado. Yo no tengo ninguna razón para... —comenzó a decir, interrumpiéndose al notar que no le creía.
—¿Crees que voy a creer tus mentiras? Thalía fue secuestrada, y sé de muy buena fuente que vino de ti, y cuando lo demuestre no te va a salvar que seas la mujer de un Tremblay para que pagues, porque yo no perdono fácilmente y lo sabes —pronuncié en tono amenazante—, no me sorprende en lo absoluto que estés involucrada en todo esto, siempre has sido mala y egoísta, pero no voy a permitir que sigas haciéndole daño a mi hija y pongas en riesgo a mi familia.
Rosmary retrocedió un paso, visiblemente incómoda. Su expresión se tornó más tensa mientras sus ojos buscaban una vía de escape en la conversación.
—Deberías irte, Alexis. No tengo nada que decirte ni tengo nada que ver con lo que mencionas. Esto es absurdo, y si crees que tienes pruebas en mi contra, ve a donde tenga que ir —pronunció la mujer molesta.
A pesar de la negativa de ella, estaba convencido de su participación en los acontecimientos. Me mantuve firme, decidido a obtener la verdad.
—Esto no ha terminado. No te permitiré seguir con tus juegos. No importa cuánto intentes negarlo, descubriré la verdad y te aseguro que pagarás por lo que has hecho. Este no es el final de esto, Lanson.
Con eso, me di la vuelta y abandoné la suite. A pesar de su negación, había algo en su actitud que no me cuadraba. Mi intuición me decía que estaba involucrada en la situación con Thalía, y no descansaría hasta obtener respuestas.
Decidí regresar al hospital, porque si no lo hacía Tarah era muy capaz de salir a buscarme e incluso de mandarme a la policía completa, hasta al ejército a buscarme. Sin embargo, no había podido dejar de pensar en lo ocurrido, estaba seguro de que había más piezas en este rompecabezas de lo que había pensado inicialmente.
Mientras caminaba hacia el ascensor, mi mente trabajaba a toda velocidad, tratando de conectar los puntos y encontrar un camino claro hacia la verdad.
Cuando llegué al hospital me estaba esperando Tarah con los brazos cruzados y una expresión asesina en su mirada.
—No puedo creer que sigas siendo tan irresponsable ¿Quieres morirte? ¿Acaso estás harto de vivir? ¿Te importan tus hijos por lo menos un poco? —inquirió irritada, tan enojada, que por primera vez temí su actitud.
—Mi amor, lo siento, solo quería enfrentar a Anthony, sé que he sido irresponsable con mi salud, pero ustedes están antes que todo, incluso por encima de mí mismo, y debo asegurarme que nadie les haga daño… Tarah, yo enloquecería si algo les pasara —pronuncié con un deje de tristeza en mi voz que la hizo bajar la guardia.
Se acercó a mí y acarició mi rostro con suavidad mientras me enmarcaba las ojeras.
—Estás cansado, delicado, aunque te cueste admitirlo, tienes que entender que si te ocurre algo a ti, entonces quedaríamos solos ¿Quién nos protegería? Cuidarte a ti, es cuidar también de nosotros, porque eres lo más importante en esta casa, eres la cabeza de nuestro hogar, si te ocurre algo mal, nos quedaríamos descabezados ¿Quieres eso? —preguntó y yo solo la abracé, asintiendo.
—Tienes razón, amor, prometo cuidarme —respondí con sinceridad.
Entramos a la habitación, pero estaba acalorado, por eso necesitaba ducharme.
—¿Puedo bañarme? —pregunté y ella giró los ojos con aparente molestia.
—Está bien, vamos.
Me acompañó al baño, mientras me duchaba ella me buscó ropa, cuando llegó yo tenía la toalla en la cintura. Ella me miró con interés, al mismo tiempo que yo sonreía coqueto, pero segundos después apartó la mirada.
—¡Oye! ¿Por qué me ignoras y miras a un lado? Estás hiriendo mis sentimientos —protesté.
—Es un mensaje anónimo. Algo vago, pero inquietante. No tengo idea de quién pueda ser. Parece que hay más personas involucradas en todo esto de lo que pensaba —respondí, sin querer preocuparla demasiado.
Tarah frunció el ceño, preocupada por la situación.
—Deberíamos avisar a la policía, tal vez puedan rastrear el origen del mensaje y ayudarte en la investigación —sugirió.
Asentí, considerando su consejo. Aunque dudaba de la efectividad de la policía en este caso específico, pese a ello no descartaba ninguna opción.
—Lo haré. Pero primero, necesito asegurarme de que están a salvo. No pondré en riesgo nuestra seguridad —aseguré con determinación.
Decidí mantener el mensaje en secreto por el momento y llamar a Maxwell, necesitaba que relación tenía él con todo eso.
Después de unos momentos de tranquilidad, Tarah se levantó con determinación.
—Voy a hablar con los médicos sobre tu alta. No vas a estar tranquilo, mientras esta situación esté así, contrataremos a una enfermera para que me ayude a cuidarte, sobre todo en la aplicación del tratamiento, así descansarás en casa adecuadamente. Y debes cumplir con la promesa, de no tener más aventuras sin pensar en las consecuencias —dijo con firmeza, aunque con una sonrisa cálida en sus labios.
—Lo prometo. Gracias por estar siempre a mi lado, Tarah. Eres mi fuerza, mi apoyo, mi todo —expresé sinceramente, con gratitud en mi voz.
Ella se inclinó y me dio un beso suave en la frente antes de salir de la habitación. Me quedé recostado, reflexionando sobre el misterioso mensaje anónimo que no dejaba de revolotear en mi mente, sembrando la duda sobre quién más estaba involucrado y qué otros peligros podrían acecharnos.
Mi determinación para descubrir la verdad se intensificó, sabía que tendríamos obstáculos, pero mi familia merecía estar a salvo, sin importar los obstáculos que se interpusieran en nuestro camino.
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