-¿Has vuelto?
Vivían se fijó en él y salió corriendo de la cocina.
-¡Date prisa y limpíate las manos! Creo que he hecho demasiado. Termina lo que puedas. Si no puedes comer todo, los empaquetaré en un tupper para que los lleves a la oficina.
-Está bien -respondió Finnick mientras se acomodaba en su asiento-. Puedo terminarlo.
Vivían no se fiaba de sus palabras. La cantidad de comida que había en la mesa podía alimentar a más de cuatro personas. Y solo estaban ellos dos en la casa. Pero pronto, se demostró que había subestimado su capacidad. Por alguna razón, aquel día parecía tener un apetito voraz y engullía todo lo que había preparado.
Vivían se quedó estupefacta. Ya había comido muchas veces con él, pero era la primera vez que lo veía comer tanto como si fuera un campeón en una competición de
comida.
El día siguiente era domingo. Ella se pasó todo el día buscando recetas y preparando la comida para él.
Pronto llegó el lunes y tuvo que ir a trabajar. En general le gustaba hacerlo, pero desde que Fabian se convirtió en el editor jefe, ir a trabajar era como saltar a las feroces aguas del río Nilo, salvo que ella se ahogaba en el trabajo en lugar de en el agua.
En cuanto se sentó, Lesley Jenson, su editora, se acercó a ella apresurada:
-Vivían, tengo que entrevistar a alguien esta tarde. Ordena estos documentos para mí lo antes posible y llévalos a la oficina del editor jefe.
Vivían recibió los documentos y frunció el ceño.
-Oye Lesley, tengo que preparar la entrevista de mañana por la tarde. ¿Está bien si le pasas esto a otra persona para que trabaje en él?
Antes de que Lesley pudiera siquiera responder, la voz de Shannon surgió de la nada de forma abrupta: -Vivían, ¿soy yo o estás actuando de forma extraña? Pfft, no actúes como si no conociéramos tu relación con el señor Norton. ¿Para quién estás actuando?
A Vivían le sorprendió la repentina reprimenda de Shannon. Frunció las cejas al mirar a la chica que tenía el mismo rango que ella en la empresa.
-Shannon, ¿de qué estás hablando?
—¿Eh, de qué estoy hablando? Parece que alguien aquí no quiere admitirlo -se burló Shannon y miró de reojo a Vivían-. ¿Crees que todas nosotras somos ciegas?
Vivían quiso defenderse, pero se dio cuenta de que sus compañeros la miraban de reojo cuando, sin darse cuenta, recorrió la sala con la mirada. Esos ojos estaban llenos de sospecha y burla. Ella podía sentir que le clavaban un millón de agujas.
-Vivían, ¿cómo está tu madre?
A Fabian no le gustaba la madre de Vivían, que era la amante de otro hombre. Sin embargo, la respetaba como su madre, ya que la había visto varias veces cuando salía con ella. Solo preguntó por su bienestar por cortesía.
Esa pregunta la tomó desprevenida. La luz de sus ojos vaciló un poco, pero pronto volvió a ser ella misma.
-Está bien. Gracias.
Fabian notó la tensión en su expresión y dudó antes de hablar:
—He oído que necesitas dinero para las facturas médicas de tu madre. ¿Has visto el mensaje que te envié...?
Vivían no esperó a que Fabian terminara sus palabras para intervenir:
-Sr. Norton. Si no hay nada más, volveré al trabajo.
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