DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 74

—Es increíble... —Dice Ares recostado en el piso, mientras abraza a Aurora, que tiene el cabello enredado y lleno de pétalos.

—¿Qué? —Pregunta con curiosidad la mujer que intenta controlar su vergüenza, al estar completamente desnuda junto a su esposo.

—Lo apasionada que puedes ser en la intimidad, cuando normalmente eres alguien que a menudo intenta guardar la compostura.

—¿Y eso te disgusta?

—No... Amo cada faceta tuya...

—¿Amor? Esto es lo realmente increíble. Que digas amarme, cuando nuestro matrimonio no ha sido más que un acúmulo de tragedias y venganzas.

—Es cierto, pero también es cierto que desde el día uno estuviste en mi vida como un ángel qué me ayudó sin siquiera darse cuenta.

—¿De qué hablas?

—Recuerdas el día que nos conocimos...

—No... Era muy pequeña...

—Tenías 5 años y yo 13... Ese día había acompañado a mi mamá por primera vez a tu casa. Jugabas en el patio, mientras yo estaba solo en una esquina esperando. Te acercaste a mí, sonreíste y me preguntaste si quería ser tu amigo... Nunca te respondí, pero ese día estaba realmente emocionado.

—¿Qué? No lo recuerdo... Pero, eso no tiene nada de especial.

—Tal vez no para ti, pero en la escuela era acosado por ser estudioso, y porque se corría el rumor de que mis padres no me querían, ya que nunca iban cuando se les citaba. No tuve un amigo hasta los 15 años cuando conocí a Esteban. Y tu petición fue como un bálsamo al corazón. Nadie además de los empleados me prestaba realmente atención, y tú siempre me mostrabas una sonrisa, a pesar de que yo jamás te la devolvía. Por eso nunca me negué a acompañar a Jazmine a tu casa, verte me hacía sentir que por lo menos alguien se fijaba en mí. Quizás por eso me aferré tanto a Vanesa, por que no pertenecía a ese mundo que me habia hecho sentir diferente desde pequeño.

—Es cierto... Ahora lo recuerdo. La última vez que te vi, yo apenas tenía 9 años, y Octavio había fallecido. Ese día te pregunté...

—¿Por qué nunca lloras, ni ríes? —Sonríe, al terminar la frase...

—Sí... Y me respondiste... —La interrumpe nuevamente.

—Porque no tengo por qué llorar, y con tu sonrisa me ha bastado los últimos años...

—Sí... Y al final, antes de irte, me dijiste que nunca dejara de sonreír. —Afirma Aurora.

—Es cierto, pero no me hiciste caso...

—Siempre sonreía porque creía que todo mejoraría, y algún día sería muy feliz, pero después de años llevando una vida que no mejoraba para mí, simplemente deje de hacerlo. Me volví retraída y aprendí a esconder mis sentimientos. Aprendí que era mejor ser obediente y no intentar ir en contra de mi destino. —Ares la abraza con fuerza, aferrándola a su pecho...

—Lamento tanto haberte hecho daño. Es algo que jamás me perdonaré.

Aurora deja salir una lágrima que limpia rápidamente, y se levanta, colocándose sobre su esposo, para verlo fijamente.

—Pero aún no me has dicho por qué te enamoraste de mí...

—Claro que si...

—No… No lo hiciste.

—Si lo hice. Te dije que siempre estuviste para mí como un ángel. Un ángel que no necesitaba hacerse notar, pero que siempre me acompañó y ayudó...

—¿Por decirte que fueras mi amigo?

—Por eso, y por cuidarme en silencio mientras me embriagaba a diario por Vanesa; por a pesar de todo lo que te hice, no permitir que cometiera errores y ser mi sostén cuando me enteré de la verdad; por escucharme cuando necesité hablar de mis penas y no emitir juicios; por verme a través de la toca que usabas, como si fuera especial...

—¿Eh?

—Por orar por mí, cuando yo no era más qué tu verdugo; por mirarme siempre con pena, a pesar de que yo lo hacía con desprecio; por volverte fuerte para darme una lección; y por apaciguar mi corazón ese día en la casa de la playa, cuando disfrutabas de la brisa marina, mientras tu cabello se movía ondulante, para luego mostrarme nuevamente tu bella sonrisa, haciendo vibrar mi corazón.

—Ah, sí... Ahora lo recuerdo, el día que estabas en la cocina, y te estabas atragantando con la comida. —Se burla un poco Aurora.

—Sí... —Ares se aparta, se levanta quedando sentado en y Aurora hace lo mismo. La mira a los ojos y la toma de las manos.

—¿Qué pasa Ares? —Le pregunta al ver a su esposo con una expresión triste.

—No soy una buena persona, ya te lo he dicho, pero quiero ser mejor. Me equivoqué, fui cruel y no me voy a justificar en que soy un ser humano, porque intenté lastimarte consciente, y es algo que no puedo resarcir por más que lo intente. Sin embargo, siento que tengo una nueva oportunidad para construir una vida junto a ti... Hemos pasado por los peores momentos juntos, y nos hemos conocido con nuestros peores demonios, y un sentimiento que nace en silencio y desde la dificultad, puede ser más fuerte que aquel que nace en la serenidad. Quiero estar contigo y ofrecer todo lo que tengo, dame esa oportunidad.

—Yo soy una simple mortal, tengo derecho a condenarte, cuando yo también quise vengarme consiente. Ningún daño se podría minimizar, pero por primera vez en mi vida estoy tomando una decisión, basada en lo que yo quiero. Así que no me mientas, no me hagas sentir frágil, ni vulnerable. No me uses como excusa para tomar decisiones, y escúchame... —Afirma la chica y Ares, asiente sonriente y se levanta en busca de su saco.

—¿A dónde vas?

—Un momento... —Toma su saco que estaba debajo del escritorio, y saca algo del bolsillo, que le ofrece a Aurora con la mano empuñada.

—¿Qué es?

—Es algo que te pertenece, y que me acompañó en los momentos más difíciles... —Abre la mano y le muestra a Aurora su rosario.

—Como es que...? —Lo mira sorprendida.

—Vanesa lo tiró y yo lo recogí. Durante todo este tiempo lo llevé conmigo. Al principio quise devolvértelo, pero se hizo una costumbre llevarlo en mi saco, y creo que ya es momento de devolvérselo a su dueña.

—¿Todo este tiempo lo llevaste contigo?—Lo toma entre sus manos y recuerda cuantas veces se aferró a él, en busca de una ayuda divina.

—¡Mjum! Me hacía tenerte presente todo el tiempo, aunque yo mismo pelee muchas veces por no poder sacarte de mi mente. ¡Era tan tonto!

—Sí. ¡Lo eras! —Aprieta con firmeza el rosario contra su pecho, mientras echa su cuerpo levemente hacia atrás, recostándose sobre el cuerpo de su esposo.

...

Horas después, Ares lleva a Aurora a casa de su padre, aunque le pidió que se fuera con él, no insistió, pues la mujer no quería tomar las cosas a la ligera, pues vivir juntos como pareja era bastante apresurado para ella, que apenas podía manejar lo que sentía.

—Es tóxico de mi parte, no querer soltarte para que seas solo mía —Le dice el hombre que no quiere despegarse ni un solo instante de su esposa, pues la abraza con anhelo.

—Sí... lo es...—Afirma entre dientes Aurora y él finalmente se aparta a regañadientes.

—Descansa, cariño... —Le da un tierno beso en la frente y luego uno lento y pausado en los labios para después alejarse en dirección a su auto.

—He pensado todos estos días sobre mis sentimientos por Ares, y hoy comprobé que, mis miedos eran precedidos por todas las imposiciones y represiones sociales que aprendí en el convento, las cuales disfrazaba con el miedo de ser herida. La verdad es loco incluso para mí, pero confío en él. Hoy incluso seguí deliberadamente su juego de excitarme, solo porque tenía pena de admitir de frente que me moría de ganas porque me hiciera suya. Si soy sincera conmigo misma, no tengo miedo de quererlo a pesar de lo que me hizo en el pasado, porque realmente lo perdone. ¿Eso te parece mal?

—Si lo perdonaste, ¿por qué me lo preguntas?

—Porque aún hay una parte de mí, que tiene la idea de que para muchas personas eso puede significar un signo de debilidad o baja autoestima.

—¿Y quiénes son los otros? ¿Acaso no dijiste que serias más segura de ti misma y que harías lo que quisieras?

—Sí, pero no es tan fácil... Todo es un proceso... ¿Crees acaso qué podré cambiar de la noche a la mañana?

—¡Puff! ¡Niña insegura! —Libera un largo suspiro —¿Recuerdas ese libro de frases célebres que nos leía papá de pequeñas?

—Sí... Siempre leía una frase diaria, antes de dormirnos, y nos explicaba su significado.

—Sí, y recuerdo muy bien una que decía: "El débil se venga, el fuerte perdona, y el feliz olvida". Y para mí ustedes fueron débiles, cuando ambos quisieron tomar la justicia por sus manos, engañados e incitados por otros, incluida yo... pero, se volvieron fuertes, cuando juntos se enfrentaron a todos los que quisieron hacerles daño, y por más batallas perdidas, en la guerra salieron victoriosos, y lo lograron apoyándose y cuidándose mutuamente. Entonces, ¿por qué ahora que hay la posibilidad de ser felices, no olvidarse de todo lo malo? Todas las personas en el mundo nos equivocamos, y podemos ser tan crueles y déspotas que ni siquiera nos fijamos que tan grande es el daño que podemos hacer, pero también tenemos derecho a cambiar. Juzgamos y condenamos al otro como si fuéramos perfectos, cuando la misma biblia dice que perdones al que te ha hecho mal, y olvides el pasado. Deberías saberlo, al fin de cuentas quién fue novicia por dos años, fuiste tú.

—Gracias... Gracias por ser mi hermana mayor...—La toma de las manos

—Soy genial... sí... lo sé... pero ahora no te pongas sentimental. Y ya déjame dormir. —Se tira sobre la cama, dejando que Morfeo la posea, mientras Aurora, que también se recuesta, escucha una notificación en su teléfono.

—¡Aurora, apaga eso! —Le pide Adriana, que se pone una almohada en la cara.

Es un mensaje de Ares...

*Sé que debes estar dormida, pero yo no he podido conciliar el sueño, de tanto pensar en ti, y me moría por decirte lo feliz que soy. Descansa mi dulce Aurora...

Sonríe la mujer que se queda dormida con una amplia sonrisa en el rostro.

***

Durante los días siguientes, todo parecía mejorar para Ares y Aurora, que vivían un romántico noviazgo a pesar de estar casados, pues incluso Ares hablo con Isaías, para pedirle perdón por todo lo que hizo en el pasado, y que le permitiera salir formalmente con su hija, algo que al hombre le pareció innecesario, hasta que escucho las razones de su yerno que aseguraba que cuando se casaron, lo hicieron obligados por las circunstancias y el deseo de venganza. Por lo que lo más normal es que ahora mostrara que sus sentimientos eran sinceros, y que lo que menos quería era lastimar nuevamente a Aurora. Incluso Daniel y Adriana, que habían tenido la oportunidad de hablar, estaban muy bien, pues el mismo Ares había prohibido la entrada de Valeria a la empresa, para evitarle disgustos a su esposa y a su cuñada, que tuvo que recibir todas las noches una serenata por una semana, para perdonar a su hermano, que realmente no había hecho nada malo.

—¿Les parece si mañana salimos juntos a cenar? —Propone Daniel, mientras están reunidos en su apartamento, preparando la presentación del nuevo auto que Esteban está terminando. —Creo que nos lo merecemos después de trabajar tanto. —Dice, y recibe una llamada a la par que los demás aceptan la propuesta.

—Buenas noches, ¿tengo el gusto de hablar con el señor Daniel Rivadeira?

—¡Con el habla! ¿Con quién hablo yo?

—Señor Rivadeira, lamento llamarlo a estas horas, mi nombre es Manuel Aguirre, soy el abogado de oficio que el estado designo para la señora Jazmine Walton. Me comunico con usted porque la señora ha insistido en verlo, y me preguntaba si podía el día de mañana.

—Disculpe señor, pero no me vuelva a llamar, yo no tengo nada que hablar con esa señora...—Dice y alerta a los presentes, por lo que pone el teléfono en altavoz

—Lo entiendo, pero últimamente ha estado realmente mal. No sé si se enteró, pero el que era su asistente, José, daño su cerebro a causa de un medicamento que le siguió suministrando a escondidas con ayuda del Dr. Reginald, por lo cual los dos han sido privados de su libertad, siendo condenados a 3 años de prisión...

—¿¡Qué!?

—Sí, y la señora Walton debido a eso, son muy pocos los momentos que tiene de lucidez; sin embargo, ha pedido hablar con diferentes personas, y el primero de ellos quiere que sea usted.

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