La niebla blanca del extintor contuvo un poco el fuego en la escalera. En ese momento, vio a Fabian corriendo hacia ella. Al momento siguiente, la barandilla del pasillo contiguo se estrelló justo entre ellos y quedaron separados por las llamas que surgían.
—¡Maldita sea! —Vivían oyó a Fabian gritar mientras se tapaba la boca-: ¡Vivían, quédate ahí! ¡Iré a buscarte!
Ella estaba a punto de asentir con la cabeza, pero de repente se le ocurrió algo: «Un momento. ¿El collar de Finnick sigue en la habitación? Debería ser así. Finnick atesora ese collar. Rara vez lo saca de la casa. Siempre lo guarda en el cajón cuando va a trabajar o se queda fuera mucho tiempo».
«Ahora, el fuego es muy fuerte. Cuando la mesa se queme, el collar de cristal se arruinará por completo. ¿No estaría Finnick muy triste?»
No pudo evitar pensar en que Finnick siempre parecía triste cuando sostenía ese collar. De repente, se sintió mal: «Maldita sea, ¿no sería demasiado egoísta por mi parte dejar el collar, que es lo más preciado de Finnick?»
Sabía que el collar no era un ser vivo, pero ése era el único objeto de valor sentimental que él poseía, y no podía soportar privarle de ese último recuerdo atesorado.
Pensando en ello, echó un vistazo a la manta que cubría su cuerpo. Todavía estaba bastante húmeda. Podría aguantar un rato, ya que el fuego había disminuido un poco por el momento. Y Fabian tardaría en llegar hasta ella. Así que apretó los dientes, se pellizcó la nariz y gritó:
—¡Fabian! Volveré a buscar algo.
Fabian se esforzaba por apagar el fuego. Al oír las palabras de Vivían, se sorprendió y le increpó:
-Vivían, ¿estás loca? ¿Qué puede ser más importante que tu vida?
Vivían ignoró sus palabras. En su lugar, corrió de vuelta a la habitación. Su cuerpo se sentía demasiado débil por alguna razón, pero no se lo pensó dos veces. Apretando los dientes, se apresuró a volver a la habitación en un suspiro. Tosía con fuerza por haber inhalado demasiado humo, pero eso no la detuvo. Una vez que entró, se apresuró a la mesa.
Pensó en envolverse en la manta y salir corriendo, pero la manta ya había empezado a arder. En ese momento, le molestó su impetuosidad. «¡Parece que voy a terminar perdiendo el collar y mi propia vida!», se percató. Se preguntó que pasaría si ella moría. Si Finnick estaría más triste por su muerte o por la pérdida del collar.
«Estaría más triste por el collar, supongo... Al fin y al cabo, en comparación con Evelyn, a la que tanto había querido, yo no soy más que una desconocida de la que se ha hecho amigo durante solo unos meses». Vivían se sorprendió de sus pensamientos. ¿Cómo podía ella, en ese momento de vida y muerte, pensar en estas cosas sin importancia?
El fuego que la rodeaba era cada vez más grande y cálido. Apenas podía ver el pasillo y el humo era cada vez más espeso. Entonces, empezó a toser con los ojos llorosos y su visión se volvió borrosa. «¿De verdad moriré aquí?»,
contempló.
Como estaba a punto de derrumbarse, se puso el collar alrededor del cuello para protegerlo. Si su cuerpo fuera descubierto junto con el collar, con suerte, Finnick entendería su amable intención y, por su ella, trataría bien a su madre.
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