Priscila vio una serie de acciones inesperadas de Orson, primero interrumpiendo la propuesta de matrimonio de una pareja, y luego corriendo hacia afuera a toda velocidad.
Ella estaba preocupada de que Orson se fuera. Mientras Orson se apresuraba a salir, ella le agarró la ropa: "¡Orson, prometiste que comerías conmigo!"
Hasta hace poco, Priscila había logrado contener su temperamento, siguiendo los consejos de su madre, siempre complaciendo a Orson.
Pero ahora, al ver a Orson escapar, su temperamento de señorita mimada surgió de golpe, agarrando a Orson, jadeando con ira y llenando su tono de reproche.
Orson se volvió, vio a Priscila gritando con furia, con una cara llena de ira, pero él tampoco se contuvo, enojado, apartó a Priscila de un empujón: "¡Fue mi madre quien te prometió, no yo!"
Dicho esto, se fue sin mirar atrás, yendo rápidamente hacia la salida del restaurante.
Él sabía que Priscila nunca cambiaría, que su apariencia de piedad suplicándole que la perdonara era en realidad una trampa, y que una vez que la perdonara, volvería a mostrar su verdadera naturaleza, ese el temperamento tiránico de una señorita mimada que no se curaría tan fácilmente.e2
Si él cedía de nuevo, solo haría que Priscila fuera más prepotente en su presencia, hablando sin filtro y pisoteando su dignidad como hombre en el barro.
Por suerte, su intención de cenar era solo por respeto a su abuelo, no porque realmente creyera las palabras de Priscila.
En menos de diez minutos, Priscila había vuelto a su carácter desagradable y autoritario.
Orson nunca podría soportar a una mujer así a su lado.
Priscila, empujada hacia un lado, tambaleó y casi chocó contra la mesa, pero afortunadamente se estabilizó a tiempo. Cuando volvió en sí, Orson ya había salido del restaurante y había desaparecido.
Frente a la persona que le gustaba, un simple gesto podía hacer que su cuerpo se sintiera frágil.
Después de que Daniel terminó de susurrar, levantó la vista y sus ojos se encontraron con las orejas rojas de Julia. Antes de susurrarle, el color de sus orejas aún era normal.
Daniel era un hombre hecho y derecho, no era ningún novato en el juego del amor.
Viendo la reacción de Julia, sabía muy bien la razón de su comportamiento; su garganta también se tensó, pero, siendo un caballero, soltó la mano que la abrazaba a Julia y dijo con dulzura: "Vamos a sentarnos a comer."
"Um," Julia respondió tímidamente con un gesto afirmativo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...