Le acercó el plato a Vivian y le dijo:
—He hecho tu pan dulce favorito. Cómetelo mientras está caliente.
—¡Mamá, te estoy haciendo una pregunta! ¿Cómo lo conoces?
Sonriendo, Rachel explicó:
—Solía ser empleada doméstica de la familia Morrison. En aquella época, mi trabajo principal era cuidar de Benedict. Por eso estamos tan unidos. No te imaginas lo guapo que era. Me quedé prendada de su ternura; también se encariñó conmigo, siempre corriendo a mi alrededor y llamándome señora Rachel. Era un niño tan obediente.
Vivian podía imaginar lo adorable que debía ser Benedict cuando era joven. Se preguntó si su bebé sería igual de hermoso. A juzgar por el aspecto de Finnick, era un hecho. Una vez que el bebé naciera, Rachel se sentiría extasiada por poder volver a cuidar de otro niño.
En ese momento, recordó el objetivo principal de su visita. Distraída por la aparición de Benedict, casi lo había olvidado. Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras decía:
—¡Mamá, mamá! Tengo buenas noticias que contarte.
—¿Qué es?
—¡Estoy embarazada!
—¿De verdad? Es maravilloso. —Hacía mucho tiempo que Rachel no se sentía tan feliz.
Desde que Vivian y Finnick se casaron, Rachel había estado preocupada por su hija. Ahora, parecía que su preocupación había sido en vano. Al contemplar la feliz sonrisa de Vivian, Rachel sintió que se desvanecía lo último de su aprensión. Agradeció mentalmente a Dios que cuidara de ambas.
Tras preguntar cómo se había sentido Vivian en el último tiempo, Rachel afirmó:
—Tu apetito va a empeorar mucho en unos días. También tendrás náuseas todo el tiempo.
Como si fuera una señal, Vivian sintió que su estómago se revolvía en señal de protesta. Al notar la mirada algo nauseabunda de su hija, Rachel se rio y continuó:
—Déjame decirte algo. Estar embarazada no es tan glorioso como la gente siempre lo hace ver. Cuando estaba embarazada de ti, vomitaba todos los días en cada comida. Fue tan grave que perdí mucho peso. Después de esa fase, mi apetito volvió, pero era insaciable. Era como si mi estómago fuera un agujero negro. Comía tanto que recuperé todo el peso que había perdido y algo más. Caminar se convirtió en algo difícil y todo lo que podía hacer era caminar despacio. Mi estómago estaba muy estirado. Luego, con casi diez meses, te di a luz.
Vivian prestó mucha atención a lo que decía su madre.
—Mamá, ¿te dolió cuando me diste a luz? ¿Dolió mucho?
—¡Claro que sí!
«¡Así que sí conoce a Evelyn!»
—¿Cómo era de pequeña? —presionó Vivian.
La voz de Rachel era baja cuando respondió:
—Es una chica excepcional, por supuesto. Después de todo, nació en una familia tan buena. ¿Cómo no iba a serlo?
«Es cierto. Si Evelyn no hubiera sido una mujer tan asombrosa, a Finnick no le habría costado tanto olvidarla; Benedict tampoco la habría mimado tanto», Vivian se reprendió mentalmente por haber hecho una pregunta tan estúpida.
Rachel lanzó una mirada curiosa a su hija.
—¿Por qué de repente preguntas por ella?
—Oh, no es nada. Solo preguntaba.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casado dela noche a la mañana