Aurora, no duda en ir en busca de Esteban, apenas Ares se va a su oficina.
—¿Tienes un minuto? —Le pregunta al bajar al taller y verlo trabajar.
—¿No ves qué estoy ocupado? — Le dice de mala gana.
—¿Ocupado para darme la cara, pero no para llamar a Simón? —Se le pone enfrente de brazos cruzados.
—Si tú te reúnes o no con tu ex no es mi problema. No me acuses de cosas que haces a escondidas de tu esposo.
—No tengo que acusarte. Tú mismo me acabas de dar la razón. ¿Cómo sabías que era mi ex?
—¿Qué quieres? ¿Que vaya ya hablé con Ares y le diga que yo llame a Simón para salvarte?
—¡Wao! Pero qué perspicacia, ya incluso das por hecho de qué Ares está enojado. Pues lamento decepcionarte porque no es así. — se le acerca de la mujer y esta vez habla en un tono más bajo para que los demás no escuchen. —Ares confía en mí, por lo tanto, tu intento bajo y desesperado de hacerme quedar mal frente a él no te funcionó.
—No sé de qué hablas. Estás desvariando
—A mí me parece que el que está desvariando eres tú, Esteban. ¿O crees que enemistándome con Ares lograrás que él se fije en ti? —Lanza un dardo del que aún no estaba muy segura, pero que confirma con la actitud de el, que la mira con los ojos bien abiertos, y después se fija a los lados para saber si nadie escuchó lo que le dijo, y la jala de la mano y la lleva a afuera.
—No te permito que inventes calumnias que… —No termina de hablar cuando es interrumpido por ella.
—No, la que no te permite, soy yo. No te permito que vuelvas a intentar dañar mi matrimonio. —Suelta un suspiro y luego más calmada le dice. —Mira Esteban, querer a alguien no está mal. Lo malo es no saber quererlo. Y presentí que Ares te gustaba desde esa noche en la gala. Tal vez no soy muy experta, en esto de las relaciones, pero he sufrido bastante, y el también. Ahora estamos intentando reconstruir nuestra vida, y ni tú ni nadie, lo va a impedir.
—¡Ja! ¿Reconstruir? No pueden reconstruir algo que no existe. —Afirma con seguridad. —Los dos creen estar enamorados el uno del otro, pero no es así, no es más que una fantasía creada por todas las cosas que les han pasado. —Se acerca y le susurra al oído. —Yo llevo enamorado de él, muchos años. Y si no puedo estar con él, por lo menos quisiera alejarlo de alguien como tú, que no eres más que una chiquilla con ínfulas de señora, y complejo de buena, que engaña a todos con su cara de misquita muerta, pero eso no funciona conmigo.
—No necesito engañarte a ti ni a nadie. Y si estás tan seguro de lo que está bien o no para Ares, ¿por qué no te armas de valor y vas y le expresas tus sentimientos? Vamos, ve y dile al padre del hijo que espero que estás enamorado de él.
—¿¡Qué!?
—¿¡Qué!?
Se escuchan al unísono, dos interrogantes, uno de parte de Esteban, que siente como sus sentimientos se van al suelo al escuchar que tendrán un hijo, y uno de Ares, que acababa de bajar al taller, para ver el auto y escucho
por casualidad parte de la conversación.
—¡¡Ares!! —Dice Esteban, muy contrariado, mientras Aurora, se siente culpable, pues no quería ser imprudente y exponer de esa manera los sentimientos de alguien más.
—¿Es cierto? —Pregunta Ares muy sorprendido.
—Yo… yo… si… —Admite finalmente. —Desde la escuela descubrí que me gustaban los chicos gracias a ti. Has sido y siempre serás mi primer amor.
—¿Hablas de amor, cuando has confabulado con otros para que yo sea infeliz?
—No… Puedo explicarlo.
—Esteban, creí que eras mi amigo. Y quisiste hacerle daño a mi esposa y a mí, y te atreves a justificar que ha sido por amor. No eres más que un pusilánime. —Toma a Aurora del brazo. —No te vuelvas a acercar a mi mujer o a mi hijo, porque me olvidaré de que alguna vez fuimos amigos. —Saca de allí a Aurora, y Esteban, entiende el desprecio de Ares, y lo único que hace es pasar una carta de renuncia a recursos humanos e irse, para volver a su antigua vida en Europa y superar el dolo que le ha causado Ares Walton.
***
Simón, luego de salir de Walton’s Car, va a la casa de su prometida.
—Señor, lamento todo, pero quiero informarle que no me casaré con su hija. —Le dice al hombre, que lo mira como si quisiera matarlo.
—¡Hola! Ya llegué… —En ese momento entra Valeria, que acaba de salir de un turno en la Clínica privada en la que trabaja. —Simón, qué haces aquí? —Le pregunta sorprendida, ya que no habían quedado en encontrarse.
—El muy cobarde, vino a decirme que no se casará.
—¿¡Qué!? ¡No puedes hacer eso! Falta menos de un mes para la boda. Ya las invitaciones fueron entregadas. Tú y yo teníamos un trato. —Deja sus cosas en el suelo y se acerca a él. —¿Acaso es por la mojigata de Aurora?, ¿es por ella?
—¿De qué hablan? ¿Es por otra mujer? —Pregunta el padre de Valeria.
—No, no es por ella, ni por Ares, con quien estás obsesionada Valeria. Si no por mí. No quiero ser infeliz el resto de mi vida. Por una vez, no quiero ser alguien astuto, que busca un beneficio, quiero hacer lo correcto, y trabajar en mí, ser una buena persona. No me casaré, así tu padre me mate. —Dice y sale dejando a todos sorprendidos. Acababa de sentenciar la humillación pública de Valeria, y en el fondo pensaba que se lo merecía, quizás eso le ayudaría a madurar.
***
—Me acaba de llamar Ramón Cervantes. Está muy interesado en adquirir nuestras acciones. —Dice Daniel que entra sin ser anunciado en la oficina de su hermano, donde interrumpe un beso entre él y Aurora. —¡Lo siento! No sabía que estaban ocupados —Hace un gesto de comillas con las manos en forma de broma.
—No seas payaso, y entra. —Le dice Ares y escucha la propuesta de la que le cuenta Daniel, aceptando sin mayor reparo, por lo que llaman al interesado y realizan negocios de inmediato. También se comunican con el abogado Peñaloza, no solo para que tramite el traspaso de la empresa, sino la venta de la mansión Walton, y la casa que les regaló Jazmine. También pidió traspasar legalmente su apartamento a Eva. Daniel y Ares estaban decididos a dejar atrás aquella fortuna manchada con sangre que tantos dolores les causó.
Peñaloza, que toma nota atento, antes de colgar el teléfono, les recuerda el juicio de Jazmine.
—No se preocupen, haré todo lo que me han pedido. Por cierto, recuerden que han sido citados como testigos en el juicio de Jazmine. Faltan dos días, así que prepárense, porque será difícil.
—Gracias por el consejo abogado. —Le
Dice Ares y cuelga, y casi de inmediato le entra una llamada del abogado de Jazmine.
—Es el abogado Aguirre. —Seguramente, también está llamando para recordarnos el juicio. —Afirma Ares con el teléfono en la mano y contesta.
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