Daniel, que cuelga sin dar una respuesta final al abogado después de escucharlo, toma asiento en silencio junto a Ares y las hermanas, que al igual que él están en completo shock, sobre todo por qué a tan solo unos días del juicio, jamás imaginaron que esto podía suceder.
—Josué y Reginald en serio odian a Jazmine... —Comenta Adriana, qué rompe el silencio.
—Y... ¿Planeas ir? —Le pregunta Ares a Daniel.
—Mejor sigamos trabajando. —Evade la pregunta el hombre, qué se debate internamente entre enfrentar a Jazmine o intentar olvidarla para siempre y su hermano al verlo siente que debería hacer algo.
* * *
Al día siguiente, Ares, que está en la cárcel, esperando encontrarse con Jazmine, después de pensar toda la noche, toma la decisión de contactar al abogado sin decirle a nadie, creyendo que lo mejor que puede hacer es enfrentarla de una buena vez, para que deje de molestar a Daniel, y a los demás, y poder seguir adelante.
—Señor, ya puede pasar. —Le indica, uno de los guardias, qué lo guía a una sala pequeña con una mesa y un par de sillas.
Ares, qué lleva algunos documentos en su mano, entra y observa a una Jazmine bastante delgada y desaliñada, qué no deja de mirar hacia el techo.
Ares arroja el sobre que lleva en la mano sobre la mesa, y llama su atención.
—Hijo... Mi vida... Mi niño... Viniste a visitar a tu mamá. —Se levanta e intenta tocarlo, estirando sus manos, qué están esposadas, al igual que sus pies, qué están unidos por una especie de cadena, con delgados grilletes, qué envían algunas descargas cuando el pulso de la mujer acelera.
—¿Es necesario que esté esposada de esa manera? —Pregunta Ares al guardia, mientras esquiva el toque de Jazmine.
—Sí, es una mujer bastante peligrosa. Ya varias veces ha lastimado a sus compañeras y a varias guardias. Imagino que en unos días, cuando le dicten sentencia y la trasladen al manicomio, finalmente cambiará las descargas por una camisa de fuerza. —Contesta en tono de burla el hombre.
—¿Descargas? —Pregunta Ares para sí.
—Sí, descargas —Contesta Jazmine que acaba de recuperar la lucidez. —Estos grilletes me dan una descarga eléctrica cada vez que mi ritmo cardíaco aumenta desenfrenadamente para evitar que me altere. Recursivo, ¿no? —Comenta con una expresión fría, y toma asiento.
—¿Por qué me has llamado? —Le pregunta Daniel, al ver que esta consiente.
—Sencillo, quiero que me ayudes. Yo te crie y te cuidé. Sé que, seguramente te has dejado envenenar la cabeza por esa monja, pero si estás aquí es porque has recapacitado. Tú no eres un hombre débil. Yo te crie, y nadie puede entenderte como yo. Siempre has sido rebelde, pero sé que jamás harías algo para dañar a tu madre.
—Tú no eres mi madre. Y tampoco me cuidaste por gusto, simplemente te asegurabas de mantener la herencia Walton y engañar a Octavio.
—Eso no tiene nada de malo. Me preocupaba tu futuro, simplemente me dedique a administrar tu herencia, ¿o dime cuando te falto algo?
—Sí... Tienes razón, eso no tiene nada de malo, lo que es malo es que por tu sucia ambición matarás a tanta gente... —Jazmine abre los ojos de par en par.
—Eso no es verdad. No puedo creer como piensas eso de mí.
—No finjas Jazmine. Y si pretendías qué yo declarara a tu favor, estás muy equivocada, porque yo soy el mayor interesado en que una asesina como tú, pague por sus delitos.
Jazmine que por un momento se le aguan los ojos, respira y retoma el control de sus emociones.
—¡Muy bien! ¡Lárgate entonces! —Le dice y furioso Ares se levanta.
—Antes de irme, hay una cosa que quiero preguntarte...
—Porque me estorbaban... —Responde apresuradamente
—¿Qué?
—Me ibas a preguntar por qué mate a tantos inútiles... ¿No?
Ares siente como su corazón se rompe en pedazos al oír hablar a esa mujer sin sentimientos, pero se controla.
—No. De esa pregunta yo sé la repuesta.
—¿Ah, sí?... Y según tú, ¿cuál es? —Se apoya en la mesa la mujer.
—Qué eres una psicópata.
—¡Jajajajaja! —Ríe con desenfreno Jazmine. —Sí... Eso también... —Comenta con descaro. —¿Entonces que era lo que querías preguntar?
—¿Alguna vez te has arrepentido?
—Se nota que no llevas mi sangre. Me duele saber que perdí mi tiempo criando a alguien tan débil y desagradecido. Debí dejarte con tu madre, para que murieras de hambre, al fin de cuentas por más lujos que te ofrecí, tu ser no hacía más que demostrar tus orígenes. —Le dice, y Ares le muestra una media sonrisa.
—Cuando me entere de que no era tu hijo, no sabes lo mal que me sentí, pero ahora agradezco al cielo por eso. —Le dice con un nudo en la garganta, pues al fin de cuentas era la única mujer que conocía por madre. —No vuelvas a molestar a Daniel, ni a ninguna otra persona, Jazmine. Recibirás el castigo qué mereces. Se da la vuelta y camina hacia la salida. —Por cierto... Todo tu esfuerzo fue en vano. Tan inteligente que te creías y tú misma por creer saberlo todo asumiste una verdad que no era cierta. Mira el sobre, quizás dándote cuenta de la verdad, optes por confesar y no esperes llegar hasta el estrado a seguir fingiendo.
Ares sale muy tembloroso de allí, mientras Jazmine rompe el sobre, sacando los resultados de la prueba de paternidad de Aurora.
—Esto no es cierto... Elena era una zorra, y se dejó embarazar de Octavio para quedarse con todo porque estaba en banca rota. Esa es la verdad... Rompe el papel y empieza a jalarse de los cabellos... —M*****a Elena... M*****a! —Empieza a gritar alterándose, activando las descargas eléctricas, qué al principio soporta, pero que terminan por doblegarla, haciendo que pierda el conocimiento.
...
Ares, qué sale lo más rápido que puede de allí, llega rápidamente a las afueras de la cárcel, observando a Aurora qué parece preocupada, y sin dudarlo la abraza con fuerza, convirtiéndola en su refugio.
—No debiste haber venido. —Le dice la mujer que puede sentir como todo el cuerpo de su esposo tiembla.
—¿Qué haces aquí?
—Vi como mirabas a Daniel anoche, y supuse que vendrías para intentar cerrar el capítulo con Jazmine de una vez por todas.
—¿Y viniste a buscarme?
—No.
—¿Eh? —Se aparta sorprendido
—También vine a cerrar ese capítulo.
—Aurora, no creo que sea prudente... Ella ahora mentalmente no está bien...
—Siento decírtelo Ares, pero nunca lo ha estado. Además, hay algo que debes saber.
—¿¡Qué!?
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