Al ver la delicadeza con la que Finnick se ocupaba de las heridas de Vivian y la forma en que se la llevaba sin mirar a los demás, la expresión de Evelyn cambió. Se pellizcó la palma de la mano con las uñas. Benedict captó el resentimiento y la indignación que mostraban sus ojos. Le recordó
—Evelyn... Finnick está casado.
Ella sonrió un poco al escuchar eso. Dándose la vuelta, Evelyn abrazó a su hermano con fuerza como en los viejos tiempos.
—Te extrañé, Ben.
Cuando llegaron a casa, Finnick acostó a Vivian en el sofá. Luego fue a la habitación a buscar el botiquín. Empapando un trozo de algodón con alcohol, desinfectó con cuidado la herida. Al sentir la sensación de ardor provocada por el alcohol, ella se estremeció.
—¡Ay!
Finnick ejerció algo de fuerza mientras le sujetaba el tobillo. Levantó la mirada y dijo:
—Aguanta un poco más. El antiséptico es necesario para prevenir cualquier posible infección.
Su respuesta estaba llena de dulzura, amor y cuidado. Su dulce acción le recordó cómo abrazaba a Evelyn y la protegía cuando estaban en el cementerio. Por un momento, no supo si debía sentirse feliz o triste.
Después de vendar la herida, Finnick colocó el botiquín en la mesa de café y luego se sentó junto a ella. La miró fijo con expresión muy seria y soltó:
—Vamos a hablar del tema, Vivian. Necesito aclarar las cosas sobre...
—Tengo sed. Quiero beber un poco de agua —le interrumpió ella de golpe y luego trató de levantarse y caminar hacia la cocina.
—Te lo traeré. Quédate aquí —ofreció él. Le indicó que se sentara y fue a buscarle un vaso de agua tibia. Vivian aceptó el vaso. Inclinando la cabeza, tomó un sorbo. Finnick habló tan pronto como ella terminó su agua:
—Vivian, nosotros...
Sin embargo, ella le cortó de nuevo:
—Finnick, primero quiero ducharme. Me siento muy incómoda y sudorosa después de estar rodeada por los periodistas hace un momento.
—¿Estás segura de que estarás bien sola? —volvió a preguntar, ya que estaba muy preocupado por ella.
—Sí —respondió ella. Él ajustó la temperatura del agua para ella antes de salir del baño. En cuanto se cerró la puerta, Vivian soltó un suspiro de alivio y relajó su tenso cuerpo. Se quedó quieta y con la mirada perdida en su pie herido durante un rato.
Del mismo modo, Finnick fijó su mirada en la puerta, aturdido. Ambos se sumieron en profundos pensamientos, separados por una puerta. Después de la ducha, Vivian se dio cuenta de que no tenía ropa para cambiarse. Sin más remedio, salió con una toalla. Se puso el pijama, y para su sorpresa, Finnick estaba detrás de ella cuando se dio la vuelta para cerrar la puerta del armario.
Su corazón dio un vuelco. Apartó la mirada y evitó el contacto visual con él. Lo que tenía que llegar, acabaría llegando.
—Vivian, escúchame...
—Finnick, tengo sueño. ¿Nos vamos a la cama?
Ella lo rodeó y se dirigió a la cama. Sabía muy bien lo que él quería decirle, pero no estaba dispuesta a escuchar, sobre todo si se trataba de ese asunto en particular.
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