Mientras lloraba y todo tipo de pensamientos sin sentido pasaban por su mente, de repente, escuchó un grito:
—Vivían
Vivían se sobresaltó y, cuando levantó la cabeza, vio una figura que corría fuera de las llamas.
—¡Fabian! -Intentó gritar pero su garganta estaba ronca-. ¡Estoy aquí! ¡Aquí!
Aun así, Fabian escuchó la voz de Vivían y se apresuró a acercarse de inmediato. Sin embargo, el fuego en la puerta era tan fuerte que no pudo entrar en absoluto. Intentó utilizar su extintor, pero su contenido se había agotado.
Vivían se sentía desesperada.
«¿Estoy destinada a morir aquí, ahora?»
De repente, para su sorpresa, vio que Fabian lanzaba el extintor de su mano y se precipitaba hacia las llamas. La
mente de Vivían se desvaneció mientras gritaba:
-¡No, Fabian!
-¡Basta, Fabian, basta! -Vivían se apresuró a estabilizarlo y habló con voz ronca-: ¡Te apoyaré!
Vivían descubrió que, en comparación con el segundo piso, el incendio de la planta baja era menos grave. Aunque era difícil para su pequeña estatura sostener a Fabian, fue una suerte que no hubiera ningún incendio. Al final, consiguió ayudar a Fabian a salir por la puerta.
En cuanto salieron, descubrió que el incendio había atraído la atención de los residentes de otras villas cercanas.
Alguien había llamado a un camión de bomberos y a una ambulancia. Cuando Vivían y Fabian salieron, hubo exclamaciones de sorpresa por parte de la multitud. En ese momento, los bomberos estaban a punto de entrar en la villa. Al ver a los dos, también se sorprendieron y se apresuraron a subirlos directo a la ambulancia. Vivían se sintió muy mareada, como si estuviera viendo estrellas, pero se obligó a seguir adelante. Se agarró a la manga del bombero más cercano y le preguntó:
-¿Está bien...?
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