CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 88

Alexis Kontos

Fue inevitable sonreír cuando el médico entró a la habitación para informarme que podía irme a la casa, estaba seguro de que eso sucedería, porque mi mujer era capaz de convencer a cualquiera de hacer lo que ella quisiera, tenía tal poder de persuasión que hasta uno terminaba creyendo que la idea había provenido de uno.

—Aunque se va a su casa, quiero que sepa que debe mantenerse en reposo, eso es importante, porque de lo contrario tendrá que regresar al hospital —yo asentí de acuerdo, mientras Tarah me miraba desde la puerta con una expresión de alegría.

Minutos después íbamos de camino a la casa, conducía mi esposa y yo me recostaba en el asiento trasero.

—¿Cuándo darán de alta a tu hermano? No me gusta la idea de que Thalía se quede allí sola, me preocupa sobre todo su estado —dije con preocupación.

—Ya pedimos a un grupo de hombres para que rodeen el hospital y unos para que se instalen en el piso donde está la habitación de Zachary, y así garanticemos la seguridad de Thalía. Además, la propia seguridad del hospital se ha reforzado. No te preocupes, estará bien —respondió Tarah, manteniendo su mirada concentrada en la carretera.

—Gracias —dije en un susurro.

—No tienes por qué darme las gracias, desde que nuestro matrimonio pasó a ser real. Ella es parte de mi familia y haré lo que sea para protegerla y más ahora que está esperando a mi sobrino, nieto —se carcajeó—, qué extraña familia somos.

—Definitivamente, mi nieto también es mi sobrino político —respondí cerrando los ojos con un suspiro.

Aunque confiaba en la capacidad de mi esposa para solucionar cualquier problema, no podía evitar sentir un ligero peso en el pecho.

Temía por la vida de Thalía, estaba claro que quien buscaba atacarme, sabía que era mi debilidad, de pronto pensé en Paul, abrí los ojos de par en par.

—¿Con quién está Paul? —interrogué.

—La niñera pidió permiso y hoy en la mañana está con una chica que empezó a trabajar de servicio en nuestra casa.

—¡Acelera! —ordené.

—¿Qué pasa? —preguntó asustada.

—Debemos cuidar más a Paul. Porque si la madre biológica de Thalía y su marido quieren algo de nosotros, la mejor forma de lograrlo es haciéndole daño a él —pronuncié.

El rostro de mi esposa se tensó instantáneamente al comprender la gravedad de la situación. Sin demora, Tarah aceleró el coche, maniobrando ágilmente entre el tráfico para llegar a casa lo más rápido posible.

Al llegar, ambos salimos corriendo del auto y nos dirigimos directamente hacia la puerta principal. Mientras corría hacia la casa.

En ese momento cuando llegamos, venía saliendo la chica con mi hijo en brazos, mi esposa corrió y le arrebató a Paul.

—¿Qué carajos estás haciendo? ¿Dónde llevas a mi hijo? —preguntó y la mujer palideció.

—Yo… iba al jardín —respondió.

—¿Por qué parecías una delincuente huyendo? —le dije.

La mujer bajó la cabeza, de pronto, se escuchó una algarabía y un hombre apareció de manera sorpresiva, no sé de quién se trataba, pero mi instinto de protección hizo que levantara el pie y lo tumbara antes de que llegara cerca de mi esposa y de mi hijo, la pistola que cargaba rodó por el suelo, y Tarah la agarró, mientras tanto, yo sin dejarlo hablar, lo agarré por los cabellos levantándolo.

—¿Qué pretendes hacer? ¿Quién te mandó? —le pregunté.

—¡Suélteme! No sé de qué habla —expresó, tratando de liberarse de mi agarre, pero mantuve mi control.

—Venías armado, ¿Quién te mandó? —repetí, apretando más mi agarre.

Mi respiración era agitada, sentía la adrenalina recorriendo mi cuerpo.

—Si no hablas, voy a hacerte hablar por las malas —lo amenacé, lo giré y lo tomé por el cuello.

El hombre temblaba, mientras yo trataba de mantener la compostura y contener la rabia que me invadía ante la amenaza que representaba para mi familia.

—Señora, ayúdeme —se atrevió a decirle a mi esposa.

—¿Quieres que te ayude? —le dijo con una sonrisa que yo sabía que era peligrosa, y no me equivoqué, porque segundos después mi esposa sostenía firmemente la pistola y se la colocaba en la cabeza—, o hablas te la vacío encima.

Por un momento, los dos se miraron ella con fiereza y el hombre con miedo, se dio cuenta de que tenía todas las de perder, porque mi esposa era más incisiva que yo.

—Alexis no puede casarse conmigo porque está casado con Tarah, tienen un hijo y ella está embarazada, se aman y yo amo a Gregory y no estoy dispuesta a renunciar a él —señalé con firmeza, era la primera vez que me atrevía a enfrentarlo, porque siempre había aceptado sus órdenes sin cuestionarlas, pero en esto no estaba dispuesta a dejarlo intervenir.

—¿Crees que puedes salirte con la tuya? ¿Piensas que voy a ceder? —inquirió mi padre con una sonrisa que me pareció siniestra.

Sus palabras me causaron inquietud, me tomé una mano con la otra, la valentía que había tenido momentos atrás se esfumó, me sentí de nuevo como una niña indefensa frente a él.

—Papá, por favor… —comencé a decir.

—Por favor nada, vas a terminar la relación con Gregory, le dirás que fue un error y que no te vas a casar nunca con él y vas a esperar que yo arregle la situación con Kontos para que te cases con él —expresó mi padre, mientras yo negaba con la cabeza.

—¡No haré nada de eso! —exclamé.

Lo miré directamente a los ojos, tratando de transmitir mi determinación, aunque por dentro mi corazón latía con fuerza y mi mente estaba llena de incertidumbre.

—No tienes elección, Lissa. Yo decido lo que es mejor para ti y para nuestra familia. ¿Crees que permitiré que arruines nuestra reputación, nuestra posición por un capricho tuyo? —sus palabras resonaron con dureza en la habitación.

Tragué saliva, intentando mantener la compostura a pesar de la tormenta emocional que se desataba dentro de mí. Sabía que desafiar a mi padre traería consecuencias, pero también era consciente de que ceder en este momento sería traicionar mis sentimientos y mis convicciones.

—No puedo seguir tu voluntad en esto, papá. Lo siento, pero no puedo —dije con voz temblorosa pero firme.

Mi padre me observó con incredulidad durante un instante, su rostro mostraba una mezcla de furia y decepción. Dio unos pasos hacia mí, y pese a que traté de mantenerme erguida, retrocedí involuntariamente.

—No sabes en qué te estás metiendo. Esto no quedará así. Te lo aseguro, porque si me desobedeces, Gregory Jackson tendrá que sufrir las consecuencias —susurró con una intensidad que me heló la sangre.

—¿Qué quieres decir? —pregunté asustada.

—Lo voy a arruinar y puedo hacer que incluso vaya a la cárcel, tú decides si es ese el destino que quieres para él —declaró enfático, mientras yo lo miraba con incredulidad, sin poder creer que mi padre fuera capaz de hacer esto—, vas a hacer lo que yo diga, y no admite discusión.

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