No podía entender su reacción calmada cuando la insultaba. En cambio, se puso furiosa cuando insultó a Finnick. Cada vez que Vivían pensaba en él, el hombre perfecto, sentado en una silla de ruedas y en cómo sus ojos revelaban sin darse cuenta la sensación de soledad, no podía evitar aborrecer a Fabian.
Finnick se vio obligado a ocultar su talento y fingió ser discapacitado durante diez años por culpa de su terrible familia.
Fabian se quedó atónito, ya que no esperaba que Vivían reaccionara así. Pero ella ya no quería ni mirarlo.
—Fabian, sé que esto es raro para ti porque pensabas que Finnick y yo teníamos una relación prohibida. Pero la verdad es que somos una pareja casada por la ley, y yo sabría mejor que nadie si él es capaz de actuar en la habitación, así que métete en tus asuntos -habló con desdén. Con eso, cerró la puerta del despacho de Fabian con fuerza mientras se marchaba sin mirarle una vez más.
Él se quedó solo en el despacho cuando ella se fue. Se quedó en blanco, como si su alma abandonara su cuerpo. Solo volvió a la realidad cuando sonó su teléfono móvil. Desbloqueó el teléfono y vio el identificador de llamadas; era Ashley. Una sensación de irritación le invadió sin darse cuenta.
-Hola, ¿qué pasa? -preguntó impaciente.
-Fabian, ¿estás ocupado ahora mismo? -respondió con dulzura.
—No, estoy bien. ¿Qué pasa?
—Oh, no es nada importante. Solo me he dado cuenta de que nuestra boda está decidida, pero no he conocido a tu abuelo... ¿No crees que debería conocerlo, ya que es el jefe de la familia Norton?
Fabian se impacientó y pretendió responder:
-En otro momento, ¿está bien?
Pero sus ojos brillaron ante un pensamiento repentino. Y
volvió a decir:
-Aunque tienes razón. No solo mi abuelo, sino que también deberías conocer a mi tía, a mi tío y al resto de los miembros de la familia Norton.
-¿De verdad? ¿Cuándo? -preguntó Ashley con alegría.
-Pronto, supongo. Organizaré una cena familiar e invitaré a todos, y te presentaré de forma oficial -respondió mientras las comisuras de su boca se alzaban en un arco helado.
-¡Ahhh! -gritó al levantar su mano y se dio cuenta de que se había cortado el dedo por accidente.
-¿Qué ha pasado? -La voz de Finnick sonó detrás de ella. Se volvió y vio que entraba en la cocina.
-No es nada. Me he cortado el dedo sin querer. Estaré bien en cuanto me ponga una tirita -lo tranquilizó apretando una sonrisa.
Era un corte pequeño y poco profundo, por lo que no había mucha sangre.
—Déjame ver.
Finnick ignoró sus palabras mientras le agarraba la mano y empezaba a examinarle el dedo. Se sintió un poco avergonzada al verlo con una mirada severa.
—Estoy bien. Es solo un pequeño corte, puedo manejarlo yo misma... Ahh, Finnick. ¿Qué estás haciendo? -preguntó despacio.
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