Ojalá pudieran estar así para siempre, viviendo una vida sencilla pero con sentido. La idea de poder estar con Finnick todos los días atraía a Vivian. El único inconveniente era que él tenía un apetito sexual demasiado grande y a ella le costaba satisfacerlo. Parecía que el viejo Sr. Norton había sido sabio al regalarle todos esos suplementos.
En ese momento, se dio cuenta de repente de que su periodo se había retrasado, cuando siempre había sido muy puntual. Sin embargo, ahora estaba retrasado por más de dos semanas. «¿Qué está pasando? ¡No me digas que el anciano Sr. Norton dio en el clavo! ¿Podría estar embarazada? ¿De verdad tengo tanta suerte?», pensó.
Como no podía estar segura de estar en lo cierto, decidió ir al hospital para que la examinaran. No le contó a nadie sus planes, pues no quería darles falsas esperanzas. Al fin y al cabo, si se equivocaba, sería muy vergonzoso. Al llegar, estaba abarrotado de gente. Pidió cita en la clínica de ginecología y se sentó a esperar su turno. A su alrededor había mujeres embarazadas, algunas con grandes barrigas que demostraban que estaban en el último trimestre del embarazo y otras con apenas un bulto. Todas ellas estaban acompañadas por un hombre.
Vivian fantaseaba con las miradas de envidia que recibiría de otras mujeres si estuviera embarazada y Finnick la acompañara. Fuera donde fuera, siempre sería el hombre más atractivo a la vista. Una pareja hablaba entre sí y ella inclinó un poco la cabeza para escuchar. La mujer dijo:
—Estoy de siete meses, así que ya podremos saber el sexo del bebé. Me gusta la idea de tener una niña…
Su marido le preguntó:
—¿Crees que es una niña?
—El bebé vino a mí en un sueño anoche. Dijo que era una niña.
—Mientras el bebé esté sano, me da igual. Me pongo muy nerviosa cada vez que venimos al hospital.
Vivian se rio. Con lo ansioso que parecía, uno pensaría que era él quien daría a luz al bebé.
«De verdad espero estar embarazada. Finnick estaría feliz, ¿no?», pensó. Ya se imaginaba cómo él la adoraría durante su embarazo. Entonces, una escena de él empujando un cochecito mientras paseaban por una calle se reprodujo en su mente. El suelo estaría lleno de hojas caídas, pintando una imagen tan perfecta...
«¿De verdad vamos a dar la bienvenida a una nueva vida? Un pequeño ser que tiene nuestra sangre corriendo por sus venas. El fruto nacido de nuestro amor. Llevaría una parte de nosotros para siempre, sería nuestro legado. El embarazo es algo tan milagroso…»
—Sr. Norton, he visto a la Sra. Norton dirigirse sola al hospital. Me preocupa que le ocurra algo, así que pensé que debía avisarle…
Finnick se congeló al escuchar eso. «¿El hospital? ¿Vivian está enferma?», pensó. Sin dudarlo un instante, dio instrucciones a su secretaria para que cancelara todas sus reuniones y entrevistas.
—Noah, vamos al hospital ahora.
Los ojos de Noah se abrieron de par en par con incredulidad. «¿El Sr. Norton, el adicto al trabajo, está posponiendo sus reuniones porque la Sra. Norton fue al hospital?», se preguntó. Pero a pesar de su sorpresa, se apresuró a seguir a su jefe.
Cuando estaban en el coche, Finnick hizo que Noah llamara al hospital para saber qué le pasaba a su mujer. No podía esperar ni un momento más.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casado dela noche a la mañana