DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 79

—¿A dónde me llevas? —Le pregunta su esposa, apenas le abre la puerta del auto.

—Al inicio…

—¿Al inicio?

—Espera y verás… —Le dice, y arranca el auto, que diez minutos después detiene, en un semáforo junto a una parada de autobús.

—Recuerdo que para llegar aquí, antes me tardaba una eternidad, pero desde nuestra casa el trayecto es mucho más corto.

—¿Qué hacemos aquí? —Pregunta y Ares de baja, para abrirle la puerta.

—No lo recuerdas? —Le tiende la mano y la ayuda a salir.

—¿Recordar qué? —Señala la parada de bus.

—Aquí te vi por primera vez cuando regresaste del convento. Recuerdo que me había detenido por el semáforo, y empecé a ver la hora, desesperado hasta que se me ocurrió mirar a un lado, y me olvide por completo de la prisa que tenía, cuando te vi aquí. —Toma asiento.

—Recuerdo que pensé: está vestida con una túnica extraña. —Suelta una risita. —Pero no dejaba de mirar tu largo cabello y tu rostro angelical. ¡Parece un ángel! Dije en voz alta, completamente anonadado por tu belleza. Ese día quedé impactado, y por eso, cuando te presentaste en la oficina de Jazmine sin la tela en tu rostro, salí corriendo. Estaba intimidado porque el ángel que vi esa noche, era real.

Aurora, que se acerca a él, se sienta en sus piernas.

—Entonces, ¿por qué fingías desinterés?

—Por necio y obstinado. Siempre quise llevarle la contraria a Jazmine, para no sentirme gobernado, y me obsesioné con Vanesa.

Aurora, que mira las estrellas, empieza a recordar el pasado.

—Es cierto, esa noche fue una noche terrible para mí. Era mi regreso a casa, después de dos largos años, pero en vez de estar feliz, tenía miedo de la reacción de Eloise. Creo que fue la primera vez que me enfrenté a ella de forma silenciosa, pues nunca le avisé que vendría, así no lo impediría. Realmente en mi corazón, sentía que ser monja no era mi destino. Soñaba con una familia, con la posibilidad de casarme. Y esa noche estaba tan desesperada. La toca nunca me molestó, pero ese día estaba cansada y sentía que no podía respirar, así que me la quité por unos minutos. Realmente estaba preocupada de que alguien me hubiera visto.

Ares, que mira su reloj, ayuda a que su esposa se levante de sus piernas.

—¿Ya nos vamos? —Pregunta ella, de espaldas, mirando el hermosísimo cielo estrellado que esa noche era hipnótico. —Es increíble. El cielo de esta ciudad, en contadas ocasiones, deja apreciar las estrellas de esta manera, y hoy es una noche hermosa.

—Quizás, porque Dios quiere que me digas que sí.

—¿Eh? —Se gira la mujer que observa a Ares de rodillas frente a ella, sosteniendo un anillo en sus manos.

—¿Qué haces?

—Proponerte que te cases conmigo, aquí y ahora, bajo la luz de la luna.

—Pero si ya estamos casados.

—Sí, pero nunca te lo propuse por las razones correctas, ni de una manera linda. Tampoco me diste el sí, por voluntad propia. Pensé hacerlo ese día en Islandia, pero Daniel se me adelantó. Y, con el tiempo, viendo nuestra vida juntos, a nuestra hija, y a nuestros seres queridos, me di cuenta de que la forma más linda de pedírtelo era siendo completamente sincero. Es por eso que aquí, bajo la hermosa noche, a mitad de la calle, en esta parada de bus que significa nuestro punto de partida, te pido, con el anillo que alguna vez me devolviste, pero del que solo tú has sido dueña. —Aurora observa sorprendida el anillo de compromiso en forma de flor con diamantes rosas, y es inevitable que sus lágrimas no se asomen. —Que seas por siempre el amor de mi vida. Que siempre vayamos de la mano, en las buenas y malas, que nunca permitamos que nuestro amor se fragmente o rompa, y que, sobre todas las cosas, seamos felices al lado de nuestra hija

CAPÍTULO 79 1

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