Marisa retrocedió dos pasos, asustada por la presión incesante de Orson, sujetando con fuerza la mano de Priscila.
Al ver que Orson estaba realmente enojado, incluso Marisa, una persona tan decidida, se sintió desorientada por el miedo.
Con una resolución firme, Priscila avanzó, colocando a Marisa detrás de sí misma, y con la barbilla en alto le dijo a Orson: "Como Marisa dijo, fue Jimena quien vino por los dos millones, Jimena es de las que se deslumbran con el dinero, Marisa simplemente se dejó llevar."
"¿Se dejó llevar?" Orson giró bruscamente hacia Priscila, con una mirada afilada y llena de ira.
Priscila se sobresaltó al ver esa mirada, su presencia se debilitó de repente y retrocedió, a punto de caer al suelo, pero por suerte Marisa estaba detrás de ella para sostenerla.
Orson agarró el hombro de Priscila y la arrastró a un lado, confrontando a Marisa: "Puedes seguir mintiendo, pero ahora mismo voy a hablar con mi primo y renunciaré a toda herencia de la familia Salcedo. ¡Que él se quede con todo!"
"¡Tú...!" Marisa estaba tan enojada que le faltaba el aire en sus pulmones, casi asfixiándose.e2
Ella respiraba con dificultad, mirando a Orson con incredulidad y dolor, asintiendo con la cabeza: "Orson, eres cruel, ¡igual que tu padre!"
Marisa, temiendo que su enojo se convirtiera en un ataque al corazón, se llevó la mano al pecho, hablando con palabras severas.
Orson soltó una risa fría: "Soy hijo de mi padre, ¿a quién más debería parecerme?"
Después de decir eso, la expresión de Orson se volvió más fría: "¡Habla!"
Su voz potente y retumbante hizo temblar a Marisa, quien al ver los ojos rojizos de Orson, comprendió que él estaba hablando en serio. Si no decía la verdad, Orson, con su carácter caprichoso, seguramente llamaría a su primo en el acto y renunciaría a su derecho de sucesión.
Marisa había trabajado duro durante años, incluso arreglando un matrimonio entre Orson y Priscila, para que Orson pudiera tomar las riendas de la familia.
Nunca había visto a Orson así.
Y ahora, viéndolo en ese estado, su corazón se hundía como si cayera por un precipicio.
Con preocupación, llamó suavemente: "Orson..."
Extendió su mano para tocar su hombro, pero antes de que pudiera hacerlo, Orson la apartó con fuerza.
"¡No me toques!" Orson rugió con una ira contenida.
Las lágrimas brillaban en sus ojos, pero Orson no permitió que cayeran. El dolor de ser traicionado y calculado por su propia familia era insoportable; sentía su corazón aprisionado por un candado oxidado, cada respiración tiraba y dolía.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...