-Sí, me preguntaba si hablabas en serio de decirme si necesitabas algo en el futuro. —Finnick se dio cuenta de que ella evitaba su mirada y parecía descontento. Con el dedo índice, le levantó la barbilla y la obligó a establecer contacto visual—. Vivían, espero que me trates como si fuera de verdad tu marido.
«¿Tratarte como a un marido?»
Vivían le miró a los ojos oscuros y se quedó bastante perdida.
-Muy bien. -Ella bajó su mirada después—. Prometo decirte si necesito algo la próxima vez. Lo juro.
Entonces, la comisura de sus labios se levantó mientras asentía.
-Buena chica.
Le soltó la barbilla, se dio la vuelta y se fue. Cuando llegó a la puerta, Vivían le llamó.
—¡Finnick!
Se giró y vio su cara sonrojada. Con un tono incómodo, dijo:
—Gracias.
Fue un simple «gracias», pero por alguna razón, la sonrisa de Finnick se amplió.
—No hay problema.
Vivían se quedó toda la noche para acompañar a su madre. Fue una suerte que Finnick la trasladara a una sala privada, ya que el hospital disponía de una pequeña cama para las visitas. Al menos pudo dormir bien allí. A la mañana siguiente, Vivían se despertó por una serie de toses. Abrió los ojos poco a poco y vio que su madre estaba despierta.
-¡Mamá! -Vivían se acercó a la cama-. ¿Cómo te sientes? ¿Te sientes mal? ¿Debo llamar al médico?
—Estoy bien. —Rachel William seguía pálida. Sus ojos se fijaron en su hija y se iluminaron de felicidad. Con las manos temblorosas, acarició el pelo de su hija de forma cariñosa.
-Vivían... Oh, mi querida Vivían... Deja que te mire bien. Ha pasado tanto tiempo...
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Vivían. Tragó saliva y asintió.
«Ufff, mamá ha estado en coma durante dos años. No tiene ni idea de lo que pasó hace dos años».
Consiguió sonreír.
—No es Fabian. Hemos roto.
Rachel se quedó desconcertada al oír esto. Se apresuró a añadir:
-Vivían, lo siento mucho. No sabía nada de esto... No te preocupes, ya ha pasado todo. Estoy segura de que estás casada.
Vivían asintió con la misma sonrisa pegada al rostro y se esforzó por disimular la amargura de sus ojos. Su madre examinó el anillo de diamantes que llevaba en el dedo y esbozó una sonrisa más amplia.
-Parece un hombre bueno y honesto.
Los ojos de Vivían brillaron al oír esto. Sabía que su madre nunca esperaba que se casara con una persona rica o poderosa. Al contrario, siempre quiso que se casara con un hombre corriente. Por eso se alegró de ver un anillo de diamantes tan sencillo.
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