—¡Claro que estoy diciendo la verdad! Juro por Dios que no he tocado a esa mujer. ¡Ni siquiera sé cómo es ella!
Solo entonces Finnick le soltó, pues pensó que el anciano tampoco se atrevería a mentirse a sí mismo.
-Tráiganlo -dijo Finnick con frialdad-. Averigua si lo que ha dicho es cierto, e interrógalo sobre quién le presentó a Vivían.
—Sí —contestó Noah de inmediato, y solo después de hacer una señal a sus subordinados para que bajaran al viejo, le susurró a Finnick-: Finnick, ese viejo asqueroso no fue el que agredió a la señora Norton.
Por el contrario, Finnick no parecía ni un poco contento y se limitó a mirar a Noah con frialdad.
-Entonces, ¿es bueno que haya sido agredida por otro hombre?
La cara de Noah se puso blanca.
-Señor Norton, no me refería a eso -dijo.
Finnick no tenía ganas de seguir tratando con Noah, así que dio la vuelta a su silla de ruedas y salió del almacén. Cuando llegó a casa, Vivían acababa de salir de la ducha y estaba envuelta en una toalla. Nunca hubiera pensado que se encontraría con Finnick de inmediato.
-Ah -gritó Vivían en voz baja y trató de volver al baño.
Sin embargo, Finnick dijo con indiferencia:
-No hace falta que te escondas. Ya lo he visto todo de todos modos.
Vivían se quedó helada. En efecto, hace unas noches, aunque no pasó nada, Finnick lo vio todo.
La cara de Vivían se puso roja, pero no pudo seguir fingiendo. Lo único que pudo hacer fue salir con torpeza, ponerse rápido un camisón sobre la toalla y arrancar la toalla de debajo.
Finnick miró a Vivían, que todavía estaba un poco mojada, con gotas de agua resbalando por su bonito cuello y un ligero rubor en las mejillas por el vapor. Parecía un jugoso melocotón. Se aclaró la garganta y desvió la mirada.
Aunque supiera que había pasado algo entre Vivían y otro hombre, su cuerpo seguía reaccionando de forma primitiva cada vez que ponía los ojos en su cuerpo.
«Maldición, solía estar obsesionado con la pureza, la virginidad y todas esas cosas; pero es como si Vivían fuera una especie de extraña excepción».
Después de que Vivían se pusiera el camisón a la velocidad del rayo, se metió rápido en la cama y le preguntó a Finnick:
-¿Es un inconveniente para ti? -Al no escuchar respuesta, la voz de Finnick volvió a sonar—: ¿Debo salir a buscarla yo mismo entonces?
Vivían trató de imaginar la seductora imagen de Finnick saliendo de la ducha. Se apresuró a saltar de la cama y dijo: -No hace falta, ya te la traigo. ¿Dónde está?
Finnick estaba de pie junto a la puerta del baño con las comisuras de la boca un poco curvadas hacia arriba.
-Está en el cajón del fondo del armario -dijo.
Vivían abrió el cajón y vio que estaba lleno de ropa interior de diseño. Tomó un par al azar con los ojos bien cerrados y llamó a la puerta del baño.
Al principio, pensó que Finnick abriría la puerta lo suficiente para que ella le entregara la ropa interior. En cambio, abrió la puerta por completo. El vapor de la ducha se filtró cuando apareció ante los ojos de Vivían la fascinante imagen de Finnick, que estaba en plena ducha. Aunque ya habían intimado antes, era la primera vez que Vivían miraba bien el cuerpo de Finnick. Sus ojos se detuvieron en sus anchos hombros, en su robusto pecho, en sus abdominales angulosos como el mármol blanco y en sus dos marcados abdominales en V, hasta llegar a su zona íntima que estaba oculta bajo una toalla...
¡Bang! Vivían sintió que le salía humo de la cabeza.
En marcado contraste con el enfado de Vivían, Finnick estaba tan tranquilo como siempre.
-Gracias. —Le quitó la ropa interior de las manos y enarcó una ceja-. No sabía que te gustaban los cortes tan ajustados.
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