Finnick la ignoró mientras chupaba su dedo con un rápido movimiento, haciéndola sentir al instante que una ola de corriente eléctrica recorría su dedo mientras una sensación cálida y húmeda la golpeaba. Una sensación de hormigueo también se había extendido por todo su cuerpo en cuestión de segundos.
Podía sentir cómo se le calentaban las mejillas, pero no se atrevía a mirar el apuesto rostro de Finnick. Se sintió nerviosa y miró a otro lado antes de decir:
—Finnick, está... está bien...
Estaba tan nerviosa que balbuceó sus palabras. Entonces, él le soltó las manos y bajó la mirada para ver su rostro rojo como una manzana.
-Dame un segundo. Iré a por una tirita -se rio y salió de la cocina. Cuando se fue, ella sintió que podía volver a respirar y soltó un largo suspiro.
Muy pronto, Finnick regresó con una tirita en la mano.
Abrió el paquete la envolvió con cuidado alrededor de su dedo. Sus ojos brillaban como piedras de obsidiana llenas de seriedad. Parecía que estaba mirando un objeto precioso en lugar de un dedo herido. Cuando se hubo puesto la tirita con cuidado, miró la cocina y frunció el ceño.
-Ya está. Quizá deberíamos dejar la cocina para otro momento. ¿Por qué no pedimos algo esta noche?
Vivían no podía pensar con claridad, ya que estaba llena de vergüenza. Por lo tanto, estaba de acuerdo con todo lo que había dicho Finnick. Así, la pareja entró en el salón mientras él empezaba a hojear la página web de comida rápido. Enarcó las cejas y preguntó:
-¿Qué te gustaría pedir?
-Cualquier cosa estará bien.
Finnick asintió mientras tecleaba en su portátil. En ese momento, su teléfono móvil sonó sobre la mesa de café.
Ni lo miró cuando preguntó despreocupado:
-¿Quién es?
Vivían miró el identificador de llamadas y respondió:
-Es Noah.
-¿Podrías encender el altavoz?
Vivían hizo lo que le dijeron y, momentos después, la voz de Noah sonó desde el teléfono:
—Sr. Norton -habló Noah. Por alguna razón, sonaba un poco emocionado.
—Habla.
—¡He encontrado una pista sobre la niña del pasado!
—Hola, ¿has pedido pizza?
Vivían dudó mientras miraba la caja en sus manos.
—¿Alguien pidió pizza?
-Sí —respondió nervioso el repartidor. Estaba claro que no había hecho antes ninguna entrega en la zona residencial de clase alta. Vivían agarró la pizza, firmó y dijo:
—Gracias.
Luego, entró en la habitación con la pizza. No pudo evitar preguntar:
-Finnick, ¿te gusta la pizza?
Finnick se detuvo al ver la caja en sus manos:
-¿Ese restaurante es una pizzería?
—Sí. ¿Tú qué pensabas?
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