Los reporteros armaron un jaleo que se convirtió en un caos. Finnick ya se había bloqueado delante de Evelyn mucho antes de que los locos paparazzi se dirigieran hacia ella. Tanto Benedict como él estaban ansiosos por protegerla de ser herida por la multitud.
Al ver cómo el preocupado Finnick apartaba a los periodistas con un brazo mientras sostenía con cariño a Evelyn con el otro, un sentimiento de temor surgió en el corazón de Vivian. Se mordió los labios para no temblar.
Cuando los periodistas se dieron cuenta de que no podrían conseguir una entrevista con Evelyn en esas circunstancias, cambiaron de planes y se reunieron frente a Vivian en su lugar.
—Sra. Norton, ¿sabía que la Sra. Morrison aún está viva?
—¿Por qué no llegó con su marido, Sra. Norton?
—¿Sabía que Finnick estaría aquí hoy? ¿Significa esto que ustedes dos no se hablan...?
El interrogatorio no se detuvo. El número de reporteros que rodeaban a Vivian iba en aumento. Mientras la interrogaban, también la obligaban a acercarse a Finnick, con la esperanza de captar una fotografía de los cuatro juntos. La imagen sería el mejor consuelo para sustituir una entrevista infructuosa que aún podría atraer a los lectores a comprar sus revistas.
Pronto, Vivian, Finnick, Benedict y Evelyn fueron asediados por los periodistas. El tumulto de gritos y chillidos que estalló alertó a los pocos hombres que Benedict había llevado para decorar la tumba. Apartaron la mirada de Evelyn y formaron un círculo para proteger a los cuatro individuos. De forma lenta pero segura, se dirigieron hacia la dirección del coche.
—Sr. y Sra. Morrison, adelántense y déjennos el resto a nosotros.
Después de acercarlos al coche con seguridad, los hombres se pusieron en fila y se prepararon para bloquear a los reporteros que se precipitaban hacia el coche. Pero por desgracia, se vieron superados por la pandilla de periodistas que los alcanzaron y bordearon el móvil. Algunos incluso golpearon las ventanas para llamar su atención. No había forma de que el coche se moviera un centímetro.
El conductor, preso del pánico, pidió ayuda a Benedict:
—Sr. Morrison, ¿qué debemos hacer?
—Evelyn, ¿qué pasó? ¿Cómo es que no te vi cuando me desperté?
—Yo... —empezó Evelyn. Luchó por encontrar las palabras. Tal vez le afectó la hostilidad de Finnick. Como le resultaba difícil explicarse, bajó la cabeza y ocultó su expresión.
—Cuéntanos lo que pasó, Evelyn —insistió Benedict poniéndose ansioso. Estaba decidido a conocer la serie de acontecimientos que tuvieron lugar diez años atrás—. ¿Dónde has estado todos estos años? ¿Por qué no volviste a buscarme?
Evelyn no respondió a la pregunta de Benedict, sino que levantó la cabeza para mirar a Finnick. Con expectación, preguntó:
—Finnick, ¿me creerás?
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