No podía decirles que se alojaba en la urbanización más cara de la ciudad. Por ello, no tuvo más remedio que decir al resto que su marido ya estaba en camino para recogerla. Sonrió y les dijo que se fueran primero. Todos la envidiaban por tener un marido tan cariñoso y se fueron marchando uno a uno. Al final, ella fue la única que quedó esperando a la entrada de la empresa.
Al cabo de veinte minutos, seguía sin haber rastro de ningún taxi. Trató de llamar a uno mediante una aplicación de viajes compartidos, pero tampoco tuvo suerte. Como Finnick no estaba en Sunshine City en ese momento, no podía pedirle ayuda a nadie. Por lo tanto, solo podía seguir esperando.
De repente, un coche deportivo Ferrari rojo se detuvo frente a ella. Cuando vio quién era el conductor, su expresión se puso rígida y se volvió para marcharse de inmediato. Sin embargo, la puerta del coche se abrió y el conductor salió, persiguiéndola.
—¡Vivían, por qué te alejas!
La mujer se detuvo en seco y se giró de mala gana.
-Señor Norton -saludó.
Fabian se quedó de pie frente a ella, con aspecto un poco impotente. Pero aun así, abrió la puerta del coche y dijo:
—Sube, te llevaré a casa.
Vivían no se movió y se limitó a responder:
-Gracias, pero mi marido vendrá a buscarme.
Ella había enfatizado en las palabras «mi marido» a propósito, pero Fabian pareció aún más impotente al decir:
-Vivían, no tienes que fastidiarme diciendo eso. Sé que el tío Finnick y mi padre están fuera de la ciudad.
Vivían no esperaba que Finnick estuviera fuera de la ciudad ocupándose de asuntos relacionados con la familia Norton y se sintió incómoda al instante. Sin embargo, se mantuvo firme en el suelo y contestó:
-Yo misma tomaré un taxi.
Una mirada de dolor cruzó el rostro de Fabian cuando observó la expresión defensiva y a la vez temerosa de Vivían. Sin embargo, se recuperó de inmediato y dijo despacio:
-Vivían, lo siento.
Vivían no había esperado eso. Se quedó aturdida e incapaz de reaccionar por un momento.
—Te malinterpreté hace dos años y te dejé cuando más me necesitabas -dijo Fabian con seriedad mientras miraba a la mujer a los ojos—. Te debo una disculpa. Lo siento mucho, mucho.
Fabian lo sentía de verdad y decía en serio cada una de sus palabras. Durante todo ese tiempo, se había dedicado a malinterpretar a Vivían y a vengarse. Tras conocer la verdad, se dedicó a pensar en la relación de Vivían con Finnick. Sin embargo, justo la noche anterior, recordó de repente que aún le debía una disculpa. Tenía que asumir la responsabilidad de sus fechorías pasadas hacia ella.
Los ojos de Vivían parpadearon despacio al mirar su serio rostro. Sus sentimientos en ese momento eran indescriptibles. La verdad era que nunca esperó una disculpa de su parte. Ningún «lo siento» podría reparar el daño que le había causado. Sin embargo, al verlo tan sincero frente a ella, su corazón helado y alerta pareció
derretirse un poco.
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