El asistente personal se tranquilizó al escuchar las palabras de Mark. «El Sr. Norton es sin duda una persona astuta. Siempre planea con antelación teniendo todo en cuenta», pensó. Entonces, escuchó el comentario de Mark con una voz casi inaudible:
—Parece que he subestimado a mi futura nuera…
Al día siguiente, Vivian y Finnick abandonaron la Residencia Norton a primera hora de la mañana. Antes de partir, el viejo Sr. Norton les recordó por enésima vez que debían llevar todos los suplementos. Incluso dijo que pediría a alguien que los enviara a casa de Finnick si no volvían a la residencia Norton una vez al mes para buscar la nueva tanda. Era la primera vez que Vivian se sentía presionada por las grandes esperanzas del anciano de que se quedara embarazada.
La criada empezó a preparar el remedio de hierbas para Vivian en cuanto llegó a casa.
—¿De verdad vas a hacer caso a tu abuelo y dejarme tomar todos esos suplementos? ¿De verdad crees que los necesito? —preguntó Vivian.
Finnick respondió en su tono habitual:
—Haz lo que te digo. No te hará ningún daño…
Se dio cuenta que había retomado su habitual indiferencia. Mientras miraba al hombre severo y dominante sentado frente a ella, empezó a echar de menos al simpático Finnick del parque de atracciones aquella noche. «Ya ha vuelto a ser el mismo de siempre aunque solo haya pasado una noche», pensó.
La criada no tardó en llevarle el cuenco de hierbas medicinales y le instó a que se lo terminara antes de que se enfriara. Vivian hizo una mueca mientras miraba el cuenco que aún estaba humeante. Desde que era pequeña, siempre había odiado tomar medicamentos. Los suplementos y los remedios de hierbas no eran una excepción porque sabían igual.
—Bébelo —instó Finnick.
Por un momento, Vivian se sintió como si fuera una guerrera que se dirigía al campo de batalla para enfrentarse a su mayor enemigo, y Finnick era el implacable comandante que le ordenaba cargar hacia adelante. Él la miró confundido cuando la vio recoger el cuenco con vacilación solo para dejarlo de nuevo. Entonces, ella hizo una mueca mientras exclamaba:
—¡Sé que sabe horrible por el olor que tiene!
Finnick no pudo evitar sonreír porque era raro que se comportara como una niña. Sin embargo, estaba decidido a no dejarla salirse con la suya porque sería un desperdicio tirar la costosa medicina de hierbas. Con eso, tomó la cuchara y acercó la medicina a sus labios con sutileza:
—Deja que te la de.
Los ojos de Vivian se abrieron de par en par, ya que nunca había esperado que la tratara con tanta paciencia. Sin más remedio, bebió un sorbo. Para su sorpresa, no sabía mal en absoluto, ya que tenía un toque de dulzura.
—Finnick...
Finnick llevó a Vivian hasta el dormitorio principal y la dejó en la cama con delicadeza. Ella cerró los ojos para evitar el contacto visual con él. Al mismo tiempo, sentía que le ardían las mejillas. A él le dolía el cuerpo porque habían pasado días desde la última vez que tuvieron intimidad el uno con el otro. Sus labios eran siempre un reclamo, seduciéndole para que los probara.
Era como una copa de vino refinado, esperando que un enófilo la saboreara. Como el mejor conocedor del vino, Finnick de seguro sabía cómo deleitarse con la sensación. Sus labios se detuvieron en su sedosa piel, que se asemejaba a la suave textura de la bebida. Pronto, el dulce aroma de su cuerpo le hizo sentirse achispado.
Mientras que para Vivian, él era como un licor fuerte. Su fino sabor le producía una sensación de ardor a medida que bajaba por su garganta, al igual que los dedos de él incendiaban su cuerpo, y ella se excitaba tras probarlo una vez más. Cada centímetro de ella ansiaba el licor fuerte porque ningún otro podía proporcionarle tal éxtasis; era el mayor placer de la vida.
...
Después de la serie de acontecimientos que se produjeron, desde el desentrañamiento del pasado de Vivian y el descubrimiento del complot de Ashley hasta el éxito de Finnick en la búsqueda de su salvador, parecía que todos estaban hartos de vivir más vicisitudes. La vida de Vivian volvió por fin a la normalidad, yendo y viniendo entre su casa y su lugar de trabajo todos los días.
Así, pasó medio mes.
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