El corazón de Vivían se ablandó y se conmovió. Cerró los ojos para que no se pudiera leer su emoción.
«Finnick... ¿Por qué eres tan amable conmigo? Me temo que... podría acabar enamorándome de ti...»
Tras la ducha, Vivían y Finnick volvieron al salón.
Sintiéndose mal porque Finnick estaba empapado de pies a cabeza, fue a su armario y sacó ropa deportiva de mayor tamaño para él. Pero antes de darle la ropa le volvió a preguntar con cautela:
-¿Estás seguro de que quieres quedarte aquí conmigo?
-Por supuesto -contestó Finnick con indiferencia y tomó la ropa de las manos de Vivían-. ¿No tienes que cuidar de tu madre? ¿Cómo vas a hacerlo si estás herida? Teniendo en cuenta eso, creo que debería quedarme aquí para cuidarlas a las dos.
-No tienes que hacer eso -insistió Vivían, ya que no quería que se quedara—. Puedo hacerlo sola.
-¿Puedes hacerlo sola? -Finnick levantó las cejas-.
Necesitabas mi ayuda para bañarte. ¿Estás segura de que puedes hacerlo sola?
Sus palabras solo hicieron que Vivían pensara en el incidente del baño. Al instante, se puso roja y se olvidó de rebatir sus palabras. Poco después, oyó la suave risa de Finnick mientras se dirigía al baño con su ropa. Vivían se sintió de repente frustrada. Sentía que él la había engañado y que ella parecía haberle dado su consentimiento silencioso para pasar la noche. Antes de entrar en el baño, a Finnick se le ocurrió de repente una ¡dea y dijo:
-Si no quieres que me quede aquí, puedes seguirme a casa.
Con eso, entró. Finnick tuvo que darse un baño frío para superar el impulso que le quemaba por dentro. Cuando volvió al dormitorio, vio a Vivían tumbada en la cama. Era pequeña y ella estaba acurrucada en un rincón. Tras entrar en el dormitorio, Finnick no pudo aguantar más y abrazó a Vivían rodeando su cintura con el brazo.
-¿Por qué te escondes? -Le susurró junto a la oreja-.
¿No es más espacioso así?
-Fabian, has vuelto -dijo con voz lastimera-. Te esperé durante mucho tiempo, y mis llamadas a ti nunca llegaron...
-¿Por qué me buscas? -Fabian frunció el ceño y la ayudó a levantarse—. He hecho horas extras y me he quedado sin batería en el teléfono. Vamos a hablar dentro.
Al entrar en el apartamento, Ashley se lanzó sobre Fabian justo después de que este cerrara la puerta. Fabian se puso rígido y preguntó:
—Ashley, ¿qué pasa?
Con sus lágrimas ya empapando su camisa, Ashley sollozó:
—Fabian, ¿me dejarás alguna vez?
No podría describir el pánico que sintió al escuchar las palabras de Shannon.
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