El cuerpo de Vivían se estremeció.
—¿La verdad?
Finnick asintió. Y con voz temblorosa, ella preguntó:
-¿No crees que la versión que has averiguado es la verdad?
Vivían miró a los ojos oscuros de Finnick como si buscara algo en su mirada ilegible. Él también la miró. Después de un rato, dijo despacio:
—No creo que seas una mujer que venda su cuerpo por dinero.
«No creo que seas una mujer que venda su cuerpo por dinero». Esas simples palabras fueron como un hechizo mágico, haciendo que se quedara paralizada por el shock. Al observar su reacción, Finnick pensó que su mirada aturdida era bastante adorable. Una sonrisa jugó en sus labios.
—¿Qué pasa?
Solo entonces Vivían se dio cuenta de su vergonzosa reacción. Desviando la mirada, respondió:
—No es nada. Solo estoy un poco sorprendida.
Mientras la miraba fijo, su voz se hizo más grave:
-¿Entonces? ¿Estás dispuesta a contarme, Vivían?
Cuando recordó lo ocurrido aquel año, Vivían palideció. Al notar su rostro ceniciento y sus cejas temblorosas, a Finnick le dolió el corazón de repente.
—Si no quieres, no pasa nada.
—No, quiero decírtelo.
Vivían respiró hondo, levantó la cabeza y le miró fijo con ojos brillantes antes de empezar a narrar:
Sin embargo, la reacción de Vivían hizo que el corazón de Finnick se resintiera aún más que si hubiera roto a llorar. Contemplando su rostro pálido, no pudo evitar preguntar:
—¿Cómo sabes que era un anciano de más de sesenta años?
Las pestañas de Vivían se agitaron mientras parpadeaba.
—Como estaba drogada, no recuerdo bien lo que pasó esa noche, ni siquiera al hombre. Cuando me desperté, ya se había ido. Había diez mil en efectivo en la mesilla.
Pregunté al conserje y me dijeron que el hombre que se quedó allí por la noche era un anciano de más de sesenta años. Pero eso no es todo, alguien me denunció en la institución en la que estudiaba, acusándome de dar favores sexuales.
Volvieron a su mente las escenas en las que todos la insultaban. Incluso en ese momento, no se atrevía a reunirse con sus compañeros de universidad, ya que todos la regañarían por ser una desvergonzada. Vivían pensó que no tendría ningún valor para volver a hablar de este incidente. Sin embargo, por alguna razón, tuvo fuerzas para narrarlo todo cuando estaba acurrucada en los brazos de Finnick.
Al escuchar sus palabras, una mirada hostil apareció en los ojos de Finnick. Preguntó con voz grave:
-¿Qué hotel era?
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