Eran las 10:45 de la noche. Todos estábamos en el aeropuerto, incluso mi mamá había pedido permiso en su trabajo para venir a despedirnos. Bueno, todos excepto Will.
Estaba sentada en una hilera de sillas metálicas, con Eli en mis piernas, ambas mirando hacia la puerta con la esperanza de que Will apareciera en cualquier momento.
–Mami, ¿vendrá mi tío Will?
Los ojos de mi hija me miran llenos de tristeza mientras mi pequeña abraza la muñeca que éste le había regalado.
–No sé nena, ha de haber tenido alguna urgencia en el hospital.
Ella agacha su cabecita, dándome el completo acceso a su frente para dejarle un beso ahí. Se recarga sobre mi pecho y deja salir un suspiro melancólico ante mi pequeña mentira.
Max y Luca juegan con Ken en el piso con muñecos de acción, completamente ajenos a la situación. Mi madre nota la tristeza en mi rostro y en el de mi hija, toma mi mano y a ella le sonríe. William Lang había sido un pilar importante en mi vida, pero ahora el mismo había decidido desmoronarse de ella.
La voz de una mujer suena por los altavoces, indicando a todos los presentes en la sala que es hora de abordar.
Las despedidas, abrazos y lágrimas comienzan a hacerse presentes. Abrazo fuerte a mi madre y a Ken. En definitiva íbamos a extrañarlos. Max y Eli lloraban abrazados a su abuela, diciéndole que la querían y que vendrían a verla todos los sábados. Reí al oírlos decir eso y Nick abrió los ojos sorprendido, haciéndome reír aún más.
Tomamos de las manos a nuestros hijos y subimos al avión.
Después de diecinueve horas en el aire, todos estábamos hechos unas bolsas de cansancio y pesadez. Esperamos a que nuestro equipaje pasara por la banda transbordadora para tomarlo y salir del aeropuerto. Nick tomó mi mano y me dirigió hacia un hombre con traje negro parado al lado del precioso Audi V10 en color negro de Nick.
–Señor, bienvenidos.
Dice el hombre.
–Gracias James. Amor, te presento a James.
Lo saludo con mi mano. El tal James hace puño su mano derecha y la choca contra el pequeño puño de Luca.
–Bienvenido campeón.
–Ellos son Eli y Max. Mis hermanos.
James mira a Nick sonriente, luego va hacia la parte trasera del auto y sube las maletas. Los niños y yo nos subimos en la parte trasera mientras Nick va al frente, James toma el volante y enciende el auto y se pone en camino hacia algún lugar. Hora y media después, reconozco hacia dónde vamos.
Pasamos por la puerta de metal y vamos por el largo pasillo escoltados por los altos árboles para girar en la glorieta de la fuente. Miro hacia la puerta y mi sonrisa se ensancha al ver a Christine parada ahí. Bajo pronto del auto una vez que esta estacionado y corro escaleras arriba, me planto frente a ella y me recibe con una sonrisa y un fuerte abrazo.
–No puedo creerlo. De verdad volviste.
–Y no volveré a irme, Chrissy.
Me alejo de ella para mirarla, dándome cuenta que los años ya comienzan a notarse en ella. Tiene unas pequeñas arrugas formándose al rededor de sus labios y en la comisura externa de sus ojos, su cabello comienza a pintarse de blanco y han aparecido manchas en sus manos.
–¿Mami?
Ambas volteamos al pie de las escaleras, Maxon y Eli están atrás de su padre, mientras Luca corre a saludar a Christine.
–Hola príncipe.
–Hola.
Él niño le sonríe. Chrissy mira otra vez al pie de la escalera y luego a mi.
–¿Mami?
Dice con su cara llena de sorpresa, yo asiento. Ella lleva las manos a su boca, como queriendo ahogar un grito. Sus ojos comienzan a cristalizarse y me sonríe abiertamente.
–¿Puedo...conocerlos?
–Claro que sí.
La tomo del brazo para guiarla, ella baja su torso una vez que llegamos hasta Nick.
–Él es Max y ella Eli, son nuestros hijos.
–Dios...
Dice ella entrecerrando sus ojos.
–Pero si son Nick y Sam de pequeños.
–Los cargue ocho meses en mi vientre para que salieran idénticos a su padre, ¿lo puedes creer?
Lo siento decir cerca de mi oído. Al ver que no digo nada, él sigue hablando.
–No quería que tu recuerdo abandonara esta habitación. Quería que permaneciera aquí tu aroma, el sonido de tus gemidos. Creía que si abría esa puerta se iban a ir y no sabía donde estabas como para ir a recuperarlos.
Yo río y él deja un beso en mi mejilla.
–Tus cosas siguen aquí...
Dice de pronto, me separo de él para mirarlo confundida y verlo asentir. Voy hacia el clóset y lo abro encontrándome con mi ropa, mis zapatos y la maleta en que los había traído. Voy al baño y en el tocador están todas mis cosas tal y como las había dejado cuando me fui. Vuelvo con él, esta recargado en la pared con las manos dentro de sus bolsillos y mirando el piso.
–¿Por qué?
Captó su atención y él me mira con ternura.
–¿Por qué guardaste todo durante tanto tiempo? Nick, la manera en que me fui...
–Sabía que ibas a regresar...no estaba seguro, de cuánto tiempo me llevaría encontrarte, pero tenía la certeza vibrando en mi corazón que tú ibas a volver a mi.
Camina hacia mi, de manera lenta y tortuosa, con su mirada calentando mi piel y sus labios gritándome que lo bese.
–Así hubieran pasado diez, veinte, treinta años, yo te hubiera esperado, tus cosas iban a seguir aquí para cuando tú decidieras volver a mi lado.
Acuna mi rostro en sus manos y pega su frente contra la mía.
–Te amo tanto, Alyssa. Te convertiste en mi oxígeno, en mi fuerza y, cuando te fuiste yo...simplemente me desmoroné.
Acaricio sus mejillas, volteo a mirarlo cuando las siento húmedas. Ha derramado algunas lágrimas pero me dedica una sonrisa genuinamente hermosa.
–Ahora estoy aquí...y no me iré nunca más.
Él me abraza por la cintura y me levanta, su cabeza ha quedado a la altura de mi pecho y rodeó su cabeza con mis brazos.
–Gracias...por regresar a mi.
La sensación de sentirme completa era mayor cuando estaba entre sus brazos. Quería besarlo, acariciar su cuerpo, hacerlo y sentirlo mío...por siempre.
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